V Premio Antonio Machado
Fundación Española Antonio Machado
Arte Virtual
Categoría A
1º Premio
Elena Corral Ubillo
Colegio Gredos San Diego (Moratalaz)
Categoría A
La
pluma de la esperanza
En Castilla
está la dulzura
que
entre encinas los pájaros cantan
lo que
aquel señor en bajo murmura:
en los
campos las liebres saltan.
En la
altura de las montañas
soñar
con poder escalarlas
y con
muchas hazañas
llegar
arriba y pensarlas.
Al escribir
bonitos poemas
a la
luz de la luna
con el
brillo de las estrellas
mirando
la bella fauna.
Por el
día cantidad de flores
con
barbaridad de olores
de las
que sale el polen
como
los vecinos de sus casas.
En la Laguna
Negra, las ranas saltan
y del
río Duero los peces nadan.
El
querer de la naturaleza
y el
decir de la esperanza:
Un día
la verás, si bien esperas.
Dice
la desesperanza:
sólo
tu amargura es ella.
Late,
corazón…No todo
se lo ha
tragado la tierra.
Rebeca
García Silva, 4º ESO
Amada
Tierra
En la
abandonada Castilla
se hallaba Soria.
Ciudad
que como estrella brilla
haciéndote
caer en su gloria.
Sus
destacados paisajes te hacen sentir
que del
mundo renaces.
Querida
Soria, ¿qué tendrás?
que mi
alma de tus brazos jamás saldrá.
¡Ay, mi Soria! Tú
tan bonita
y a la vez tan olvidada,
llena de bonitos campos
que
invaden colinas y sierras,
dejando
a su paso pequeñas flores
sumergiendo
los pueblos de olores,
recordando
con ellos miles de sensaciones.
VÍCTOR DE LA CALLE ALMAZÁN , 4º ESO.
IES San Leonardo (Soria)
Añoranzas
Nuestra conversación fluía por la
ribera del Duero,
donde el cantar de los pájaros
era casi inaudible por las carcajadas
que soltaba mi nieta.
Allí me sentí rodeado por una sensación
que me resultaba familiar.
El cristalino color del río,
me recordaba a las mañanas de verano
en las que mi padre me llevaba a
pescar
cuando yo todavía era joven.
Después del copioso desayuno,
agarrábamos nuestras cañas y sedales,
y nos aproximábamos a la orilla.
Podían pasar horas y horas
disfrutando de la tranquilidad del campo soriano.
¡Qué felices momentos!
Ahora mismo, daría cualquier cosa,
simplemente para volver a percibir
esos sentimientos
que mi padre algún día me hizo
sentir.
Me arrepiento de lo rápido que
pasaron aquellos momentos.
Miro hacia atrás para pensar en todo
lo que viví
y en el ciclo que he cumplido o
pronto cumpliré.
Me doy cuenta de lo veloz que ha
pasado todo
y de que los recuerdos buenos de
verdad,
quedarán para siempre en nuestras
memorias.
ALEXANDRU EDUARDO
CAMPEAN, 4º ESO.
IES San Leonardo (Soria)
Campo de girasoles.
Me
desperté y me asomé por la ventana,
y te
miré, a ti,
pequeño
campo de girasoles,
atrayendo
al sol.
Haciendo
que la primavera reluzca,
trayéndome
con ello
recuerdos
que yacían en mi mente.
Esas
primaveras que pasaba en el pueblo,
recogiendo
flores,
para
llevárselas a mi abuelo,
o todas
las tardes paseando en el campo,
mientras
las pequeñas mariposas
revoloteaban
a mi alrededor.
Aquellas
mariposas,
con sus
alas de colores,
todas
ellas me hacían sentir viva.
Ahora,
diez años después,
te sigo
mirando,
observando
cada una de tus preciosas flores.
Gracias
pequeño campo de girasoles,
gracias
por volver a crearme esa sonrisa,
la misma
de cuando era niña,
quitándome
el dolor que algún día llegué a sentir.
JOANE
COSTALAGO ALONSO, 4º ESO.
IES San Leonardo (Soria)
MI DULCE SORIA.
Te echo
de menos, y espero volver a encontrarte.
Te busco
en cualquier sitio al que voy,
pero
ninguno me proporciona esa felicidad,
no como
tú lo hacías.
Fuiste mi
casa, el fuego que calentaba mi corazón cada frío invierno.
Soria te
quiero, a ti, a tus altos pinos y a tus maravillosos cedros.
Alzar la
vista y apreciar tus colinas plateadas, lo añoro.
Busco refugio
en la idea de ti, trato de mantenerme cerca,
pero me
duele el alma.
No quería
abandonarte, pero debo irme.
Un día a
la semana te quiero, nueve te pienso, y doce te echo en falta.
Pequeña
orquídea, ¿me recuerdas?
¿O de ver
tantas caras diferentes no te acuerdas de la mía?
Siempre
que te pienso, una lágrima recorre mis mejillas,
recordándome
a ti, mi Duero.
Extraño
verte, pasear por tu orilla hasta llegar a la ermita de San Saturio.
Quiero
seguir compartiendo mis pensamientos con vosotros, álamos,
quiero
pasear contigo de la mano, Leonor,
quiero
apreciar la belleza del Moncayo,
una vez
más.
ERICA
ELENA BUIACU, 4º ESO.
IES San Leonardo (Soria)
TEMPUS
FUGIT
Bosque de
Soria
con su
chopo afilado
con su
río de gloria
con el
buitre leonado,
ave notoria.
Y con su
halcón espectante
por su
liebre veloz.
Y no es
secreto
que por
el hombre
animal
sin respeto,
con el
paso de los días
y el
discurrir del tiempo,
el sol
amenaza
con un
intenso calor.
Pronto,
mucho menos,
el eco de
las aves lugareñas
que ya no
existen,
pero que
una vez existieron,
no hay
sombra del chopo ni río caudal,
ni la
liebre elegante
ni el
buitre leonado.
Y el
halcón espectante
sin nada
que espectar.
DANIEL
HERRERO CÁMARA, 1º BACHILLERATO.
IES San Leonardo (Soria)
SORIA, QUE LINDA ERES
La tierra de Soria es árida y fría,
Al entrar el invierno quedan muchas
casas vacías,
Esperando a sus dueños al llegar cálidos
días.
Debido a la despoblación del mundo
rural,
Las personas deciden emigrar a la
capital.
Con lo que allí no contarán, es con
nuestro aire puro ancestral,
De los campos de Castilla
Que Machado solía soñar.
El Duero sigue bañando su ribera
Sobre el camino a San Saturio
Junto con sus murallas viejas.
Tienen los paisajes sorianos mucha
historia detrás,
De lo que ahora vemos en centenos y trigales,
O la cima del Moncayo cubierta de blanco
en Catapanes.
Candelas
García Modamio, 4º ESO
IES San Leonardo (Soria)
LA MELODIOSA MELODÍA
Llegaba el mes de julio y era un
hermoso día.
Aquella melodiosa melodía
Sonaba y me enamoraba:
Los pájaros cantando y las cigüeñas
volando estaban.
Las bellas flores a orillas del Duero
estaban,
Cruzaba solidario el puro azul del
cielo;
Las blancas nubes ya no estaban,
Reemplazadas por el amarillo radiante
del sol,
Que a mí tanto me gustaba.
Verano se acercaba y Castilla se
calentaba.
Los árboles hojas tenían,
Salvo algún día que tormenta había.
Llegaba la noche y la luna salía,
El sol se iba, con el canto de los
pájaros.
El campo a oscuras quedaba,
Mientras la luna tarareaba
La melodiosa melodía que nunca más
escucharía,
Ya que Machado ya no estaba, para
iluminarme con su poesía.
Andjelo Yordanov Dimitrov, 4º ESO.
IES San Leonardo (Soria)
Un
paseo primaveral
Aquella mañana me desperté contenta porque levanté la persiana y hacía
un sol de primavera y eso hacía que yo estuviera feliz. Abrí la ventana y oí el
piar de los pájaros. Esas cosas me alegraban el día, porque eso significaba que
llegaba el buen tiempo, el calor, y después, lo que más esperaba y disfrutaba,
el verano.
El cielo estaba precioso porque no se apreciaban apenas nubes y el sol
resplandecía y daba un calor muy primaveral.
Como era domingo decidí ir a dar un paseo, no
sin antes desayunar en mi jardín acompañada del sol. Después, me puse mi ropa
de deporte y mis gafas de sol, y salí en dirección al Cañón del Río Lobos.
Cuando llegué, se podía ver a la gente disfrutando del bonito paisaje. Los
niños jugaban y se les veía la sonrisa de cualquier niño pequeño disfrutando de
simplemente algo tan sencillo.
Entonces, decidí comenzar mi ruta. Empecé a andar con buen ritmo ya que
ver la naturaleza cercana y que podía disfrutar, hacía que reflexionara y me
tranquilizara pero a la vez me motivara.
Me dirigí hacia la Ermita de San Bartolo
porque era un sitio que me traía buenos recuerdos, ya que cuando era pequeña,
el día de San Bartolomé, el 24 de agosto, iba con mis abuelos para hacer la
ruta hasta la ermita.
Continué con mi caminata y, antes de
llegar al destino final, decidí parar un rato para almorzar y descansar un
momento. En el cielo se veían a los buitres sobrevolando y se respiraba un aire
limpio y tranquilizador.
Me puse a reflexionar un poco sobre todo en general y pensé una cosa:
Tengo mucha suerte de poder disfrutar de estos entornos tan bonitos y del aire
limpio que se puede respirar. Estoy muy agradecida de poder disfrutar de estas
tierras de Soria que mucha gente no tiene la oportunidad de poder ver y
apreciar sus detalles. Y de pronto, me acordé de una frase de Antonio Machado
que mi abuelo repetía muchas veces: “Caminante no hay camino, se hace camino al
andar”. Esta frase a mí me resultaba inspiradora.
Después de esta breve pausa, retomé mi camino. Al fin llegué a la ermita
y allí, me senté en el campo y después fui a ver la ermita porque hacía años
que no entraba allí. Me trajo nostalgia el recordar buenos tiempos en los que
visitaba aquel sitio con mi familia. Un rato más tarde, decidí salir y retomar
mi camino de vuelta a casa. Poco a poco fui alcanzando San Leonardo, mi
preciado pueblo y el que admiraba con mucho cariño, ya que había vivido toda la
vida allí. Con un poco de esfuerzo conseguí llegar al parking, donde había
comenzado mi ruta. De pronto, me di cuenta de que no podía irme a casa sin
antes haber visitado el Puente de los Siete Ojos. Fui hasta él y allí había
mucha gente haciéndose fotos. Entonces, decidí volver a casa después de aquel
largo pero bonito paseo, el cual había disfrutado mucho.
LEIRE MARTÍNEZ ALBONIGAMAYOR, 4º ESO.
IES San Leonardo (Soria)
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Vista de unas tierras.
“Es la tierra de
Soria árida y fría.
Por las colinas y las sierras calvas,
verdes pradillos, cerros cenicientos,
la primavera pasa
dejando entre las hierbas olorosas
sus diminutas margaritas blancas. “
Estas eran los versos
que mi abuela recitaba un día tras otro, y es gracioso para alguien que no lo
puede ver, pero solo con oír esas palabras podía imaginarme todo lo que estaba
a su alrededor. Mi abuela suele ser muy precavida conmigo e intenta que no
salga solo por los campos de Castilla, pero yo quiero, quiero ver todos esos
lugares de los que ella me habla: los verdes bosques, los ríos fríos, los
campos extensos.
Yo antes vivía en la
ciudad con mi madre y mi abuela, pero por diferentes circunstancias mi madre se
fue y vine aquí, a Soria. Al principio, pensaba que iba a vivir en un pueblo
cualquiera, diferente a donde vivía anteriormente, conocería nuevos amigos y
jugaría a juegos con ellos. También vine con mi abuelo que estaba en una
residencia en Madrid porque tiene algunas enfermedades y en mi casa nadie se
podía hacer cargo de él.
En el viaje se veían
montañas, bosques, paisajes muy diferentes a lo que estaba acostumbrado a ver
en el centro de la ciudad. De vez en cuando se veía algún coche pasar o algún
halcón apoyado en los cables de electricidad. El viaje fue largo, pero a la vez
sorprendente. Por fin llegamos, aparcamos el coche en una zona llena de
piedras, cogimos las maletas y nos dirigimos directamente a nuestra casa, una
casa antigua, con persianas tejidas artesanalmente y unos sillones bastantes
arcaicos. La casa no era muy grande, pero en el salón se podía observar una
enorme estantería con libros de todo tipo. Mi abuela instaló a mi abuelo en la
habitación y organizó el equipaje mientras yo seguí asombrado viendo aquel
laberinto de libros, unos encima de otros. Cogí uno cualquiera, uno de los que
podía llegar y me senté en el sillón. Quité un poco el polvo sacudiéndolo con la
mano un par de veces. Se titulaba: “Poemas
de Antonio Machado” y con un pensamiento en voz alta me pregunté quién era
ese tal Antonio Machado. Enseguida mi abuela entró al salón y se sentó al lado
mío y me lo explicó. Pasé los siguientes días leyendo algunos de estos poemas
antes de ir a dormir. Y anoche, cuando
dormía, me vino un pensamiento sobre qué
hacían todos estos libros aquí y por qué vinimos aquí en concreto, pero
el pensamiento me pesaba y junto a él los ojos se me iban cerrando.
Mi abuelo enfermaba
cada día más hasta ese fatídico amanecer en el que él nunca más se despertó. Mi
abuela y yo cogimos sus cenizas y las esparcimos a orillas del Duero. Me
pareció asombrante los paisajes que me rodeaban y mi abuela me prometió, entre
lágrimas, que me llevaría a ver todo aquello que inundaba las tierras de Soria.
Al despertar me costaba ver, sentía como si una nube de vapor me impidiese ver
con claridad. Suponía que con
el tiempo se pasaría y así fue porque nada más levantarme al día siguiente ya
veía otra vez normal. Contento bajé a ver a mi abuela y a pedirle por favor que
me llevase a ver los campos que me había prometido ver, pero estaba cansada y
no le apetecía, pero bueno ya iría, o eso creía. Nada más despertar al día
siguiente intenté levantarme de la cama, pero estaba muy cansado, como si
estuviera atado con unas cuerdas a la cama.
Por fin logré poner
un pie sobre el suelo, pero lo que creía haber desaparecido volvió, y fue aún
peor, no podía distinguir los objetos de casa y veía resplandores que venían
acompañados de un pequeño pinchazo. Preocupado llamé a mi abuela y me agarró
del brazo y me ayudó a subir al coche para ir al hospital de Soria. Era extraño
sentir que había vuelto a ir por el camino por donde vine, pero ya no veía
aquellos campos. Supongo que ya no podría ver todo lo que mi abuela me
prometió. Yo lloraba por las noches y al apagar la luz solía tocar el libro. Me
preguntaba todo lo que haría a partir de ahora, como sería mi vida y por qué el
tiempo me arrebataba todo. Sentía un aire frío que entraba por mi ventana y me
imaginaba las tierras de Soria de las que mi abuela me hablaba para que no
olvidase nada.
A partir de estos días
no levantamos cabeza, todo era más difícil pero mi abuela me dijo que ella me llevaría
a esos campos. Un día vino a mi habitación y me ayudó a bajar las escaleras y
subir al coche, el trayecto duró unos treinta minutos. El coche paró y mi abuela abrió la puerta, me dio la mano y
junto a ella subí a una colina cuyo pico era un gran molino de viento, o eso me
decía mi abuela, y una vez ahí me dijo:” Todo lo que has leído, todo lo que
querías ver, de lo que te he hablado, y lo que te he prometido está aquí”
Tragué saliva y sobre la marcha iba imaginando los verdes prados, los ríos que
atravesaban los bosques, los árboles que daban sombra, los niños jugando,
porque yo me imaginaba Soria tal y como era. Al fondo había una casa, en el
porche estaba una mujer, con su madre, su padre y un niño que podía ver, era mi
familia. Entonces, una lágrima recorrió mi cara hasta caer y chocar contra mi
mano, y te juro que soñé despierto, porque fue lo más bonito que vi.
SAMUEL MORALES MOLINERO, 4º
ESO.
IES San Leonardo (Soria)
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DULCE
PUEBLO
Casi toda mi vida la he pasado
en el pueblo, sitio en el cual un sentimiento de nostalgia viaja por mi cuerpo,
ya que hace exactamente siete años que dejé el pueblo para seguir mis sueños,
aunque me costaría perder un trozo de mí mismo de aquel lugar alejado de la
sociedad que tanto añoro.
A veces pienso en cómo era mi
vida antes de crecer tanto; me arrepiento tantas veces de no haber apreciado la
vida y mi infancia en el pueblo: aventurarse en el bosque, nadar en las frías
aguas del río, intentar trepar una encina, atrapar sapos… Al ir creciendo te
vas dando cuenta de las pequeñas cosas de la vida.
Hace siete años que vivo en
Madrid. El cambio es demasiado grande, ya que pasas de un lugar donde el tiempo
transcurre lentamente y con tranquilidad, a un ambiente en el cual el tiempo
pasa tan rápido y es sofocante.
Cada vez que puedo voy al
pueblo, siento como si fuera mi medicina contra la ansiedad que me trae la vida
ajetreada de la gran ciudad, ya que la naturaleza y el silencio, mezclado con
los ruidos emitidos por los animales, y el agua del riachuelo que pasa junto a
mi casa me reconfortan. Aunque la soledad del pueblo me entristece mucho, ya
que solo queda gente mayor y algunos gatos. No hay casi gente joven por las
calles, a excepción de los meses de verano.
Siento tristeza por las
personas mayores que están en el pueblo, ya que siento que mi destino y el de
algunos será estar en el mismo lugar que ellos, ver la vida avanzar tan rápido
y ver como muchos pasan a mejor vida.
Pienso mucho en mis antiguos
amigos o compañeros de instituto con los que compartí tantos años juntos:
algunos tienen familia, buenos trabajos o viajan por el mundo. Otros
desaparecieron del mapa, otros acabaron mal, y alguno que otro sigue por el pueblo.
Pero ya casi no hablo con ellos. Ya no es lo mismo, todos hemos cambiado
demasiado.
Mi madre falleció hace un par
de años y eso me obligó a dejar de ir durante periodos largos de tiempo a casa,
ya que cada rincón de aquella vieja casa me recordaba a ella. Mi padre falleció
cuando yo era pequeño. La única familia que me queda son algunos tíos y primos
lejanos.
A mi madre le gustaba viajar,
sobre todo viajar a sitios poco conocidos. Pero uno de sus destinos favoritos
era ir a las orillas del Duero, sobre todo en verano. Ver a las aves recorrer
los cielos, los olores del tomillo y el romero inundando tu olfato, los montes,
los campos llenos de fruta; mi madre solía leerme a la sombra de un roble
libros de poesía, sobre todo de su autor favorito: Antonio Machado. Algunas
veces iba a aquel lugar para salir del pueblo o de la ciudad.
Verano. Para mí la mejor
estación del año; periodo del año donde la gente que vive en las ciudades
vuelve. La juventud y la alegría vuelven a reinar en el pueblo y esto me saca
una sonrisa. Pero después llega el momento de volver a la rutina del trabajo, y
la despedida del pueblo hasta dentro de varios meses. Hasta entonces no volveré
a mi casa. Echas de menos la naturaleza, la gente, el ambiente y la
tranquilidad. Pero siempre volveré donde yo crecí: a mi dulce pueblo.
Sabina
Peñaranda Laffita, 4º ESO
IES San Leonardo (Soria)
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Natura
Brotas derecha o torcida
con esa humildad que cede
sólo a la ley de la vida,
que es vivir como se puede.
El campo mismo se hizo
árbol en ti, parda encina.
La
naturaleza en si es otro mundo, de vida ínfima como la nuestra, sin embargo, no
la tratamos como se debería. Los verdes parajes que nos rodean son sin duda
sensacionales, la arboleda que tan desnuda se halla en otoño y que tan
majestuosa se ve en primavera, cada ciclo renace como el ave Fénix para
terminar su función de forma grácil. En GSD de Buitrago la naturaleza está tan
presente como la vida misma, mirando por la ventana, aún ensimismada, observé cómo
las flores iban floreciendo a medida que avanzaba el tiempo.
Me
dio que pensar, un pequeño ser vivo que sin duda está en la cadena alimenticia
de muchos animales y que es comúnmente destruido por el ser humano, pero sigue
creciendo con entusiasmo, mostrando todo su esplendor y belleza al mundo, tan
despreocupada… tan viva. La naturaleza es tan importante en nuestro ciclo de
vida que deberíamos estar tan agradecidos con ella como con nuestra madre por
darnos la vida, dependemos de ella como principal pilar de nuestra existencia,
nos proporciona el aire con el que es posible que nosotros sigamos con vida.
¿Alguna vez han visto ustedes el frágil aleteo
de una mariposa? Es único, un simple gusano de seda se convierta en pura
belleza. Antonio Machado, gran poeta, demuestra con esa habilidad para plasmar
lo más bello en el papel la armonía que se respira en un lugar natural, aún sin
mancillar por edificios o zonas artificiales para el ocio, demuestra lo
compleja que es realmente la naturaleza ya que hasta la última brizna de hierba
tiene su función en el ecosistema. Te cala tan hondo que un ser aún con sus imperfecciones
sea tan perfecto…
Cada vez hay menos bosques, tal parece que todos quieren tener una parte de él en forma de escritorio o silla de comedor con la que adornar la sala. Ahora la gente intenta concienciarse de que hay que cuidar al ecosistema natural, hacen excursiones al campo en las que dañan más que benefician, lo ensucian todo con plásticos, colillas y restos no reutilizables. ¿Eso es concienciarse? Por una noche de diversión llegan a incendiar bosques enteros y aún así parecen no darse cuenta de la realidad. La naturaleza se está marchitando cada vez más, se muere a cada paso que avanzamos, un lugar tan tranquilo se llena de destrucción a medida que nuestros avances significan deforestar, contaminar o envenenar. Los químicos nunca llegarán a ser naturales por mucho que lo diga el prospecto.
Toda moraleja tiene su
historia, esta es la mía;
En
algún lugar del Reino del Viento, se encontraba un pequeño pueblo llamado
Natura, en él habitaban los seres más bellos que jamás han existido, una fauna tan
impresionante que es inefable. En el pueblo todo era armonía y paz, los
forasteros que llegaban siempre se iban con una sonrisa en la cara, tal era la
felicidad trasmitida que había personas que se quedaban a vivir para siempre
allí.
Un día como cualquier otro, llegaron a Natura
varias personas que se habían perdido, les ofrecieron cobijo y comida además de
enseñarles todo lo que allí era importante para ellos, sin embargo, los
forasteros Lana y Cosmo no lo valoraron como todos los demás, en el final de la
ruta guiada les enseñaron La Rosa Eterna, era la rosa que les daba todo el
bienestar que había, era la que hacía que los paisajes tan bellos que se
encontraban allí no perecieran.
Rápidamente
Lana le propuso o Cosmo robarla esa misma noche, si era tan majestuosa como
ellos afirmaban quién sabe qué podría hacer en Trevelian. Llegaron las doce de
la noche y todo el mundo estaba en brazos de Morfeo. Lana fue la primera en
actuar, se levantó sigilosamente con Cosmo detrás y se dirigieron al bosque
encantado, una vez allí, esquivaron a los guardias y llegaron hasta la vitrina
en la que estaba la rosa, se la llevaron y escaparon del pueblo entre
carcajadas. Una vez llegaron a Trevelian enseñaron su hallazgo a todo el pueblo
hasta que estallaron en gritos y exclamaciones por la hazaña que esos dos
simples pueblerinos acababan de hacer. La colocaron en una vitrina de cristal
reforzado para que todo el mundo la viera.
Pasó
el tiempo y en Trevelian la flora florecía y los animales que nunca se paraban
a pasar la primavera empezaron a quedarse durante todo el año, sin embargo, un
poco más lejos estaba Natura, fría y triste por haber perdido la rosa que les
mantenía con su alegre y armoniosa vida. Las flores se marchitaron, los animales
abandonaron el pueblo y los forasteros que llegaban se iban al pueblo vecino por
miedo a que la tristeza y la desesperanza que había en el pueblo les alcanzase,
algunos habitantes decidieron emigrar a un reino lejano para olvidarse de la
desdicha que era su vida. Natura se sumergió en un invierno eterno del que
nunca más logró salir.
Esta
es una realidad que se podría aplicar a nuestro mundo a la perfección, tomamos
lo que queremos sin respeto alguno, sin evitar causar sufrimiento a lo que
consideramos inferior y nosotros. Lo destrozamos todo y nos desplazamos a otro
lugar en el que poder seguir cogiendo todo cuanto queremos, al final sumiremos
a la fauna y a la flora en un invierno gélido y pesimista del que no la
podremos sacar.
Yo
sigo teniendo una ilusión, una chispa de esperanza. Algún día seremos
conscientes de la belleza natural de la naturaleza y haremos algo para poder
cambiarlo todo, para que la naturaleza deje de sufrir y de marchitarse, para
tener una primavera eterna, sin inviernos desoladores ni veranos devastadores.
Laura
Altagracia Acosta Pérez
Colegio International School Buitrago
(Buitrago de Lozoya, Madrid)