INÉS TUDELA HERRERO
Homenaje a Inés Tudela Herrero de la Escuela Oficial de Idiomas de Soria en 2008
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Inés Tudela. In Memoriam. Por Carmen Sancho de Francisco.
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Carta a Inés Tudela. José María Martínez Laseca.
Homenaje a Inés Tudela Herrero de la Escuela Oficial de Idiomas de Soria en 2008
Por INÉS TUDELA
Publicado en Heraldo de Soria, 5 de junio de 2008
Por Inés Tudela, hija de José Tudela de la Orden (1890-1973), uno de los intelectuales más destacados de la Soria del siglo XX, emprendimos el proyecto de homenajear a los intelectuales de Soria, a la mujer soriana. Licenciada en Filosofía y Letras, bibliotecaria durante treinta años, directora de los Cursos para Hispanoamericanos, en el Instituto de Cultura Hispánica de Madrid, Soriana del Año, en 1989, por la Casa de Soria en Madrid, Doña Inés Tudela ha vivido y conocido, junto a su padre, primero, y junto a su fidelidad en el recuerdo y en el compromiso, después, una de las épocas más florecientes de la cultura soriana, y conocido a sus protagonistas más destacados. Y de todos ellos aprendió a comprender, respetar, enriquecer, proteger, divulgar, el legado cultural de Soria y de otros pueblos: su saber popular y su legado monumental y artístico. También se ocupó de la gran obra de su padre, que vivió por y para recuperar, en la medida de sus posibilidades, el saber popular de cada rincón de Soria y su Provincia; recogido, en parte, en el libro, redactado junto a su amigo Blás Taracena: “Guía artística de Soria y su Provincia”.
Dijo Machado en Soria que “no tiene una sociedad valores más altos que sus hombres preclaros.” Pero lejos de reducir la cultura a las obras producidas por unos pocos, por una elite, Machado destacó también el “enorme caudal de humano esfuerzo que no alcanzó la consagración de la historia, de la antología, del catálogo, de la siempre tradición de unas cuantas generaciones.” Es decir: el “saber popular, lo que el pueblo
sabe, tal como lo sabe; lo que el pueblo piensa y siente, tal como lo siente y piensa, y así como lo expresa y plasma en la lengua que él, más que nadie, ha contribuido a formar.” Porque, concluiría en otro momento de su obra: “o escribimos sin olvidar al pueblo, o sólo escribiremos tonterías.”
El saber popular significó todo para Inés Tudela y para todos los intelectuales sorianos. Y si, por poner sólo dos ejemplos, José Tudela (1890-1973) recorrió cada pueblo de la provincia para ayudar al profesor Schinder a confeccionar su Cancionero Soriano, Juan Antonio Gaya Nuño (1913-1976), uno de los más significados historiadores y críticos de Arte en España, nos dejó un libro clave para comprender la realidad de la sociedad soriana: El Santero de San Saturio. A pesar de todo, diría también el poeta, la capacidad de la humanidad “para el olvido es infinita.”
Por esa razón, la Escuela Oficial de Idiomas de Soria, con un pequeño esfuerzo y una gran ilusión, ha querido organizar este homenaje a los intelectuales sorianos, a la mujer soriana, por Inés Tudela, en el Palacio de la Audiencia. Honrando, con humildad y sencillez, la memoria de estas personas, recordando su esfuerzo humano, concluiría el poeta, nos honramos a nosotros mismos.
Por Inés Tudela tenemos la oportunidad de citar, por falta de espacio, a unos pocos de esos hombres y mujeres preclaros, comprometidos con el pueblo de Soria (“La inteligencia debe servir siempre para algo, aplicarse a algo, aprovechar a alguien”, diría Mairena), cuyas vidas y obras merecen ser recordadas: José María Palacio, Manuel Hilario Ayuso, Pedro Chico Rello, Ángel del Río, Mariano Granados Campos, Mariano Granados Aguirre, Gervasio Manrique Hernández, Blas Taracena, Virgilio Soria, Gerardo Diego, Heliodoro Carpintero, Julián Marías, José Antonio Pérez Rioja,…Y por Inés Tudela, en fin, conservamos intacta, compartiéndola totalmente, la imagen real – humana e intelectual - de un Antonio Machado soriano, siempre fiel al pueblo del que tanto aprendió y al que tanto amó: “Mi amor a Soria es grande; y el tiempo, lejos de amenguarlo, lo depura y acrecienta. Pero en ello no hay nada que Soria tenga que agradecerme. ¿Quién en mi caso no llevaría a esa tierra en el alma?” Por Inés Tudela, gracias a ella, con ella, volveremos a recordar, el día 4 de junio, en el Palacio de la Audiencia de Soria, el esfuerzo humano de todos los hombres y mujeres preclaros del alto llano numantino.
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Entrevista
de Jesús Bozal Alfaro, publicada en el libro Antonio Machado en el corazón
de Soria, páginas 112-116, editado por la Escuela Oficial de Idiomas de
Soria en el año 2007.
¿Cuándo conoció usted a Don Antonio Machado?
Conocí a Don Antonio en
1932, al llegar a Soria en autobús, con mi padre y su hermano Pepe. Allí,
delante del Hotel Comercio, estábamos, esperándole, mi madre, mi hermana
Conchita y yo. Mi padre ayudó a Don Antonio a bajar del autobús. Venía para
recibir el homenaje que iba a tributarle el Ayuntamiento en la plazuela de la
Ermita de San Saturio. Cuando me presentaron, me puso la mano encima de mi
cabeza, separándome un flequillo que me llegaba hasta los ojos, y, la verdad,
aquello no me hizo mucha gracia porque me despeinó.
Pensábamos
que comerían en casa – mi madre lo sintió mucho porque lo tenía todo preparado
-, pero se fueron a “Casa Pedrito”, conocida ya por Don Antonio en su estancia
soriana.
Cuando
mi padre volvió a casa por la tarde, para bajar a San Saturio con mi familia,
mi madre le preguntó que qué habían hecho después de comer, y mi padre contó
cómo Don Antonio había sentido no encontrar por el paseo de la Dehesa y en la
conocida “Glorieta” loa arbustos llenos de telas de araña. Esto me impresionó.
Pensé: ¡qué señor más raro! Yo tenía 9 años entonces.
Luego, de mayor, le he admirado mucho, ha guiado mi vida con sus poesías y los recuerdos de mi padre. Comprendo que, aunque fuera una cosa rara, hasta las telas de araña le conmovían. Paseaba por allí y lo llevaba en el corazón. Todo le recordaba el pasado.´
¿Por qué cree usted que la ciudad de Soria cala tan
profundamente en Machado?
Machado llega a Soria en un momento muy triste. Pero, luego, la añoranza fue tan grande, junto a su amor, a Leonor. No creo que ningún poeta haya escrito versos con tanta nostalgia, con tanto cariño, con tanto amor a Soria.
Se
ha insistido demasiado quizás en la indumentaria de Antonio Machado....
No se puede juzgar a un poeta por una vestimenta más o menos desaliñada, o por las cosas que ocurrían en Soria cuando llegó él.
También
se destaca el hecho de que se casara con una mujer tan joven...
Entonces era muy corriente.
Se
ha hablado también de la rivalidad entre Gerardo Diego y Antonio Machado. ¿Qué
piensa usted?
No, no, eran íntimos amigos. No es rivalidad; ha pasado en todos los tiempos. Los dos han cantado a Soria. Nosotros hemos tenido una gran amistad con Gerardo Diego.
La
asociación de Soria y Leonor es, a su juicio, una de las claves de su poética
soriana.
Efectivamente. A mi me pasa también. Cuando he tenido que salir de aquí, siempre he añorado momentos de mi vida en esta tierra, a través de los árboles, del paisaje. Machado, que tenía una gran sensibilidad, se acordaba también de todo esto, y le entraba, como a mí, la nostalgia.
¿Cree
usted que Antonio Machado pensó en afincarse definitivamente en Soria?
No lo sé. El poder sentimental, la muerte, es muy grande. Machado era un hombre sentimental. Mi madre me contaba que, cuando examinaba a los alumnos libres en el Instituto San Isidro, estando con Don Antonio en el tribunal, al terminar, acababa siempre preguntando a mi madre: ¡Cuénteme de Soria! ¿Qué hay por Soria? Y un día, al salir del instituto, se encontraron con una señora y su hija que llegaba tarde al examen porque habían tenido algún tipo de problema en el viaje. A pesar del cansancio, don Antonio se volvió para examinarla. La bondad es uno de los rasgos más destacados de Don Antonio.
¿Cuál
es su relación con la poesía de Machado?
Mi primer contacto con la poesía de Machado lo tuve de muy niña, cuando leí el poema Las Encinas. Aquellos versos me emocionaban:
Las hayas son la leyenda.
Alguien, en las viejas hayas,
leía una historia horrenda
de crímenes y batallas.
Cuando la guerra, yo
asociaba los robles, que tenían que morir por la guerra, con los poemas de
Machado cantando a estos robles. Siempre me ha gustado la naturaleza. El poema de Las Encinas supuso el inicio de mi enamoramiento por su poesía.
Para mí, la poesía de Antonio Machado ha sido como el padrenuestro que aprendí de pequeña. Luego, más tarde, como he trabajado en el INSTITUTO DE COOPERACIÓN HISPANOAMERICANA, siempre procuraba que los becarios que me pedían temas Tema para sus tesis eligieran algo de Machado. La lluvia, por ejemplo.
¿Cuántas veces le ha tocado hablar de
Machado?
Algunas. Aquí, en Soria, por ejemplo, cuando se inauguraron las AULAS DE LA TERCERA EDAD. El Doctor Calvo Melendo, que era muy amigo mío, y su mujer, Pilar, que somos como hermanos, me llamaron y di una conferencia sobre “LA GENERACIÓN DEL 98 Y SORIA”. Estuve también en Segovia, con motivo del 70 aniversario de la llegada de Don Antonio. Allí hablé de Don Antonio y de mi padre. Fui con Pérez Villanueva, amigo y catedrático de la Universidad de Valladolid. Me impresionó un poco tener que dirigirme al público desde el púlpito de la iglesia de San Quirce. Les hablé de Machado, de lo mi padre había escrito sobre él.
¿Cómo hay que leer los poemas de Don
Antonio Machado, Doña Inés?
Sin énfasis, como una oración.
¿Podría contarnos alguna anécdota de
las que le contó su padre sobre Don Antonio?
Mi padre me contó que
una vez, estando en Madrid, escucharon con Pepe Machado también por la radio a
Berta Singerman recitar un poema de Antonio Machado: “Gentes del alto llano
numantino...” La recitadora lo hacía
con gran ímpetu, y a Don Antonio esto no le gustaba. Su hermano le comentó
sobre este ímpetu y exageración, pero Don Antonio contestó a su hermano: “es que de eso vive ella, de eso come.” Esa
bondad de don Antonio es lo que más me emociona a mí.
Cuando salió de Madrid con su madre, en plena Guerra Civil, camino de Valencia, pararon en una posada de un pueblo de Teruel. Don Antonio se acordó de alguien que él conocía por allí y preguntó. Como respuesta, escuchó: “SI LO MATEMOS”. Machado vivió horrorizado la guerra y su exilio.
¿Cómo vivió usted la relación de su
padre, Don José Tudela, con Don Antonio Machado?
Lo conoció en Madrid. En Soria asistió a una charla que dio, en 1908, en la “Sociedad de Socorros Mutuos de Obreros”. Luego, en Segovia, paseaban juntos y fundaron la UNIVERSIDAD POPULAR.
¿Cómo vivió usted la muerte de
Machado?
¡Cómo la voy a vivir, si además he convivido en Francia unos meses con mis tíos en el exilio francés!
¿Cómo podría calificar usted el exilio?
Horrible.
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TUDELA, José: “Homenaje a Antonio
Machado (1875-1975)”, Celtiberia, nº 49.
TUDELA, José: “Mi amistad con los
Machado”. CELTIBERIA, nº 49. Año 1975. Separata.
Presentación del libro, Antonio Machado en el Corazón de Soria, editado por la Escuela Oficial de Idiomas de Soria en 2008. Manuel Núñez Encabo, Inés Tudela, Loli Escribano y Jesús Bozal Alfaro.
Inés
Tudela Herrero
Inés Tudela Herrero es
una gran mujer numantina. Sus noventa y tres años (Soria, 1922), cumplidos, son
una suma de esfuerzo, rigor y conciencia. Hija de José Tudela, pasa su vida compartiendo
con orgullo y gratitud la parte de la cultura soriana, hispanoamericana y
universal, de la que ha sido actora, testigo e intérprete.
Hablar con ella es adentrarse
en un mundo de personajes conocidos, historias enormes, que recuerda con devoción
y generosidad. Vivió toda la vida de su padre. Un hombre de estudio, firmeza y
compromiso, que recorrió la provincia, con Blas Taracena, para dar visibilidad
a los tesoros de cada uno de sus pueblos. Y la vida de su madre, Cecilia
Herrero Zardoya, profesora de lengua en varias ciudades, antes de jubilarse en el
Liceo Francés de Madrid. Una mujer íntegra, nos dice, que tocaba muy bien el
piano, disfrutaba de su profesión, y creó su propia obra investigadora. Sobre
la pequeña mesa: un “Estudio Paleográfico”, de 1920; otro sobre “La pedagogía
femenina en el siglo XVII: educación en los conventos: Mme. De Maintenon”. Y un
tercero, “La letra visigoda en los reinos pirenáicos”, que recoge Isabel Goig
en su espléndido libro: “José Tudela. La persona y sus espacios”, Soria, 2010.
A los nueve años, Inés
Tudela conoció a Don Antonio Machado. ¡Qué hombre más raro!, pensó. Hasta que leyó
su poema shakesperiano “Las encinas”: “Las hayas
son la leyenda. / Alguien, en las viejas hayas, / leía una historia horrenda / de
crímenes y batallas.” Desde entonces,
Machado fue uno de los acompañantes más fieles de su memoria emocionada. En
Soria, en Madrid, y también en el exilio, que vivió, con dolor, en primera
persona: por su padre (Burdeos, 1937-1939), por su tío Bernabé Herrero Zardoya,
magnífico poeta, profesor en Dax, y por ella misma, cuando, en 1948, pasó dos
meses en su casa, para aprender francés. Inesita, le dijo en un viaje a Bayona,
“déjame ese sitio, desde allí veo España.” De Francia se trajo la nostalgia,
siempre viva, y el sonido perfecto de la “u” francesa, que pronuncia con
absoluta corrección, mientras charlamos animadamente en la luminosa galería de
su casa de la calle Caballeros.
Inés Tudela aprendió a
leer y a escribir en las Escuelas Públicas de la Plaza Bernardo Robles. Luego
pasó al Instituto. Buena estudiante, religiosa, obtuvo la licenciatura de
Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid. Bibliotecaria, durante treinta
años, en el Instituto de Cultura Hispánica, se jubiló como jefa de la sección
de los Cursos para profesores Hispanoamericanos. Documentalista, por otra
parte, colaboró en un libro de María Laffitte, Condesa de Campo Alange, cuyas teorías están en la línea de Simone de
Beauvoir. Gracias, nos
escribió un día, “por el envío de la fotocopia sobre tu estupendo artículo
sobre Simone de Beauvoir. Tan leído en mi juventud, y ahora, por mi mácula, con
lupa…”
Lectora empedernida, destaca
dos obras de Unamuno, “San Manuel Bueno, mártir” y “La tía Tula”, y una de Pío Baroja,
“Zalacaín el aventuro”. De Machado, su poesía. Pero no se olvida de Bécquer, ni
de Lope, ni de Juan Antonio Gaya Nuño, ni de Gerardo Diego,… Ni de paisajes
sorianos de ensueño como El Cañón del Río Lobos o el Bosque Sagrado de Beratón.
Soriana del Año, en 1989,
por la Casa de Soria en Madrid; pregonera, en 1992, de las Jornadas Rito-gastronómicas
de la Matanza; conferenciante, investigadora, Inés Tudela ha hecho de la cultura uno de los fundamentos de
su vida.
Al despedirnos, después
de ensalzar la figura, “olvidada”, se lamenta, de D. Santiago Gómez Santacruz, -“el
Juan XXIII de Soria”-, nos enseña el mundo, su mundo, bajando por la escalera hasta
el patio-jardín. Allí espera, silenciosa, Carlota, la tortuga. “Ahora le traeré
tomate”, nos dice. Y el escudo de los Salvadores, uno de los Doce Linajes, a
quienes su abuelo, Anselmo Tudela Delgado, compró la casa. Y un yugo de bueyes,
discretamente colgado, junto al portalón de madera. ¡Qué inmenso es el mundo de
Inés Tudela!, pensamos, mientras nos despedíamos de ella.