JESÚS GASPAR ALCUBILLA
Escritor
Acto de presentación de "Poema del café azul" (XXXIII Premio Cálamo de Poesía) en Gijón en 2019. Al fondo, una de las ilustraciones del libro, de Juan Antonio Gaspar Alcubilla
JESÚSGASPAR ALCUBILLA (Soria, 1968) es Licenciado en Derecho por la Universidad de
Zaragoza, reside y ejerce como abogado en Soria.
PUBLICACIONES
POESÍA
Cantos heroicos de mi tierra y de otros
páramos olvidados (Soria,
1999).
Profunda voz (Soria, SAAS/2, 2001).
Memoria de Ariel (Madrid, Huerga y Fierro, 2002)
Oráculo (Málaga, Corona del Sur, 2002)
Verbo de la carne (Málaga, Corona del Sur, 2002).
Le Poème du
vieux meublé (Salamanca, Celya, 2006)
Negación y Memoria (Madrid, Lastura, 2021)
NARRATIVA
Bruxaria (Madrid, Ediciones Irreverentes, 2010).
La
sierra florecida
(Ocaña, Lastura, 2018)
Herreros/Intrahistoria
1930-1950 (Herreros, SAGH, 2019).
PREMIOS
Con
el poemario Profunda voz obtuvo el
primer premio de Poesía en el IV Certamen de Creación Joven del Ayuntamiento de
Soria (1999).
Mención
Especial en el I Certamen “Gervasio Manrique” de Narrativa Soriana (1999).
XXXIII
Premio Cálamo de Poesía, Gijón (2018).
2º
premio en el XX Premio de Poesía “Villa de El Burgo de Osma” (2018).
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Reseñas, comentarios, presentaciones sobre su obra literaria
Fuente del Cubo
A Alicia Romera Mingote
Nada queda de aquellos días
misericordiosos
cuando nuestros abuelos bebían del
hontanar en un
cubo de roble y el alma de madera,
lejos de la ira, dentro de la médula del
mar y el sotobosque.
Y no se oye el canto rodado de la
piedra,
y el sabor de las merenderas se deshace
en el pozo de
madera
donde mojaba su cara el carbonero
y el sudor de los mulos y la pértiga del
carro y las
casetas
y los chozos de la carretera
hundiéndose
en las ondas del agua caldeada,
circulares y remotas, en esta penumbra
incierta...
Y más lejos, cuando la llanta rueda....
(Negación
y Memoria, Lastura, 2021)
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Otra vez la noche, corolario de lo ausente
JUAN GONZÁLEZ SOTO
Tarragona, 28 de marzo de 2023
Larga viene siendo la obra poética de Jesús Gaspar Alcubilla (Soria, 1968). Se inició con el poemario Cantos heroicos de mi tierra y de otros páramos olvidados (1999). Siguió Profunda voz (2001). Continuaron dos plaquetas poéticas, Oráculo (2002) y Verbo de la carne (2002), y los poemarios Memo-ria de Ariel (2002) y Le poème du vieux meublé (2006). También hubo algún galardón, por ejemplo, el XXXIII Premio Cálamo de Poesía de Gijón para Poema del Café Azul (2019).
Ahora, una nueva plaqueta viene a aumentar la obra poética de Jesús Gaspar Alcubilla: Noche ciudad (Gijón: Cuadernos de Poesía Heracles y Nosotros, núm. 42, 2023). Dieciséis fragmentos poéticos, indicados mediante ordinales romanos, integran el conjunto lírico. Son piezas compuestas por versículos, esto es, versos sin metro regular, largos en esencia, con una sola unidad determinante, el sentido general y unificador. En algunos fragmentos poéticos, el lector casi puede hablar de poema en prosa, así el IX, el X, o el XII.
En cualquier caso, el conjunto poético avanza entre la descripción morosa, detenida, de la ciudad en la noche, o acaso ambos conceptos en unidad inseparable, ciudad y noche, (¡Oh, delirio! ¿A dónde lleva la encrucijada interminable?, XV) y el diálogo ensimismado del poeta consigo mismo (¡Ah, cuántas noches vagabundo corriste perseguido por el sufrido dilema! | ¡Amar y desear!, V).
En el vagabundeo lírico y pertinaz del poeta, la ciudad va convirtiéndose en un ser en que conviven la naturaleza (pájaros vuelan repentinos, XV; el verde del cedro y el ciprés, I) y lo urbano (los bloques de hormigón y cemento de las casas, III; la plaza desierta […] | […] la plaza desnuda, XI). Pero hay más, mucho más, la ciudad —sostiene rotundo el poeta, justo al inicio del conjunto de poemas, en el arranque del poema II— es un monstruo viviente, una deformidad vegetal creciendo entre dos mundos: lo que fue y lo que vino después. El poeta, en definitiva, visita su propio pasado y lo hace a través de una ciudad, acaso su propia ciudad; esto es, se visita a sí mismo, tal vez ese dilatado y detenido paseo, el recorrido por ese Dédalo del plenilunio, brújula, bisagra o llave del abismo, ojos buscando insaciables, palmo a palmo (IX), se desarrolla, tiene lugar dentro de sí mismo.
Le conviene recordar al lector, tenerlo bien presente, que todo avance hacia lo externo, es un delicado camino interior, que toda descripción del paisaje, sea cual sea, es una descripción personal y, por tanto, íntima. El poeta, en definitiva, se desprende de sí mismo, o se representa a sí mismo, en su avance por callejuelas oscuras, en su ininterrumpido tacto visual de paredes, techos y cornisas. Y a la vez que mira en la oscuridad, a la vez que recuerda el pasado, se recuerda a sí mismo: Corolario de lo ausente afirma con absoluta rotundidad en el fragmento poético XIV. El poeta aporta al lector, a lo largo de sus dieciséis fragmentos poéticos, la noche que fue y, sobre todo, la noche que el poeta aún conserva en su memoria.
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La sierra Florecida
Por Jesús Bozal Alfaro
La sierra florecida (Lastura, 2018) hace el número seis de los libros de poesía y narrativa (Cantos heroicos de mi tierra y de otros páramos olvidados, 1999; Profunda voz, 2001; Memoria de Ariel, 2002; Le poème du vieux meublé, 2006; Bruxaria, 2010; Herreros intrahistoria 1930-1950, 2019) publicados hasta ahora por el poeta, novelista, articulista, abogado de profesión, Jesús Gaspar Alcubilla (Soria, 1968). En 2018, recibió el Premio Cálamo de Poesía (Gijón) por su libro Poema del café azul.
Trata La sierra florecida de los recuerdos propios y próximos, recogidos por su autor con su pluma siempre tan sensible y elaborada. Mientras leemos esta pequeña obra literaria, sentimos como si estuviéramos inmersos en el fondo de su amplia memoria. Desde que amanece hasta que el sol -guía, a veces, medidor del tiempo, siempre- declina y pasa el testigo a la noche.
Son veinte relatos, cuentos, sueños (El árbol maldito), vividos o escuchados, recorridos y dedicados, cinco de los cuales vieron la luz en la Revista Abanco Cosas de Soria (1999 y 2000). Su hilo conductor es el recuerdo. Para narrarlo, Jesús Gaspar Alcubilla acude a sus fuentes más cercanas: él mismo, su tío Jacinto, su abuela Marcelina, o su padre, Antonio, maestro de escuela, que, recuerda, le hacía aprender poemas. La nostalgia se convierte, en cada página, en el elemento trascendente de lugares y personajes: el Mundis, Sara García, Malasangre, los gatos, La Cruz, La Cuenca, Monasterio, el río Ebrillos, el Pantano, Matute, Yanguas y la torre de su iglesia, las hoces de Bretún, Quejigares, el cerro del Muedo, el cerro de la Vega Macona, los pozos y las leyendas de ahogados.
Nada nos distrae mientras leemos cada capítulo. No solo porque Jesús Gaspar Alcubilla describe a la perfección la emoción de sus sentimientos de protagonista en algunos casos, sino porque, además, se nota el minucioso y esmerado, a modo de homenaje a su tierra y a sus gentes, trabajo de investigación y creación.
Las descripciones de los paisajes serranos, los riscos, sus estaciones (otoño, verano, invierno,…), los movimientos del sol, las tardes de entierro, “los nidos de los cárabos”, son, además de vividas y soñadas, imágenes alegres, a veces dolorosas, frescas como la vida. Las águilas, el halcón, las lechuzas, las lagartijas, los jabalíes, los corzos, los abantos, los buitres, sobrevuelan, observadores, testigos y protagonistas, guardianes de miles de secretos, sobre las casas, la iglesia, los caminos y sus pobladores. Las voces, por otra parte, conviven con los silencios y el tañido de las campanas, en una especie de sinfonía completa. Y las tormentas, ¡ay las tormentas!, “agarradas a las sierras”, ese ruido que se acercaba, esa lluvia alborotada, esos truenos terribles, los rayos, son en el libro recuerdos siempre tan temidos y tan inolvidables.
Es difícil resumir esta arcadia “pasada y feliz”, ilustrada con 16 fotografías que cierran los capítulos correspondientes. Su autor la conoció, la recuerda y la describe, le rinde su particular y emocionado homenaje, invitándonos a nosotros, lectores y lectoras, a conocerla y a compartirla. Bastará para ello con abrir el libro por cualquier página o capítulo, un día cualquiera de cualquier mes o año, para recuperar así aquellos espacios florecidos. Todos son presencia y poseen el estilo propio y colorido de la pluma de su autor.
Poema del Café Azul
Por Jesús Bozal Alfaro
Escribe
Sartre en su libro, Qué es la literatura:
“El escritor trabaja con los
significados. La prosa es el imperio de los signos, la poesía se coloca más
bien del lado de la pintura, la escultura, de la música. Para el poeta, la frase
tiene una tonalidad, un gusto,…”. A juicio de Sartre, por lo tanto, lo
importante para el escritor, en prosa, es el fondo, el mensaje, el compromiso; y
para el poeta, la forma.
Sin
embargo, a través de la forma, del color, del gusto, de la tonalidad de los
versos de Jesús, he descubierto -después de haber releído los 27 poemas del Poema del Café Azul varias veces-, o he
creído descubrir, al menos, el fondo. Porque, a mi juicio, este libro es una
pequeña-gran confesión. Es decir: un arrebato voluntario e interior del autor. Porque
fondo, y forma -por supuesto-, este libro, tienen.
La
fiesta, los lugares, el tiempo, las personas, los objetos que le rodean,
conforman un conjunto de temas que dan para mucho. Y no digamos si estudiamos
el léxico: nombres, adjetivos y verbos. Resumiendo un poco el análisis, se
puede decir que mientras hay más adjetivos negativos que positivos, hemos
encontrado más verbos positivos que negativos. En cuanto a los nombres,
destacan las partes del cuerpo humano (dedos, hombros, labios, hombros,…), los
lugares (bares, domicilios, tabernas, carpa,…), los momentos del día (amanecer,
alba, madrugada, noche, luna, día), etc. Sobre todos, destaca el término noche.
Quiero
decir con todo esto que este poemario es rico en intenciones, en matices, en
descripciones de sentimientos, lugares, etc., y en imágenes. Estas últimas se
agolpan para, a mi juicio, espantar un contexto general desilusionante,
decepcionante.
El
premio que ha recibido viene a confirmar que es una obra que merece la pena.
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HERREROS
Por Jesús Bozal Alfaro
Como ha dicho Javier Gómez al presentarme, nací en
Fitero, un pueblo de la Ribera de Navarra, que dista de Herreros unos cien
kilómetros escasos. De manera que, al leer este libro, he descubierto que son
muchos los términos, las palabras, los nombres comunes, que compartimos ambos
pueblos: tío, tía, lumbre, pobre de solemnidad, alma, índole, reja de arado,
maza, papel de estraza, garrafón, escondite, bula, abarca, puchero, calostro,
tralla, gamella, galera, pañoleta, zurra, parva (palva). Y otras.
Esto significa para nosotros que la lectura de este
libro, muy bien escrito, como todos los de Jesús, al que conocemos desde hace
muchos años, vecinos que hemos sido de la misma calle Estudios, él en su domicilio
y nosotros en la Escuela Oficial de Idiomas, nos ha resultado tan familiar como
impresionante.
Familiar e impresionante porque todo lo que Jesús
describe de Herreros (lugares, locales públicos y privados, personajes, parajes,
oficios, costumbres, fiestas, vida social (bulos y verdades), hechos históricos
o habituales (tormentas, ceremonias familiares, la iglesia, la guerra, la
post-guerra,…), son similares a las y los que hemos conocido, disfrutado,
padecido, nosotros mismos o las gentes de nuestro pueblo.
Destacaría de este libro, en primer lugar, el
listado, la relación de tíos y tías de Herreros. Sus nombres y sus apodos, recogidos
en este libro, evocan para nosotros una realidad social y humana, de años y
años, con nombres de personas de Herreros, que queda
recogida justamente en cuatro
páginas de un libro muy bien impreso y muy bien editado. ¡Cuánta historia,
pensamos nosotros, cuantas pequeñas y grandes historias personales y colectivas,
suman, la vida en Herreros de todas estas personas!
Recuperar sus nombres significa recuperar sus vidas
diarias, sencillas y complejas, y la de Herreros, en cuyo pueblo vivieron,
disfrutaron y padecieron, engrandeciéndolo además con su esfuerzo, y que,
afortunadamente para ellos y para Herreros han tenido en Jesús y en todas las
personas que cita en sus agradecimientos quien escribiera sobre ellos,
describiera el contexto geográfico, vecinal, en el que desarrollaron sus vidas,
les recordara y les inmortalizara en las páginas de este libro
Ahí está para nosotros el mayor valor de este libro:
haber recuperado para el siglo XXI personas y realidades materiales e
inmateriales que llenan, de verdad, la historia de Herreros.
Por otra parte, releyendo despacio este libro, hemos
ido descubriendo en cada relectura aspectos nuevos de esa intrahistoria
convertida ya, gracias esta publicación, en historia. Lo que queremos decir es
que la historia de Herreros y de sus gentes, plasmada en este libro, completa
de manera cercana, trascendente, la recogida en las enciclopedias, libros de
texto, wikipedias, etc.
En cuanto al contenido formal del libro,
destacaríamos su amable, positivo y en positivo. Su lectura nos ha resultado
fácil, ágil, agradable, cadenciosa, cómoda, pues el autor, Jesús, parece
reconocerse, a nuestro juicio, en cada personaje, describe con conocimiento
cada lugar, y vive, como habitante que es y ha sido de Herreros, cada una de
las historias que narra.
Herreros es, además, un libro de una muy buena
calidad literaria, próximo, detallista cuando hace falta, poético si es
necesario, didáctico siempre, sencillo, con tintes románticos, sentimentales, y
muy, muy herreriano. Y, sobre todo, nada nostálgico. Es decir: nada derrotista,
sino todo lo contrario. Todos sus capítulos son un canto general al optimismo realista.
Las voces de todos los tíos y todas las tías nos han
parecido enormes, familiares, vivas, cuando se expresan. Destacaríamos,
personalmente, la del suboficial, pero podríamos destacar todas y cada una de
las que se oyen o callan en el libro. Todas son, como diríamos en mi pueblo,
tremendas.
De todos los capítulos en los que está dividido el
libro, destacaríamos, por haberla vivido de cerca, Los emigrantes, que
hace junto al siguiente capítulo, Las fotos de los ingleses, describen
muy bien de este drama humano de esta manera tan emotiva:
“Se escribían cartas, al principio, hasta que dejaban
de escribirse. Algunos de ellos, después de muchos años, o sus hijos, volvieron
buscando sus raíces y sus perdidos parientes por el Viejo Mundo. El tiempo que
borró en algunos casos el recuerdo que los padres tenían de los hijos, después
de tantos años de estragada ausencia y la vejez adelante, y aquellos otros
mayores que nunca más volverían a ver al hijo o a la hija que marchó o los
hermanos que ya nunca se encontraron”.
Y prosigue en el capítulo siguiente, Las fotos de
los ingleses:
“El diablo de la chimenea” resulta para nosotros
otro bonito capítulo en el que se estudian los dimes y diretes de todos los
tiempos y de todas las colectividades humanas, que Jesús describe con bondad infinita:
“Pudiera concebir el sabio lector,….ningunicia”:
“Pudiera concebir el sabio lector, el averiguado
crítico escrutador de libros y aun el vulgar ramplón merodeador de legajos y
escritos puestos en orden, que este capítulo solo contiene ningunicias y
asertos poco cabales de histriones confidentes y chiflado lelatores. No se
aparta un tanto de lo que busca ni de lo que ve, pues de todo hay en tanta
crónica y comedia disparatada. Pero sepa este interlocutor constante, al que
me enfrento, que está en descomeder las cosas la risa, la salsa, el gozo y
lo sabroso de la vida, que en de reírse de uno mismo y de lo ajeno, hay gracia
y disfrute y buen donaire. Que hay más empeños en los que saber gozar, pero
es este el de la risa y el trasiego mundano de las cosas que nos pasan
entretenimiento de enjundia aunque otros lo prefieran ningunicia.”
En definitiva, un libro soberbio, entretenido, que
merece ser leído y releído despacio, porque es muy interesante y agradecido, en
el que la intrahistoria no es, como decíamos antes, sino la historia que las
próximas generaciones reconocerán, cuando lo lean, de la tierra que sus
antepasados no pisaron sino que labraron, a partir de los recuerdos de Alicia Romera
Mingote, de algunos de ustedes seguramente, y de todas las personas que
aparecen, como hemos dicho antes, en el capítulo de agradecimientos.
Termino leyéndoles, una perfecta reflexión, en torno
a la figura del Matraco, Benito
Poyo, sobre el valor de la sabiduría
popular, tal y como la entiende
también Antonio Machado, que pasó un día por estas tierras y escribió después, y
fue publicado por primera vez en París hace 109 años, La Tierra de Alvargonzález, uno de los poemas más importantes de la literatura
universal:
“Y ya, por más porfiar en estos alegatos en defensa
del Matraco, debo decir que creo que una buena parte de la verdadera
literatura, esa que resiste incólume el paso del tiempo, es aquella que sumerge
unas raíces en el folklore y la tradición.”
Y eso es lo que deja claro Jesús Gaspar Alcubilla en
este magnífico libro.
Reseña de Jesús Gaspar Alcubilla sobre
Tiempos que no existen, de Juan González Soto
TIEMPOS QUE NO EXISTEN
JUAN GONZÁLEZ SOTO
Los libros del gato negro, Zaragoza 2022
Por Jesús Gaspar Alcubilla
Juan González Soto (Cabezas del Villar, Ávila, 1959) consolida con este volumen de poemas que ahora presenta, Tiempos que no existen, el resultado de un largo periplo poético marcado en buena medida por la prospección de formas del lenguaje y de la estética literaria en un sostenido intento de autoafirmación del “yo” y de cuanto lo rodea. Experimento este, a base de intuición, que entronca con el existencialismo más puro y vivencial y en el que se encuentra inmerso, desde su primer poemario, Línea de flotación (Tarragona, Cuadernos de la perra gorda, 1998), la friolera de casi veinticinco años de dilatada trayectoria, también como ensayista y estudioso del fenómeno lírico. En este tiempo ha dado a luz obras de gran belleza plástica como Toro o azar y otras que tienen que ver con ese pensamiento de autodefinición y examen del mundo adyacente como Lugar cerrado o Las islas sonoras, sirvan estas referencias sin ánimo de exhaustividad y sin entrar en su producción poética en lengua catalana.
En Tiempos que no existen, que es la obra que corresponde ahora censar, comprobamos un admirable salto en esta evolución, no ya cuantitativo, si nos atenemos a la extensión del poemario, sino, sobre todo, cualitativo, ciñéndonos a los logros estéticos alcanzados en el aspecto formal, con las consiguientes repercusiones en el fondo de todo aquello que Juan transmite con su poesía. No es este poemario de “Tiempos que no existen” navegación de cabotaje sino transmigración oceánica, podríamos decir, utilizando un símil marinero.
Formalmente, nos encontramos, más allá de la subdivisión del libro en poemas sin título, diferenciados por la numeración romana, con el antiformalismo de un texto que carece por completo de puntuación y que prescinde del uso de mayúsculas, y que, por las imágenes y recurrencias del subconsciente empleadas, amén de concatenaciones gramaticales de gran libertad, presenta la apariencia de una compilación lírica —sin pretender encasillar el poemario— de aire dadaísta de gran belleza y poder de sugestión. Así, a lo largo del poemario, imágenes rotas que se repiten como el cuchicheo de las gallinas o las gaviotas que sobrevuelan los límites existenciales del “yo” poético, junto con la dispersión de objetos cotidianos a modo de recuerdos, con los que tropieza el poeta a menudo, configuran un ámbito y una atmósfera condensada, llena de sensibilidad y ternura, por donde transita el espectro amable y añorado del hermano muerto, el cual sobredimensiona la obra dotándola de un componente metafísico de gran resonancia lírica, junto al estoicismo afable con que el autor afronta los rigores de las pérdidas y el paso del tiempo (como un perro molido a palos), y también la memoria, el amor y la nostalgia (hay mirlos lavanderas además / de gorriones y jilgueros siempre).
Dentro de las singularidades que suponen las influencias literarias para un autor, habríamos de destacar también —entre otras razones, porque así lo reconoce el propio poeta— la del género de la elegía romana de la época de Augusto (siglo I a.C.), de temática fúnebre y, a la vez, amorosa, sin despreciar aquellas otras influencias a las que apuntan las propias citas del poemario (Luis Rosales, Lobo Antunes, etc.)
BRUXARIA
Una novela de Jesús Gaspar Alcubilla
Presentación: Jesús Bozal Alfaro
En primer lugar, agradecer
a Jesús su confianza a la hora de elegirme para dirigir este pequeño coloquio,
presentación, de su novela. Sobre todo porque nuestra manera de escribir y nuestros
gustos literarios se alejan bastante, por supuesto, de la literatura – insisto
en el término: literatura – “irreverente”.
No quiero decir con esto
que este género no sea importante, sino que no es de nuestros preferidos; no es
en el que me encuentro más cómodo, aunque lo conozco y he trabajado algunas
obras significativas: “Las amistades peligrosas” de Choderlos de Laclos, por
ejemplo, o el Tercer Libro de Rabelais, datado en el siglo XVII, o, en otro
tono probablemente: “El amor en los tiempos del cólera” y “Memoria de mis putas
tristes” de García Márquez. Es decir que, para mí, los libros no se distinguen
por su género, ni su irreverencia, sino por si están bien o mal escritos. Y, en
el caso de Bruxaria, yo me atrevería a decir que me ha gustado.
En primer lugar, Bruxaria
es una novela interesante, compleja -he necesitado más de dos lecturas- y
trascendente. Creo que estamos ante una obra literaria que se sostiene
perfectamente, y alcanza, a nuestro juicio, una calidad literaria bastante interesante.
Además, la descripción de algunos personajes y del paisaje, que forma parte
directa en la trama, y, en general, el conjunto de la acción novelística
recogida en estas más de 100 páginas, merecen su lectura.
No obstante, sería muy
pretencioso por nuestra parte hacer un estudio de la novela, dada su
complejidad y la necesidad de un estudio mucho más riguroso que el que yo he
podido hacer. Me limitaré, pues, a apuntar algunas reflexiones sobre la misma.
Lo más interesante vendrá,
creo yo, después, cuando le preguntemos a Jesús que nos desvele algunas claves
de una novela llena de laberintos y de matices interpretables.
Escribe Simone de
Beauvoir en sus Memorias que: «Emocionada por un claro de luna, deseaba tener
una pluma, papel y saber servirme de él. Me gustaban los libros de cartas,
los diarios íntimos. Había
comprendido que las novelas no son
objetos extraños a la vida sino que hablan de ella a su manera.»
1.- LA NOVELA, COMO OBRA LITERARIA.
Bruxaria tampoco sería un objeto
extraño, aunque pueda parecerlo a la primera lectura, sino la descripción
literaria, a su manera, de un mundo real o casi real en el que se mezclan la falsificación,
la sublimación de la realidad con los elementos vividos por, me atrevería a
decir, el propio autor.
Bruxaria está dividida en
cinco grandes partes: Sumario, primera, segunda y tercera parte y el epílogo.
Esta división constituye, desde el principio, una apuesta, un posicionamiento favorable
al protagonista: Vladimir. De tal manera que el Sumario constituye un alegado
de entrada en su defensa. A partir de ahí, las tres partes, propiamente dichas,
forman un conjunto en el que todos los protagonistas, los principales y los
secundarios - mujeres, sobre todo – se presentan ante nosotros, lectores, como
seres que tienen una vida propia. La primera parte nos habla del tiempo posterior
al exilio/éxodo/cambio de país/nación del protagonista y de sus padres. La
segunda nos cuenta el periodo anterior a ese momento histórico – un elemento
narrativo más, a nuestro juicio -; y la tercera se centra en la figura de sus
dos protagonistas: Margot y Vladimir. Todo esto a grandes rasgos, pues la
complejidad, insisto en la palabra, la riqueza de elementos literarios, añado,
de la que hablamos haría necesaria una división más matizada e incluso más
rigurosa.
Otros personajes, sobre
todo mujeres, prostitutas – y esta es una palabra clave para situar el contexto
de la novela -, completan el “paisaje” de ficción en el que se desenvuelve la
historia que nos quiere contar el autor. Una acción que el autor desplaza muy
lejos de Soria; que la llama a Svetania, un país inventado, probablemente, pero
en el que podríamos percibir paisajes y situaciones conocidos. Y lo hace,
además, de una manera, a nuestro juicio, magnífica, pues esas descripciones son
uno de los elementos más positivos del libro:
“Bajo la chimenea, una estola de humo penetrante como el aullido de un perro encerrado. Sumido en un
antiguo letargo, el llanto acibarado
de los muertos se descompone en la noche como maíz copioso… Y, al
descorrer los cerrojos, una niebla azulina llamea entre las copas más altas de los árboles como escombros de
un cielo rosado, mientras la
luna sigue avanzando…” Página 113.
El tiempo narrativo no
tiene, a nuestro juicio, demasiada importancia, aunque aparezcan algunas
referencias: 2004, 2005,... Tampoco el espacio. Lo importante, a nuestro
juicio, es la atmósfera que envuelve una trama llena de sensualidad.
Estamos, en ese sentido,
ante una obra que tendría bastante que ver con la Nueva Novela francesa de
Michel Butor, Alain Robbe-Grillet (Dans le labyrinthe, 1959), etc. Ellos
también creaban novelas en las que lo importante era el extraño conjunto de
sensaciones que contenían. Estaríamos, en este caso, como en aquellos, ante una
novela dentro de otra novela: la de Jesús Gaspar y la de Zajinski/Nassäev. Para
conseguir el efecto deseado, la novela tiene, si se fijan, una doble portada:
la del libro, con dos autores, y la novela en sí, cuya redacción sí correría a
cargo del autor soriano.
Se podría decir, en fin,
que esta novela está situada en un espacio y un tiempo en el que lo importante
son los avatares imaginarios (soñados por el autor), o reales, de la relación
del protagonista, Vladimir, con todas las mujeres de su entorno: prostitutas,
Margot, Rosario, etc.
¿Cuál sería el interés que
encerraría este libro? A nuestro juicio: La descripción del paisaje en relación
con los protagonistas; las relaciones entre los protagonistas y los personajes
femeninos entre sí; y el tono poético, generoso, en cierta manera, que encierra
cada una de estas páginas.
Es evidente que, cuando
uno comienza a leerla, le chocan rápidamente todas las escenas eróticas. Jesús
decía el otro día que formaban parte de un cierto objetivo de provocar. A nuestro
juicio, estas escenas, que aparecen repetidamente a lo largo de la novela, y
que forman parte del género irreverente/provocador del que hablábamos antes, no
han sido elegidas para eso: para provocar, en el sentido negativo de la
palabra; es decir: como morbo, como gancho, con fines de reclamo publicitario,
pornográfico, sino para describirnos, de una parte, una realidad, compleja y
conocida, el mundo de la prostitución, diríamos, y de otra, menos conocida, el
mundo de la imaginación masculina, que el autor se ha atrevido a describir para
nosotros. Es decir que lo que estas escenas, la novela, tiene de provocadora es
la valentía del autor para describírnoslas y llegar hasta nosotros, lectores.
2.- Una obra literaria irreverente.
Bruxaria, en efecto, sería una novela
erótica. O, mejor dicho, una novela que intenta describir los complejos
eróticos, ocultos, silenciados, reverentemente pasados por alto, de la sociedad
actual. En la novela, el autor nos describe este tipo de escena de los
principales protagonistas: Margot, Vladimir, etc. Nos habla, describiéndola con
rigurosidad, de la vida en los prostíbulos. Nos introduce en el subconsciente
erótico del hombre. Porque, en realidad, esta novela describe el erotismo desde
el punto de vista masculino. En ese sentido, yo no diría que las escenas son
machistas, pero si que reflejan esa realidad social en la que el hombre es un
ser trascendente y la mujer juega un papel secundario.
No insisto mucho en este
aspecto, pero son muchas las citas que podríamos destacar, y que les invito a leer
ustedes mismos en el libro.
Lo importante para mí es
que el autor, Jesús Gaspar, que intenta ocultarse, sin conseguirlo del todo,
detrás del autor ficticio, nos lleva de la mano a un mundo que él describe
perfectamente. Y además lo hace con respeto y, si se nos permite, con cierta delicadeza.
Las mujeres de esta novela nos son presentadas como víctimas de una sociedad
que vive el tema sexual de una manera muy contradictoria.
Curiosamente, en una
novela erótica como ésta, no son obviados temas como la infidelidad, los celos,
el amor, como causas de la situación descrita.
Se podría decir que la novela
no describe un mundo marginal, ruinoso, sino que deja traslucir ese aspecto
como pretexto para una reflexión sobre las relaciones personales en general. En
ese sentido, Bruxaria no sería pues una novela pornográfica, sino una novela a
tesis: una reflexión personal sobre el tema.
Mucho más cuando, como
dice el mismo autor, se trata de una novela falsa. Es decir que las relaciones
ahí descritas sólo existen en la imaginación, en el humo que aparece en tantos
momentos de la narración.
3.- Los personajes como protagonistas.
En principio, el
personaje fundamental parece Margot. Ese es yo creo el objetivo del autor.
Margot como musa, como ídolo femenino, como símbolo también de un mundo
marginal, cuya realidad no es sino la consecuencia de experiencias vitales anteriores
y negativas: la educación, el hecho de vivir en un país extranjero, las
experiencias sexuales que marcan una vida (había perdido tres hijos, creo),
etc.
Margot es el símbolo
también de las relaciones eróticas, del mito de la mujer sexualmente más
poderosa que el hombre. Y es el personaje, a nuestro juicio, que suplanta al
autor dentro de la novela. Porque Margot escribe. En efecto, desde la segunda
línea, leemos: “la ventana donde Margot escribe”. Margot sería pues el
personaje a través del cual se expresa el autor; su representante en la novela;
el que describe todas las situaciones y a todos los personajes.
Pero, por encima de
Margot, a nuestro juicio, el personaje que destaca es Vladimir. En ese sentido,
yo diría que hay un cierto narcisismo en su descripción. ¿Quién es este hombre?
Pues, ni más ni menos, que el falsificador; el antihéroe. El Don Juan de la
novela española de todos los tiempos; el macho, el embaucador de mujeres; “un
falso seductor”.
En la novela, este
personaje es, a nuestro juicio, el mejor tratado. En el Sumario, se intenta
justificarle de su muerte y de la de Margot. Más tarde, se le atribuyen
cualidades “éticas”: “Vladimir no era un
verdadero asesino, ni tan siquiera un proxeneta, ni mató a tantas esposas como
Barba Azul. Tampoco matará a ninguna de las chicas de esta novela por un
sencillo impedimento ético del autor. Y si esto último le hace pensar a mi
atribulado lector que Vladimir no era un ser real, no se equivoca, puesto que
Vladimir sólo existía de verdad en el corazón aprisionado de Margot. Y las
mujeres que se unían a él tampoco eran verdaderamente reales porque se unían a
diabólicos lazos a un ser irreal.” (31)
Su descripción física es muy
precisa y admirativa: páginas 47 y 48, 75. Es capaz, incluso, de amar. Se produce
por lo tanto una sublimación del mismo:
“Para Margot, Vladimir resulta alguien
semejante a un hechicero, no
sólo un vagabundo al que ama. Y Vladimir, que intuye los enormes poderes de Margot, la teme
porque la ama y porque sería capaz
de arrastrarse a sus pies por amor, por envidia, por celos, por lujuria, por todo a la vez, y se
siente dominado, arrastrado por su dueña,
cuya fisonomía se esfumar…” (101)
Y, cuando alguien, un
lector cualquiera, se atreviera a poner en duda que Margot y Vladimir son dos
seres sin corazón, el otro sale en su defensa valientemente: “Que nadie diga que no se amaban.”
(117).
Vladimir será, sin
embargo, como ya hemos dicho, un falsificador; pero también un brujo. Un
gitano. Y hasta un poeta: “Las mujeres son comos estrellas que se apagan en mi
corazón”, dijo Vladimir,
Un personaje, pues, de
múltiples facetas, complejo; un héroe que tiene mucho valor para el autor del
libro, pues, si no es él mismo, porque, en el fondo, ni siquiera ha querido distanciarse
totalmente de él, le faltaría poco. Y ese sería otro signo de provocación, de
la que hablábamos antes.
De los personajes
femeninos, al margen de Margot, yo destacaría la descripción de Rosario, la
madre de Margot, que supera a todas las demás. Y a ella le dedica una buena
parte del segundo capítulo. De ella no destaca, en principio, el aspecto sexual
sino el aspecto misterioso, su historia, maridos, la consideración de símbolo
de esas mujeres haitianas, se dice en la novela, que “viajan al extranjero para
tratar de hacer fortuna.” (58) Rosario es otro mito más.
Hay otros personajes en esta novela. Las chicas de los clubs, por ejemplo, a las que cita, de las que habla, pero que forman parte de un paisaje sobre el que el autor no se detiene lo que seguramente querría.
En definitiva - y así concluyo
estos pequeños apuntes sobre la novela-estamos ante una novela que, según el
narrador, cuenta una historia falsa, que se basa en la historia casi real de
dos lobos: “la cópula de un lobo y una
loba al abrigo de las estrellas”. Es decir: la lucha por la vida de dos
seres humanos en medio de un contexto social y humano verdaderamente difíciles.
Una novela bien construida e interesante, en la que el amor y el erotismo luchan
por dar una respuesta acertada a contradicciones propias y ajenas.