I, II Premio Antonio Machado

 PREMIOS Y TRABAJOS PRESENTADOS

I PREMIO ANTONIO MACHADO
La educación en la protección y desarrollo de la naturaleza y el medio ambiente”



MODALIDAD: ARTE VISUAL

1º Premio, Categoría A
Sara Moreno de Bustos
“El cierzo corre por el campo yerto”
IES Politécnico



CATEGORÍAS

A
ESO y Ciclo FP Básica
Bachillerato y Ciclos Formativos de Grado Medio 


2º Premio, Categoría A
Irene Soria de la Dedicación
“Machado en Castilla: el Olmo Seco”
IES “Castilla”



1º Premio, Categoría B
Belén Martínez Romero
“Campo de tormenta”
Escuela de Arte y Superior de Diseño de Soria





2º Premio, Categoría B
Beatriz Liso Rodrigo
“El Duero”
Escuela de Arte y Superior de Diseño de Soria





MODALIDAD: POESÍA

1º Premio, Categoría A

Alejandro García Burgaleta

IES “Margarita de Fuenmayor” de Agreda




Nerea Baena, IES Politécnico 



Dalia Abad, IES Politécnico

Ana Paula Moreno, IES Politécnico



Diego Álvarez, IES Politécnico 



Alejandro Tomás Pérez
El Hijo de una estirpe
IES Virgen del Espino



Cenaida Largo, IES Politécnico


Álvaro Ayllón, IES Politécnico



Lucía Hernández, IES Politécnico



Noelia Revilla, IES Politécnico




















Belén Smith, IES Politécnico







Mayela Asensio, IES Politécnico



Moisés Rodríguez, IES Politécnico

Sara Fuentelsanz, IES Politécnico 











Carla Gijón, IES Politécnico 




Alfonso Rincón, IES Politécnico 



Andrea Martín, IES Politécnico 




Patricia Gil, IES Politécnico 



Lara Alcalde, IES Politécnico 




Elisabeth Marina, IES Politécnico 



Lucía Hernández, IES Politécnico 



Alfonso Rincón, IES Politécnico 



Ismael Muñoz, IES Politécnico 







Wiam Mouri, IES Politécnico 



Rubén Pérez, IES Politécnico 



Nicole Melo, IES Politécnico



Javier Esteras, IES Politécnico 



Cristina Jiménez, IES Politécnico 



Natalia Alonso, IES Politécnico 



Natalia Arancón, IES Politécnico 



Miguel Torcal, IES Politécnico 




Inés Gil, IES Politécnico 



Ana Pascual, IES Politécnico


José Carlos Borque, IES Politécnico 



Sara Herrero López
El hombre de estos campos
IES Virgen del Espino 


Edurne Casas, IES Politécnico 


María Ruiz, IES Politécnico 











Ara Hakim, IES Politécnico 







Aroa García, IES Politécnico 



Elena Cid, IES Politécnico 



Laura Rodríguez Cárdenass
IES Castilla



Jorge Gijón Ortega, IES Castilla



Marta Blasco Fernández, IES Castilla 




David Mendoza, IES CAstilla



Jorge Gijón Ortega, IES Castilla 


Clara López Cortes, IES Castilla


Iván López Negredo, IES Castilla

Clara Moreno Antolín, IES Castilla



Verónica Tarancón Remacho, IES Castilla


Alvaro Fernández Jiménez, Nuestra Señora del Pilar. Esoclapios. 


Laura García Roldán, IES Castilla

Davida Camacho Prieto, IES Castilla




Estela Tarazona Calvo, IES Castilla


Raquel Salcedo Hidalgo, IES Castilla



Anabel Carpintero, IES Castilla 

Celia Sáenz de Miguel, IES Castilla



Estela Tarazona Calvo, IES Castilla




















Alba García Galán, IES Castilla



Natalia Oñez Martínez, IES Castilla





Nerea Carazo García
Allá en las altas tierras
IES Virgen del Espino 

Allá, en las tierras altas,
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, entre plomizos cerros
y manchas de raídos encinares,
mi corazón está vagando, en sueños...

Elena Virto Magallón
El roble es la guerra
IES Virgen del Espino


El roble es la guerra, el roble
Dice el valor y el coraje,
Rabia innoble
En su torcido ramaje,
Y es más rudo
Que la encina, más nervudo,
Más altivo y más señor.


Alejandro Delso Rodríguez
Son de abril las aguas mil
IES Virgen del Espino

Son de abril las aguas mil,
sopla el viento achubascado,
y entre nublado y nublado
hay trozos de cielo añil. 



MODALIDAD: NARRATIVA

1º Premio, Categoría A
Mario Jiménez Molina
“Estaciones”
IESO “Villa de Moncayo” de Olvega 

ESTACIONES 

Y aquí desde mi exilio, solo puedo volver la vida atrás y recordar, de mis raíces, aquellos tiempos de calma y armonía. ¡Oh Campos de Soria, que me vísteis deambular por tus frías pero acogedoras calles!
Comenzaban los verdes prados y laderas que discurrían por las llanuras. Las flores despertaron de su letargo, igual que mi corazón despertó al amor.
Leonor era joven y bella; bella como las amapolas en los verdes trigales. Sus rizos discurrían por su cuello como arroyos  y cascadas  que surcan la montaña. ¡Ay!... Recuerdo también su dulce rostros reflejado en el espejo de la Fuentona cuando los rayos de sol se colaban entre el follaje de los árboles.
Y tras los chaparrones de abril, disfrutábamos el olor a yerba mojada de camino al “Gran Cañón”, donde al caer la tarde éramos sorprendidos por las nubles y el frescor de las últimas horas.
Los tórridos campos y el calor estival fueron acompañados por el trino de las aves que, más felices que nunca nos amenizaban las largas tardes.
Aquel día, Leonor estaba radiante con el velo blanco que cubría su cara.
Trigales dorados mecidos entre la brisa y acariciados por las perdices, esperaban impacientes la siega.
¡Qué ganas tengo de volver a sentarme frente a la Iglesia de Santo Domingo y contemplar cómo la ciudad se sumerge en la noche!
Con el cambio de estación, las hojas caían desnudando a los árboles y tiñendo los bosques de ocre pardo y naranja; con ellas nuestros paseos a la margen del Duero abrían surcos entre mantos secos. Al fondo, San Saturio, apéndice de la montaña, contemplador del río.
Y a medida que los días menguaban, el primer sol de la mañana empezaba a tibiar los fríos despertares de la Soria invernal; auroras efímeras, rostros pálidos, inacabable lucha. Tierra nervuda y álgida, que el alto del Moncayo cubrían de espesa nieve, hija de tu invierno.

La Laguna Negra parece ahora algo irónico; su cristal se rompía en mil pedazos y las águilas, al alzar el vuelo, revestían la zona.




2º Premio, Categoría A

Elena Arizmendi de Pablo

IES “San Leonardo”


Un paseo cerca de Soria


Este verano, paseaba con mi perro a orillas del Duero. ES algo que vengo haciendo desde hace muchos años, concrétamente desde que me fui de mi tierra, Soria. La necesidad de trabajo es algo que obliga mucho y a mí me obligó a alejarme de mi tierra. Hace veinte años que me fui de aquí, porque no tenía trabajo. Tenía veinticinco años y toda la vida por delante.
Estuve mucho tiempo sin venir, pero ni un solo día dejé de tener presente a mi tierra, Soria, y a su río, el Duero. Mi rato diario de lectura de Antonio Machado me traía a la mente imágenes muy reales y acrecentaba mis ganas de volver. Como digo, estuve dos años sin venir, pero, al tercer verano, volví. Desde entonces, paso las vacaciones de verano aquí. Cuando hace buen tiempo, salgo de paseo con mi perro. Esta mañana, concrétamente, hemos salido para hacer ese recorrido que hizo Machado y que tantas veces he repetido.
Hacía calor, mucho menos que en otros lugares, pero, lo hacía. Mi perro ya es un poco viejo y me acompaña evitando las carreras. Sabe que no debe cansarse y que yo no quiero perseguirle. Hemos caminado junto al río, agradeciendo la humedad que aporta al aire, pero teniendo cuidado para no pisar los charcos.
Vamos por la sombra y nos detenemos mirando al río. Baja poco agua y mete poco ruido. En algunos remansos vemos algún que otro pez. Nunca he distinguido los peces del río, así que no me atrevo a afirmar qué peces son. Entre las piedras de la orilla vemos pequeños insectos y mi perro siente curiosidad y acerca su nariz a ellos. Los insectos siguen con su actividad ajenos a nosotros. Tal vez sea porque resultamos tan gigantescos a su lado que ni nos ven.
Hay algo que me hace gracia de mí mismo. Huelo a setas. Ya sé que en el mes de julio no hay seas en el monte, pero yo las huelo. No están, pero se mantiene su olor, o, tal vez, solo sea mi imaginación.
Subimos a lo alto de una pequeña loma y miramos los trescientos sesenta grados del paisaje. Vemos Soria, el río Duero, árboles, prados, aves que se mueven en el cielo y que viajan del fondo azul al fondo blanco y acolchado de las nubes. Bajamos de la loma y seguimos el paseo alejándonos un poco más de mi ciudad. Hace más calor y parece que el suelo cruje más, que está más seco. El paisaje ha perdido ese color verde y se va volviendo cada vez más amarillento. Es un color más solitario, más silencioso, pero más hostil. Me parece pensar en una Soria diferente, que me gusta menos.

A lo lejos, dos siluetas humanas. Un hombre y una mujer, que, sin intención, vienen hacia nosotros. Conforme nos vamos acercando, sus formas se definen. No son jóvenes, pero tampoco viejos. Su paso es de caminante más que de paseante. Su ropa deportiva y su calzado multicolor denotan que están habituados a esa actividad. Nos encontramos y nos saludamos cortesmente. Continúan su marcha hacia Soria. Pienso y casi seguro que estoy en lo cierto que están volviendo. Se alejan un poco. Mi perro y yo nos miramos y volvemos también. Subiremos la loma. Caminaremos por la orilla del Duero e iremos a casa. Nuestro paseo de hoya habrá terminado. Mañana por la mañana, si Dios quiere, volveremos otra vez. Tal vez el recorrido sea el mismo o tal vez varíe algo. De todas las formas seguirá siendo nuestro paseo por Soria. 




1º Premio, Categoría B

Jaime Jiménez Omeñaca

IES “Margarita de Fuenmayor” de Agreda 

En busca del imperio de las palabras

Sentía el gélido viento entre cada pluma de mis alas; notaba cómo el aire caliente, proveniente del desierto suelo, me empujaba hacia arriba en un intento inútil de derribarme y lanzarme al suelo que sobrevolaba. Oía al resto de las aves volar por debajo de mis majestuosas alas; les oía piar intentando evitar el calor de la árida tierra que dormitaba. Era imposible evitar escuchar las conversaciones de las urracas, las peleas de los pequeños gorriones o el canto del solitario halcón, pero, ¿cómo evitar en esta vida escuchar el murmuro de la sociedad o el humo de las fábricas?
Seguía volando en solitario cuando por fin vi las puertas de mi destino. Unas murallas roídas acompañadas de unas solitarias casas, con las paredes comidas por el hambriento viento que  mordía la zona. El viaje había sido muy largo y esperaba que el esfuerzo me trajera un gran imperio que gobernar, porque es por eso por lo que estoy aquí, para encontrar mi sitio; o si no, ¿por qué me habrían llamado águila imperial?
En mis sueños me imaginaba unas ciudades majestuosas, con grandes árboles con frutas colgando entre las alargadas ramas sujetadas únicamente por la suave brisa que acaricia el suelo primaveral.
Se acercaba el invierno, y con él, el gélido amo de los vientos, el temido Cierzo que araña y alborota las blancas nieves que llegan de la mano junto con el ensordecedor sonido del silencio.
No he de tener miedo de cazador o asesino alguno, ¿quién vendría a cazar a este gélido mundo? Mi objetivo aún muy lejos debe estar, porque ni mis agraciados ojos pueden ver palacio alguno.
Sigo volando sin destino, en busca de mi preciado y grandioso templo, en el que los árboles tengan grandes copas con suaves hojas en las que poder poner a descansar mis pesadas pesadillas y dejar flotar mis livianos y dulces sueños. Un palacio en el que el silencio sea la música de las aves, el cantar del agua al flotar sobre el cauce tejido por sus compañeros. El rítmico sonido de los cuadrúpedos al huir del lejano ruido de las ciudades y del alboroto provocado por los bípedos e insignificantes destructores del mundo natural.
En la lejanía, pude ver una agrupación de álamos de dorada corteza, y de chopos llenos de hojas secas, agitadas por el frío y seco Cierzo. El sonido de las muertas hojas acompañaba una melodía hermosa y entristecida. Parecía el llanto de un viejo río que se lamentaba de su triste y alargada experiencia.
Decidí no acercarme a ese doloroso páramo hasta la llegada de la primavera, en la que pasó de ser una melodía apenada a un alegre susurro que adornaba el seco paraje en el que me encontraba. Extendí mis alas y me acerqué a esa delicada música que hipnotizaba mis oídos. Mientras me acercaba, oía el cantar amoroso de los enamoradizos ruiseñores. Entonces, lo encontré, era el palacio que tanto anhelaba, pero disfrazado de un río de palabras.

2º Premio, Categoría B
Laura Ruiz Morales
“La importancia de las semillas”
IES Antonio Machado 


LA IMPORTANCIA DE LAS SEMILLAS

Normalmente, se protege lo que uno quiere, lo que ama, lo que necesita… Los padres protegen a sus hijos, y les enseñan a cuidar de sus juguetes más preciados para que no se rompan, y el espacio que les rodea, para conseguir el bienestar.
¿Es eso lo que quiso transmitir Antonio Machado en su romance La tierra de Alvargonzález? En él se relaciona la maldad y la codicia con la infertilidad de la tierra, la degeneración del legado paterno, que sólo se recupera cuando vuelve el hermano que se preocupa por devolver a ese entorno la tranquilidad de su juventud.
La naturaleza es nuestro legado, ¡el de todos!, y si no la protegemos, se rompe y recordaremos los versos de Machado. “Álamos del amor que ayer tuvisteis de ruiseñores vuestras ramas llenas”. Debemos evitar ese “ayer” para que siga siendo hoy. Tenemos que conseguir que nuestros jóvenes sientan su tierra como la sintió el poeta, y enseñarles a cuidarla, mostrándoles las consecuencias de nuestros actos.
Estamos en la era de la tecnología. Tenemos objetos inteligentes, máquinas y vehículos que minimizan nuestros esfuerzos, la sociedad nos empuja a emplear nuestras horas de ocio en “cosas que se enchufan”… Pero desde ahí no se huelen las flores, ni se ven crecer las manzanas que comemos todos los días, ni vemos la huella de esos animales que ayudan a que el ecosistema se sostenga. Hay muchísimas personas que sólo han visto animales en la televisión, en los zoos, en internet… Esto supone un gran empobrecimiento cultural en todos los sentidos, el no conocimiento del hábitat natural impide el descubrimiento de todo lo que es necesario para que se mantenga. Aparecen movimientos de personas que intentan cambiar las rutinas ancestrales de la supervivencia animal, sin calcular lo que esto interfiere en todas las especies, con efecto dominó. Los residuos de las “cosas enchufables” están haciendo un agujero en la capa de ozono. Tanta tecnología no es capaz de arreglar los daños causados por humanos inconscientes. ¿Puede un ordenador reparar un río contaminado, sus peces muertos, sus plantas enfermas…? Nos decía Antonio Machado en sus Proverbios y Cantares:
XII
¡Ojos que a la luz se abrieron
un día para, después,
ciegos tornar a la tierra,
hartos de mirar sin ver!
XIII
Es el mejor de los buenos
quien sabe que en esta vida
todo es cuestión de medida:
un poco más, algo menos…

Es el ser humano el que tiene que cuidar su entorno, el que debe encontrar esa “cuestión de medida” de la que nos hablaba el poeta. Antonio Machado valoraba la naturaleza en casi todos sus poemas, lo que evidencia la importancia que tenía para él. Ese es su lugar. El amor a la naturaleza, el respeto a lo que nos rodea. ¿No es esa la base de la educación?
Amor y respeto. Para que nuestros futuros literatos puedan seguir escribiendo sobre nuestros paisajes, para nos sigan alegrando la vista y llenando nuestros pulmones, para que nos siga dando de comer, para mantener vivo el planeta.

¡Las figuras del campo sobre el cielo!
 

Dos lentos bueyes aran
 
en un alcor, cuando el otoño empieza,
 
y entre las negras testas doblegadas
 
bajo el pesado yugo,
 
pende un cesto de juncos y retama,
 
que es la cuna de un niño;
 

y tras la yunta marcha
 
un hombre que se inclina hacia la tierra,
 
y una mujer que en las abiertas zanjas
 
arroja la semilla.
 

Bajo una nube de carmín y llama,
 
en el oro fluido y verdinoso
 
del poniente, las sombras se agigantan.
 
Campos de Castilla IV

¡Plantemos nuestras semillas”


OTROS TEXTOS PRESENTADOS AL CONCURSO




EL MILAGRO DE LA PRIMAVERA

Unai Modrego Ruiz

IES Antonio Machado

Érase una vez, en una ciudad castellana de altos linajes, con bellos y señoriales palacios, espaciosos jardines y largos paseos. Con gentes abiertas y hospitalarias, como si no fuera con ellos el protocolo castellano de gente sabia y de mentalidad cerrada. Aconteció un suceso inexplicable, como si de un milagro de primavera se tratase: el renacer de la vida, la esperanza de la vida.
Hace muchos años, parte de lo que hoy es la ciudad era un frondoso y espeso bosque, donde habitaban y convivían infinidad de diminutos y mágicos seres. Entre estos graciosos seres había duendes. Uno de estos duendes era “Tonio” y su esposa “Leo”, que vivían bajo un viejo olmo. Con el tiempo, por suerte o por desgracia, la ciudad fue creciendo y ocupando el bosque. Plantas y árboles dejaron de formar parte del paisaje. Árboles talados, plantas pisoteadas, dando paso a adoquines de piedras, casas y pequeños jardines. Solamente se salvó el viejo y centenario olmo, gracias a su belleza y frondosidad. Lo único que dio vida a un entorno frío.
Nuestros amigos Tonio y Leo decidieron continuar viviendo bajo el viejo olmo, a pesar de que sus amigos tuvieron que buscar nuevos refugios, y nuevas formas de vida, en bosques más lejanos. La magia del matrimonio hacía que el olmo fuera refugio para caminantes, lugar ideal de juegos para niños, que daban vida, paz y alegría, y al caminante le hacían retomar el camino con más ánimo.
Pero ocurrió algo que haría cambiar la magia del lugar. La pareja tuvo que partir al gran bosque para recurrir ayuda médica del “Anciano duende”. Leo estaba enferma y necesitaba su ayuda. Pero mucho tiempo pasó y el pobre olmo, enfermo de tristeza por la ausencia de los duendes, perdió las hojas, el tronco se quedó completamente carcomido y por la mitad podrido. Las únicas formas de vida eran filas de interminables hormigas y telarañas. Su estado era lamentabale, afeando el entorno. Visto lo visto, las autoridades decidieron talarlo, a no ser que en primavera volviese a brotar. Ya habían dispuesto donde usarlo una vez talado: yugo de carretas, leña, o, incluso, tirarlo al río.
Los ruiseñores del Olmo avisaron a Tonio de lo que se proponían. Enseguida retomó la marcha, no se lo pensó dos veces, tenía que evitar tal barbaridad. No permitiría que lo que fue su hogar durante años y años fuera destruido. Además, su esposa Leo había fallecido recientemente. El anciano no pudo hacer nada por salvarla.
El camino era largo y duro, pero con decisión tomó rumbo a su casa con una mochila donde llevaba las cenizas de su esposa que tanto deseaba y su bastón mágico. Se recordó la frase: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Tenía la espearanza de llegar a tiempo a salvar a su hogar; era invierno y todavía quedaba algún mes para que llegara la primavera. Después de innumerables peligros y frío en el invierno, Tonio llegó hasta su hogar. Se había pasado el mes de abril lloviendo, en plena primavera el mes de mayo, no se veían brotes en el viejo olmo. Definitivamente había que talarlo .
Cuando llegó Tonio y vio el viejo olmo se quedo estupefacto; sus ojos se llenaban de lágrimas, a su mente llegaron imágenes de otros tiempos en compañía de su esposa. Pero enseguida reaccionó, recordó que había perdido el bastón mágico en el bosque, en una brutal lucha con lobos, pero eso no le desanimó. Sabía que tenía un arma más fuerte: Leo estatutaría con él.
Las autoridades propusieron la fecha para talar el Viejo Olmo. Tonio cogió el petate, sacó el frasco que contenía las cenizas de su esposa, lo besó, lo abrió y esparció las cenizas de Leo por el olmo. Una suave brisa ayudó a que todo el entorno se impregnara de las cenizas.
La noche anterior a la tala los paseantes se quedaban boquiabiertos al ver al viejo olmo como si tuviera vida. Estaba completamente cubierto de estrellas de colores, que lucían intersantemente. La gente huía despavorida, pensando que eran las ánimas del purgatorio, puesto que el cementerio estaba al lado.
A la mañana siguiente, ya no había luces, ni estrellas, lo sorprendente fue que estaba más frondoso que nunca. Alrededor brotaban flores de colores. Nadie se lo podía creer hasta que no lo viese. Toda la ciduad pudo verlo, el olmo viejo durante la noche estaba plagado de estrellas y luz, y, durante el día, de flores de todos los colores, manteniendo su frondosidad y frescura durante todas las estaciones del año.
Esto es lo que nos han contado: cuento, leyenda, o realidad. Lo dejo a su elección. ¿Qué pasó después de esto? No lo sabemos. Lo que sí está claro es que en una ciudad castellana, Soria, hay un Viejo Olmo que es el símbolo y emblema de la ciudad y quien se acerque a él se quedará impregnado de espíritu de esta entrañable historia.
Ha pasado mucho tiempo, pero ese lugar no ha dejado de perder su magia y atracción. Ha sido, es y será, centro de atención y devoción para paisanos y visitantes.






EN LA OTRA VIDA

Ana Martínez Buberos

IES Antonio Machado

Me lo prometí un par de veces. Lo juré en repetidas ocasiones, y ahora, a orillas del Duero, me atrevo a confirmar que esta será la última vez que volverás a saber de mí, y es que estos serán los últimos minutos de mi tiempo que perderé en ti, jamás volverás a escucharme decir “dame tu mano y paseemos”, porque esta es la última carta que te escribo.
Me hiciste daño, mucho, pero no puedo evitar acordarme de los versos de Machado, cuando pienso en ti, tierra triste y noble la de los altos llanos y yermos y roquedas, de campos sin arados, regatos ni arboledas; decrépitas ciudades, caminos sin mesones y atónitos palurdos sin danzas ni canciones que aún van, abandonando el mortecino hogar, como tus largos ríos, Castilla hacia la mar. Así, poco a poco, fuiste olvidando y distanciándote de mí. Dejándome sola.
¿Qué haremos ahora con esos chopos del río, que acompañan con el sonido de sus hojas secas el son del agua, cuando el viento sopla, esos que tienen en sus cortezas grabadas iniciales que son nombres e enamorados, cifras que son fechas? Ya solo queda esperar. Nuestro final será peor que el del olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido. Todas aquellas veces que caminamos por los senderos del Duero ya solo son recuerdos. El día es oscuro y hoy todo es un poco más triste sin ti.
No todo fue malo, y por ello también aportaré un silencioso gracias a esta historia. Me enseñaste a evadirme de mis problemas en los lugares más carismáticos y desconocidos para el resto del mundo, y ahora no hay un rincón escondido entre los campos de Soria que no me recuerde a esos paseos que dábamos juntos cuando aún me querías. Y ahora pasa la primavera, y vuelve el frío, el caminante lleva en su bufanda envueltos cuello y boca, y los pastores pasan cubiertos con sus luengas capas. Ya nadie pasa. Desierta la vecina carretera, desierto en torno de la casa. Ya no pienso que en los verdes prados he de correr con otras doncellitas en los días azules y dorados, cuando crecen las blancas margaritas, pues mis ojos, hoy apagados, solo ven cosas marchitas.
Ya no creo en el amor, porque tú me has fallado. Ya no creo en ti, ni en tus falsas promesas donde asegurabas quererme para siempre. Ya no volverá a tener dueño mi sonrisa. Porque nadie la merece más que yo. La campana de la Audiencia da la una. Ya es la hora, me despido, adiós, tierra de Soria; adiós al alto llano cercado de clinas y crestas militares, fantasmas de robledos y sombras de encinares. En la desesperanza y en la melancolía de tu recuerdo, amado mío, mi corazón se abreva. Me despido de todo aquello en lo que un día creí y de todo por lo que algún día luché.

Ahora valora si merece la pena jugar, disfrutar y curarse las heridas o no empezar la partida. Ojalá que te vaya todo bien y no volvamos a vernos en otra vida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, es momento de ser feliz y empezar a creer en mí. 


UNA PARADA

Carmen Aparicio Julve
IES “Margarita de Fuenmayor” Agreda

Eran las nueve de la noche cuando mi Jeep decidió no moverse, literalmente, se quedó parado en medio de la carretera dejándome tirada. Hacía tres kilómetros que había dejado atrás el cartel tachado de una población perdida, de cuyo nombre no me acuerdo. Tenía dos opciones: A) Llamar al seguro y esperar a que un coche llegara antes de que anocheciera y B) caminar hasta el pueblo y buscar una solución desde allí. Quedando descartada la primera opción por la inexistente cobertura, caminé por el margen de la carretera hacia la población.
El sol se escondía tras una sierra frondosa y salvaje. En el cielo tan sólo quedaba un rastro de luz eléctrica. La fresca brisa traía aromas de las hierbas silvestres, y mecía el mar de espigas. A lo lejos, en el pie de la sierra, se extendía una laguna con una caseta en la orilla casi devorada por la vegetación.
         Cuando la oscuridad a penas me dejaba ver mis pies llegué al pueblo. Una farola iluminaba la plaza desértica y en la esquina se podía leer un letrero “Hostal”. Allí dentro había tres personas: el camarero, un chico joven, y dos ancianos sentados en una mesa jugando a las cartas sobre un tapete verde. Me acerqué a la barra y pregunté si tenían alguna habitación. El joven me miró desconfiado y le expliqué el incidente con mi coche. Entonces una señora con delantal y un moño despeinado salió de la cocina.
-El hostal hace cinco años que está cerrado, cariño, ahora sólo utilizamos la parte del bar, pero conociendo tus circunstancias podemos abrirte una habitación. Mañana puedes solucionar lo de tu coche, hay una cabina de teléfono en la Plaza de San Lorenzo dos calles más abajo, es el único sitio desde el que se pueden hacer llamadas.
La señora se llamaba María, era la dueña del local. Fue muy amable conmigo y tenía un instinto maternal, pero en sus ojos se podía ver el cansancio de una vida dura y de nostalgia.
-Muchas gracias, sólo será una noche, hasta que llame al seguro y se solucione todo.
-No te preocupes, cielo, que ahora mismo Pablo prepara la habitación. Eso sí, no esperes cinco estrellas.
La habitación era pequeña y fría, habían dejado unas mantas sobre la cama. De vez en cuando la tenue luz se iba como si fuesen bajadas de tensión. Estaba cansada y lo único que quería era dormir y olvidarme de aquel día, pero unos golpecitos sonaron en la puerta. Era María.
-Siento molestarte, sólo quería decirte que el baño está al final del pasillo y que si tienes frío hay una estufa en el armario. Buenas noches.
-Gracias y buenas noches.
Antes de meterme en la cama, salí de la habitación para ir al baño. El largo pasillo era de color verde y en sus paredes había colgadas fotos, en blanco y negro, en color, recortes de periódicos… En una se veía la plaza del pueblo adornada con banderines, la gente estaba reunida celebrando las fiestas del pueblo. No parecía la misma plaza por la que había pasado esa noche. En otra se veía la sierra, una sierra cuidada y limpia, a sus pies una laguna en la que había ranas en los nenúfares y grillos entre los juncos. No recordaba haber oído ningún grillo. Y en la caseta recién pintada unos niños merendaban. El titular de un recorte de periódico decía “Incendio en la sierra. Una desastrosa consecuencia de no limpiar nuestros bosques”. Había otros titulares como “Top 10 de los pueblos fantasma” y subrayado en amarillo el nombre de este pueblo en el puesto número cinco. No recuerdo nada más, me quedé dormida.
Eran las nueve de la noche cuando mi Jeep decidió no moverse, literalmente, se quedó parado en medio de la carretera dejándome tirada. No había ninguna población en 100 kilómetros hacia cualquier dirección. Sólo podía hacer una cosa, llamar al seguro y esperar a que un coche llegara antes de que anocheciera. Apoyada sobre el capó miré el paisaje, la sierra en frente estaba quemada, la laguna de sus pies se había secado y los campos estaban mustios. Las ruinas del pueblo fantasma con el cartel roto que había pasado hacía tres kilómetros, quedaban iluminadas por el sol que se escondía tras la sierra.
Definitivamente allí ya no había nada.

              
SOLO RECUERDOS

Ángela Murillo Ruiz
IES “Margarita de Fuenmayor” Agreda

Paseando por los campos de Soria, esta bella ciudad castellana, vuelvo a encontrarme con aquellos álamos dorados junto al Duero, que parece sonreírme con su cara de plata.
No he sentido nunca algo tan maravilloso como el sonido de sus aguas al deslizarse ante mi vista, mientras el sol ilumina mi rostro y un frío húmedo recorre todo mi cuerpo dejando mis sentimientos a flor de piel.
Al volver a este lugar, vuelvo a encontrar los viejos álamos dorados que me hacen recordar quién soy tras las murallas viejas de Soria, de las que aún puedo observar restos de piedras que quedarán en mi memoria hasta la posteridad, o con eso me quiero engañar.
Junto a los álamos, altivos y hermosos en este fresco día soriano, encuentro unos chopos que acompañan con el sonido de sus hojas secas el ruido que provoca el agua del río al chocar.

Sigo paseando a través de mis recuerdos al son del agua mientras el viento sopla y me doy cuenta de que cada árbol tiene en sus cortezas grabado el nombre de jóvenes enamorados, ignorantes aquellos, que empezaron a sentir un día una ilusión que probablemente quedó en solo eso; aunque puede que no y ese árbol mantenga las iniciales de un amor perpetuo, verdadero y feliz, eso que yo he sido incapaz de encontrar en 40 años de vida, un amor placentero que me hubiese hecho capaz de sentirme completo conmigo mismo.
Ese amor no encontrado es el que me ha llevado hoy a estar aquí, paseando al ritmo del agua, gozando de los álamos que me hacen compañía en mi soledad, que me hacen reflexionar sobre un querer o no querer en mis últimos 50 años de vida.
Álamos del amor, álamos de mis sueños, los únicos que me permiten recordar quién soy, qué he hecho y a quién he conocido.
Recuerdos y solo recuerdos, de eso estamos repletos los seres humanos, recuerdos que vienen y van o en mi caso que solo se van.
Desde que comenzó mi enfermedad, este es el único lugar donde me siento alguien, escuchando el piar de los ruiseñores que vuelan por encima de las ramas y hojas secas de los chopos, que transmiten alegría a los días fríos y húmedos de Soria.
El otoño pasa, las hojas se caen, llega el invierno, los álamos dorados se cubren por la fría y blanca nieve, pero su belleza nunca desaparece.
Tras el invierno llega la primavera y yo sigo sin poder recordar, siento nostalgia, melancolía y no puedo abandonar el lugar que me hace soñar.

La primavera llena los campos de Soria de liras, perfuma el viento que sopla en los laterales del río Duero, avisando de que el verano no tardará en llegar.
Vuelvo a la realidad, dejo de imaginar, y ya he olvidado todo lo que he estado imaginando.
Así vivo mi día a día. Vengo a pasear cerca del Duero, dejando que el viento sople en mi rostro, sintiéndome grande en este tránsito al que llaman vida.
Cuando mi imaginación deja de volar, como los ruiseñores, yo dejo de recordar.
Mi enfermedad sigue avanzando y mi mente cada vez se apaga más.
No hay vuelta atrás.
Se acabó.



LA LAGUNA 

Darío de Miguel Sanz
4º ESO IES San Leonardo

La alarma sonó bruscamente. Juan se despertó de repente con más sueño de lo habitual. Como de costumbre, desayunó en la pequeña cocina de su piso de Madrid. Cuando se disponía a vestirse, se acordó de que no era un martes de mayo cualquiera. Se iba de excursión con su profesor de lengua a Soria (zona desconocida para él). Ya en el autobús, a medida que avanzaba, se iban acercando más y más a su destino, hasta que empezaron a ver distintos paisajes, primero inmensos campos de cereal, ahora de un verde fresco e intenso; después, un mar de pinos hasta donde alcanzaba la vista, y finalmente, tras subir innumerables cuestas, llegaron a su destino: la Laguna Negra.
Allí Juan observó el color oscuro del agua y un escalofrió le recorrió la espalda, al escuchar al guía que no tenía fondo. Los chicos jugaron a diversos juegos en la orilla para no quedarse fríos, ya que el viento era terrible. Seguidamente, el profesor les contó la historia de las “Tierras de Alvar González”, de un tal Machado, el cual le sonaba de clase. Realmente, como explicaba el profesor, no era suya la historia sino de la gente de Vinuesa, un pueblo cercano donde el cuento era ya leyenda. Juan escuchó atento la terrible historia en la que dos hijos matan a su padre para conseguir sus riquezas y, seguidamente, lo echan a la laguna para no dejar rastro. Dicen que los lamentos de uno de los hijos aún se escucha en el agua. La zona del centro de la laguna empezó a moverse y a Juan el miedo le invadió sus piernas y brazos notándolo agarrotados y temblando. Todo cesó cuando recordó que eran comunes los remolinos.
A la vuelta de su viaje, pasó por Soria, una ciudad pequeña para Juan, pero no por eso poco interesante. Caminaron por un paseo por la orilla del Duero y así llegaron a un olmo seco del cual Antonio había escrito. Al terminar de leer el poema, los alumnos afectados por el mensaje de este, se veían melancólicos, ya que hablaba del árbol que simbolizaba la mejora de la esposa del poeta, que recayó más tarde, y murió. Juan pensaba en los largos y solitarios paseos que Antonio se daba por allí y una sensación de pena le invadió el corazón.

Ya había casi anochecido cuando llegaron a Madrid. En el vieja Juan había soñado con la traición de los hijos, con la laguna y el olmo. Al llegar a casa se tumbó en su cama y durmió plácidamente y decidió que aquella vivencia nunca se le olvidaría. 

Soria Fría

¡Y qué vamos a hacer los Sorianos
cuando no baje de veinte grados!
El olmo que pintó Machado
no será partido por un rayo
sino por el sol que lo ha abrasado.

¡Y qué será de esas frías noches de verano
siendo la envidia, del hemisferio olvidado!
Lloraremos cuando no nieve en Valonsadero,
haremos más caudaloso el Duero que el Ebro,
con tristes lágrimas sus peces ahogaremos.

¡Oh, Soria fría!
Defiende la natura mía
para seguir siendo la que mis abuelos conocían.


2º Premio, Categoría A

Víctor Lavilla Fraguas

IESO “Villa de Moncayo” de Olvega


DÍAS DE VERANO


Comienza el día en el monte secano
los pájaros lo anuncian por todos lugares,
el furtivo dispara a un corzo lejano
tiemblan los árboles crepusculares

el buen pastorcillo del Araviana bebía
disfrutando del paisaje estaría todo el día
pero es necesitado por el ganado trashumante
éste es semejante a un gran caminante

el mediodía a Ólvega ha llegado
el Moncayo en su esplendor vislumbra a mi vista
mientras que las manzanillas han brotado
la abejilla pulula siguiendo los olores romanticistas

en menos de un suspiro llega el anochecer
el sol en la sierra va dejándose caer
a por su último alimento se dirigen los animales
y yo gozoso me dirijo a mis lares. 




OTROS POEMAS PRESENTADOS A LA CATEGORÍA A



LA BELLA DEL PRADO

Victoria Andrés Peñaranda
IES “San Leonardo”

Una bella dama de ojos rojos, carmesí rojos,
estaba sentada en un prado con un libro en la mano.
Era un libro de Antonio Machado.
La dama vestía de azul celeste,
con unos zapatos negros y pelo liso rubio hasta las caderas.
Sus ojos en el libro concentrados estaban,
no apartaban su mirada.
A lo lejos, las campanas resonaban
mientras la dama exclamaba:
Otra vez esas ruidosas campanas”.
Su reloj de bolsillo, al llegar a las doce, sus agujas apuntaban.
La dama se levantó cuando oyó cómo los caballos relinchaban.
En el cielo ya había estrellas mientras ella caminaba.
Entonces, la dama llegó a su casa.
Durmiéndose con la luz de la luna que entraba por la ventana.


Y PENSÉ…

Rubén García
IES "San Leonardo"


Río azul, río cristalino,
río que baja y pinares traspasa,
sentado en tu orilla pensé en ella,
pensé en la que mi corazón lleva.

Luego están los campos de trigo,
parecidos a hermosos hilos finos amarillos,
en ellos correrán mis hijos.

Gracias yo doy a la naturaleza
por recordarme quien soy,
por eso sé que en Pinares hoy estoy.

Ese mismo día fui al frontón
donde oí el canto del ruiseñor,
que llena este bosque de calor,
el mismo bosque, hogar del gorrión.

Oh, después bajé al lago
en el invierno helado
y en primavera animado.

Me gustaría un día volver

y sendas nuevas recorrer.


SORIA

Ainara Blancar Aguilar 
IESO “Viila del Moncayo” Olvega


Soria, tierra de ilustres poetas.
Soria, tierra de árida meseta.
Soñar quiero en la Cañada Real,
estepa fría que el sol contempla,
y de mi sueño no despertar jamás,
para poder yo perder la cordura
cada vez, que a orillas del río Duero,
o en lo alto del monte Valonsadero,
pueda contemplar tus amplias llanuras
y la agria soledad
que en tu paisaje abunda.

No es misterio que la Laguna Negra,
silenciosa bajo la luna llena,
una abolladura en la cimera
que son los Picos de Urbión,
es más bella que todo
lo que pueda escribir yo.

Pero ahora y siempre, Soria mía,
mis palabras intentarán
hacer justicia a la nobleza
de la que gente que habita
tus decrépitas ciudades,
largos caminos, montes,
ríos, localidades,
y al amor, Soria mía,
que por tu tierra siente mi corazón. 



EL REFLEJO

Silvia Barrera Carrillo

IESO “Viila del Moncayo” Olvega

Oh tierra nefasta y sobria
para el que de lejos te ve
no conoce tus entrañas
pero ha de saber,
que de la mano del Duero caminas
Mientras contemplas el Moncayo a tus pies.
Chopos enjutos y secos
¡tantos anillos tenéis...!
Oh tierra que tornas
próspera y hermosa,
junio sonriente asoma
pues la Compra presente está.
Montañas alegres
acompañadas de pies
que no dejan de bailar.
Dos semanas más
y tropezamos con San Juan,
nuestro Duero parece tejano;
es el reflejo del vino,
vino añejo y tardío.
Oh tierra auténtica y firme,
en tus botas ilustras el paisaje
y la naturaleza,
que con postín alzamos
mientras nuestra sed calmamos.


Ya no suena la música de la vida

Pablo Arribas Martínez

Escuela de Arte y Superior de Diseño de Soria
Ya no suena la música de la vida
¿Qué fue de aquella sencilla melodía?
¿Quién la arrancó de la brisa?
¿Cuándo se agotó esa maravilla?
Nuestra avaricia la hizo ceniza
Vendimos su verdad y belleza
¿Qué verde dejaremos en herencia?
Será el del bosque
O será de billetes
Guardaremos lo que es nuestro
El regalo de nuestros antepasados
Juntos salvemos la naturaleza
No nos rindamos todavía

El planeta debe mantenerse con vida



1º Premio, Categoría B

Juan Carlos García Hernández
CIFP “La Merced” de Soria


A DON ANTONIO MACHADO

Por la obra que nos dio la vida:
Campos de Castilla

En Castilla nos sentiste,
y en Soria quisiste escuchar
el corazón de los álamos dorados
que las lágrimas del Duero hacen palpitar
al son de las hojas caídas
que hacen ruido al pisar,
celebrando la fortuna
de amar en soledad.

Ni proverbios ni cantares
sabrán lo que es soñar,
recondándote en la Laguna
con ganas de llorar;
allá donde estemos tus Campos,
estará tu libertad.

Recordamos a orillas del Duero
desde aquella Soria pura y fría,
tras la espalda del Moncayo,
donde los ruiseñores están cantando
y las rocas siguen soñando

con que Castilla siempre será campo. 




2º Premio, Categoría B
Alejandro Fernández Jiménez

IES Antonio Machado de Soria 

LAS ANTIGUAS TIERRAS DE CASTILLA


Allá están los Campos de Castilla
desbordados por balidos de ovejas.
El cielo se ensangrienta, las nubes lloran
pues ya no quedan castillos de princesas.
los ríos fluyen y las aguas huyen,
en la búsqueda de una mejor era.

¿Quién fuera mariposa para así escapar?
Escapar del valle, acariciar las sierras.
Cualquier tiempo pasado fue mejor,
susurra la maltratada y antigua tierra.
¡Oh, Campos de Castilla!, ya no sois lugar
para enamorados que su amor confiesan.

Ya no encontrarás flores en el paraje,
tan solo moscas que golosas vuelan.
La niebla turbia lo hace desaparecer
y olvidamos el sufrimiento de la tierra.
¡Oh, Campos de Castilla!, ya no sois lugar
para rosas que su belleza muestran.

El río fluye, mas podemos limpiar
su cauce con azadones y tijeras,
y así despertar del letargo para
volver a soñar castillos de princesas.
¿Oh, Campos de Castilla!, podréis ser lugar
para inspirar de nuevo a poetas. 



Accesit


Carmen Aparicio Julve

IES “Margarita de Fuenmayor” de Agreda


SONETO SIN NOMBRE

En silencio de la ciudad oscura
la brisa entra por la ventana,
contemplando esta tierra cana
y vieja, recordando su hermosura.

Eterna surge la fuente que emana
el agua que corre joven y pura
de la cabeza de Extremadura
baja lamiendo tierras hermanas.

Testigos de una época mayor
campos iluminados por la luna
teñidos de historias de honor.

Conservemos esta olvidada cuna
disfrutemos su enorme valor
con el que ésta brilló vez alguna.

y

María Jiménez Puyuelo

IES “Margarita de Fuenmayor” de Agreda

La alondra

I
En el camino polvoriento,
el cierzo azota mi frente,
borrando  mi paso ausente
y haciendo volar el tiempo,
removiendo el campo yermo.

II
La tierra baldía olvida 
que un día el labriego
con sus hierros la acarició.
En su ocre costra hendida
la mies que será recogida.

III
Cardos, tomillos y bardanas
adornan los montes dormidos.
Escucho  trémolos sonidos.
Bien parecen los suspiros
de la alondra enamorada.

IV
Huye la alondra del viento,
llega presurosa a un zarzal.
Trino resuelto, alta cabeza.
Anuncia que ha encontrado
Un lugar para anidar.



OTROS TRABAJOS PRESENTADOS

Juan Carlos García Hernández
CIFP La Merced de Soria

ENTRE MONTES DE VIOLETA

Sobre el tornasolado manto de hojas
crujían quebrantes a mi paso
acompañado de inmensos matorrales
belleza difuminada entre sus trigales.

Vida que embruja desde el monte
zigzagueando entre el bello horizonte.
Valioso tu campo y su gente
En sus luchas de gran azote simiente.

Campesino embriagado y observante
Enamorado de sus vistas y vigilante.
Sufriendo la soledad y dureza del trabajo
El campesino interior encuentra en su corazón regazo.

Flotan cáscaras del pasado
solidificadas en rocas de rugoso calado.
Punzante en su interior la fina espina
parece que la sangre aviva.

Campesinos y bueyes labrando
brindan al futuro nuestro hermoso legado.
Regalo vistas de oro dorado
mientras en un tronco me siento mirando.

Tractores, polución y edificios
desgastan nuestros buenos oficios.
La tierra de Alvargonzález llora
al la mano del hombre desgastar su aurora.

Amor más puro y profundo no existe
que al de la tierra, fluye, y embiste.
A orillas de la fuente de mi vida
La meseta castellana cura y lava su herida.

Nacido andaluz, trashumante soriano
Campos de Castilla respira Machado.
Campo mío, Campo amado,
Te escribe el más leal castellano.



II PREMIO ANTONIO MACHADO 

POESÍA


1º Premio, categoría A


Laura Herrero Esteban


IES San Leonardo


SORIA, TIERRA DE GLORIA



Esos montes esplendorosos


Con pinos bellos y frondosos


Que protegen con sus ramas


 Pequeños pueblos muy hermosos.

¡Qué magnífico paisaje


Cuando la blanca nieve


Cubre tus parajes!


Allá en la sierra

Donde nace el Duero


Donde siempre está nevado


De un perfecto eterno.


¡Ay, el cielo azul de primavera


Las suaves fragancias de tus riveras!

Blancas nubes


Cubren tus cielos


Surcando tus campos


Empujadas por el viento.


Esa blanca y pura luna


 Toda noche estiliza tu figura


Como un cuadro en el lienzo






2º Premio, categoría A



Óscar Igea García 

IES Margarita de Fuenmayor 



RÍO QUEILES

Bajo un alto techo de nieve
nace un ruidoso río,
con agua pura y limpia,
sembrando vida por donde pasa.

Comparte juegos de infancia,
permite pescas, saltos...
y siempre queda en el recuerdo
de quienes lo visitan.

De un pueblo a otro pueblo
viaja sin parar,
dejando una sonrisa
allá por donde va.

Unas veces ancho, otras estrecho,
pero siempre con la misma actitud.
Cuidemos de nuestro río,
y de su caudal azul. 

Corre río, limpio y claro,
que yo te he de cuidar,
para que llegues siempre blanco,
a tu meta, a tu mar. 




1º Premio Categoria B

LO QUE EL TIEMPO HA CAMBIADO

Jorge Valero Lasfuentes

IES Margarita de Fuenmayor

Tierras de Castilla,
tierras de Machado,
con el pasar del tiempo
todo ha cambiado.

Aún quedan sendas verdes
pero con bordes asfaltados.
Los caminos no son libres,
todos están trazados.

Los trigales crecen fuertes
y perfectamente alineados;
no les falta agua,
están bien regados.

La ciudad crece ausente
de los terrenos robados
a estas tierras nuestras
sin horizontes marcados.

Hasta el olmo viejo
ha quedado encementado.
¡Si lo viera el poeta,
si lo viera Machado!

Solo el río Duero
y San Saturio han quedado,
sus raíces con el tiempo
aún más han arraigado.


2º Premio Categoria B

LA CIUDAD PERDIDA


Jaime Jiménez Omeñaca

¡Escucha!, no te lo pierdas, deja
atrás tus inquietudes.
Mantente alerta.

El piar de los pájaros no espera, el fluir
del Duero se escapa de tus manos, las
suaves brisas se esconden
entre los fuertes vientos lejanos.

¡Corre!, no te lo pierdas, deja
atrás tus inquietudes.
Mantente alerta.

Huye del inmenso ruido, que oprime
tus pensamientos. Escóndete del 
asfixiante humo, que oculta el
majestuoso firmamento.

¿Dónde está ese precioso paisaje,
ese remoto paraje del que huyen 
las angustias?

¿Dónde se encuentran las palabras
que surgen del borbotear del
Duero y su caudal?

¿Dónde se encuentra la desértica ciudad
que enamora los corazones de todo el
que la contempla?

¿Por qué estropeamos tan
grandiosa hermosura? ¿A tal punto
llega nuestro egoísmo, nuestra
avaricia, nuestra ambición?


LOS BUITRES

Rocío Barca Gil

CRA Tierras de Berlanga

Un día de clase normal, nos tocaba clase de geografía en la que estábamos estudiando los animales y nos mandaron un trabajo en el que podíamos elegir cualquier curiosidad sobre algún animal que esté en nuestro alrededor.
A mí se me ocurrió representar a los buitres, y como mi padre es pastor de ovejas, pensé que me sería de ayuda.
Al llegar a casa se lo pregunté a mi padre y me dijo que era buena idea hacerlo de este animal porque él los veía cuando estaba trabajando, pero más cuando él u otro pastor, dejaban a sus ovejas muertas tiradas en medio del campo y los buitres se acercaban a ellas para comérselas.
Me contó varias anécdotas de cuando los veía, por ejemplo un día vio un montón de buitres rodeándole cuando iba a dejar a una oveja muerta en el suelo y cuando la dejó se acercaron todos a por ella porque hacía mucho tiempo que no pasaba por allí con las ovejas y no podía dejar a ninguna por allí, las dejaba más lejos  por lo que estarían más hambrientos entonces acudieron a ella y ya no me contó más porque no quería que supiera lo que vino después, seguramente porque a mí me encantan los animales, sea cual sea.
El trabajo era individual y teníamos un mes para hacerlo porque contaba mucho para la nota final, pero a mí se me pasó muy rápido el tiempo entonces ya quedaba una semana para entregarlo y teníamos un fin de semana por lo que pensé en irme con mi padre un par de días porque me dijo que si quería, podía ir con él porque seguramente se le moriría una oveja muy pronto y tendría que tirarla. Decidí irme con él para ver cómo actuaban los buitres y poner más cosas en mi trabajo. Cuando llegó el fin de semana, ya en la noche del viernes, me dijo todo lo que tenía que llevar para no pasar hambre, sed, frío…Entonces me preparé con él mi mochila para que no se me olvidara nada, bueno, yo me fijaba en lo que él metía en su zurrón para yo meterlo a la vez en mi mochila.
El sábado por la mañana ya preparamos todo y salimos con el coche hasta donde guarda las ovejas y los perros.
Entramos a la nave y ya vimos a la oveja muerta tumbada en la paja, mi padre ya quiso tirarla en cuanto la vimos  para que al volver viera el efecto que hacían los buitres y a lo mejor los veíamos ir hacia allí cuando estábamos en el trabajo.
Al cabo de una hora no vimos a ninguno y llegamos otra vez al sitio donde dejamos la oveja muerta cuando vimos a dos buitres en el suelo a cien metros de la oveja y yo le pregunté que por qué habían muerto pero mi padre no me supo contestar. En casa mi padre llamó a un veterinario para decirle lo que había pasado, entonces quedaron en tener una reunión ellos, algún pastor más y otros que entendían más sobre eso. Cuando mi padre llegó de la reunión, me dijo que la próxima vez que se muriera una oveja, no la tiráramos al campo sino que llamáramos a un señor que vendría a recogerlas y llevárselas a otro sitio, no sé por qué. Entonces así hicimos. Al cabo de unos días, mi padre volvió a llamarle y estuvo hablando no sé qué de que sí funcionaba eso y que ya no se morían más buitres, entonces le pregunté que qué decía y me explicó que los buitres que vimos muertos, se murieron porque nosotros dejamos allí a la oveja muerta y por lo que sea que se murió la oveja, el buitre se infectó y murió de lo mismo, también me dijo que hicieron esa reunión porque ya le había pasado a otros pastores.
La mañana siguiente volví a clase, ya era lunes por lo que me quedaba hasta ése viernes para acabar mi trabajo de geografía aunque ya lo llevaba bien. Cuando volví a casa, me empecé a encontrar bastante mal, me dolía mucho la barriga, por lo que el martes no pude ir a clase ni hacer nada del trabajo ni lunes ni martes.

Cuando llegó el miércoles ya me encontraba mejor y pude volver a clase pero me dijeron que cambiaron el trabajo, ya no era para el viernes, sino para el jueves (mañana) y ya estuve toda la mañana deseando volver a casa para acabar el trabajo lo antes posible. Entonces al llegar a casa me dijo mi padre que hicieron una campaña para que todos los pastores de España tuvieran esta iniciativa para que no murieran tantos buitres, y eso fue una parte de lo que conté en mi trabajo, a parte de las anécdotas que me contó mi padre y, obviamente, todo lo que he conocido sobre ellos en estos días con él.


II PREMIO ANTONIO MACHADO 

ACTO DE ENTREGA DE LOS PREMIOS

7 de junio de 2017

Sala Constitucional

CONGRESO DE LOS DIPUTADOS





Ayer, jueves día 7 de junio, tuvo lugar en la Sala Constitucional del Congreso de los Diputados el Acto de Entrega de los II Premio Antonio Machado de la "Educación en la protección y desarrollo sostenible de la naturaleza y el medio ambiente. Agenda 2010"

El Acto estuvo presidido por Dña. Teófila Martínez, Presidenta de la Comisión de Cultura del Congreso de los Diputados, acompañada por un representante de la Junta de Castilla y León, Presidente del Consejo Escolar del Estado, D. Ángel de Miguel Casas, Presidente de la Fundación Antonio Machado, D. Manuel Núñez Encabo, Manuel Núñez Machado. 

Además de alumnos, alumnas, profesores, profesores y profesoras, Directores y Directoras de los 11 Centros participantes, estuvo presente una representación de 26 personas del IES Antonio Machado de La Línea de la Concepción (Cádiz), ganador del premio correspondiente a los IES con denominación Antonio Machado en España, junto con el alcalde de La Línea, D. Juan Franco. 


Sala Constitucional. Acto de entrega del II Premio Antonio Machado


Alumnos y alumnas premiados

Alumnos del Conservatorio: Premio Composición Musical. 

Adrián Cacho Martínez y Román Angulo Machado, Colegio Santa Teresa de Jesús de Soria, reciben el Premio Enseñanza Primaria


Teófila Martínez entrega Premio a Juan Franco, Alcalde de La Línea de la Concepción (Cádiz)



               Entrega del Diploma de Colaborador a D. Luis Corella 
                                            Aleia-Roses 


         Entrega del Diploma de Colaborador a D. Luis Corella 
                                        Aleia-Roses 


Manuel Núñez Machado, sobrino de Leonor Machado y David Hernández Hernando, hijo de María del Carmen Hernando Vinuesa, sobrina de Leonor
 Intervención de una alumna de La Línea de la Concepción (IES Antonio Machado)


Intervención de Miguel Ángel Delgado, Director del IES Antonio Machado de Soria 


Entrega de Diploma a D. Emiliano Revilla, Colaborador del II Premio Antonio Machado 


Intervención de un alumno premiado del IES Antonio Machado de Soria


Cooperativa GSD


Intervención, en nombre de los profesores y las profesoras coordinadores/as del II Premio Antonio Machado en sus respectivos Centros, Ignacio J. Achútequi Hernández, Director del IES de San Leonardo. 

Discurso pronunciado por Ignacio J. Achútegui Hernández

Insignes autoridades, empresarios mecenas de la cultura, organizadores, directores de centros educativos, profesores, padres y madres, queridos alumnos.
Créanme que  me honra sobremanera haber sido elegido representante del profesorado. Difícil tarea sorprender a tan cultivado auditorio.
¿Acaso puede decirse algo novedoso de Antonio Machado? Ésa precisamente es la mayor novedad, que nuestro poeta, alma de Soria, pervive en nuestros espíritus, atemporal, como el agua del Duero.
Decadente España en las postrimerías del siglo XIX, surgen literatos, poetas, artistas, políticos, profesores, que dentro de la denominada Generación del 98, plasmaron la idea de regeneración.  Don Antonio, cual krausista de pro, defendió la tolerancia académica y la libertad de cátedra frente al dogmatismo. No en vano, definió nuestra tierra como una escuela admirable de humanismo, de democracia y de dignidad.
¿No les parece coincidencia?
Decadencia, democracia, políticos, tolerancia, regeneración, profesores…
Vivimos en tiempos de decadencia moral y precisamente ahora es cuando deben surgir los baluartes de la ética, nosotros, sí, los profesores, docentes, educadores, garantes de la renovación social, transmisores del legado cultural, tan esenciales y atemporales.
Pero hace falta algo más.  ¿Cómo es posible que Soria, referente cultural y literario de carácter universal, siendo la provincia más despoblada  de España, siga obteniendo, año tras año, resultados académicos sublimes? ¿Nadie quiere vivir donde la calidad educativa roza los parámetros de excelencia? ¿Casualidades o causalidades?
No es cuestión de buscar culpables, señoras y señores, sino de buscar soluciones. Nuestra provincia se va muriendo poco a poco. Y no lo digo yo. ¿Han leído el artículo, cuyo título reza: “La provincia de Soria desaparecerá en febrero de 2097”? Ya sólo nos quedan  casi 80 años para solucionarlo. ¡Cuántas veces habremos oído discursos y políticas de cohesión demográfica! ¡Bla, bla, bla!
Ayúdennos, dennos una oportunidad, no nos dejen morir, pues si lo hacen, Antonio Machado también habrá muerto. Soria ni puede ni debe entenderse sin él. No obstante, se atisba un ápice de luz. Por gracia cuasi divina, la Fundación Antonio Machado, a través de estos premios, dignifica nuestras existencias con la oportunidad que se brinda a nuestros alumnos, nuestro futuro, candilejas de esperanza.

Muchísimas gracias