Por Machado

     POR MACHADO

Artículos, poemas, escritos en referencia y homenaje a Antonio Machado.


ANTONIO MACHADO

Por Ángel Martín Sarmiento

 

Del libro: Cuando las cosas hablan (1953-1959), Editorial Discursos, Colección Poesía

(Antonio, yo quiero celebrar tu memoria con versos hondos y sencillos -versos con metro y con rima: como los tuyos-, pidiéndole ese “duende poético” que se alojaba en las más escondidas habitaciones de tu sangre)

 

-Para el Dr. Miguel Robles S. Cortés que me miró dentro de los ojos y me encendió en ellos más luz-.

 

Antonio, fuiste sencillo

como sencilla es la tarde

que empaña su voz en grana

por no despertar al aire.

 

En ti el paisaje delira

en rapto de anacoreta;

en ti se adentra, y revierte

ya sin humana silueta.

 

En ti los chopos derrotan

su artificial primavera,

y se desnudan de nidos

para ser sólo veredas

 

que empujen la tierra a Dios.

Antonio, ¡que en ti Castilla

es barro humano amasado

con sangre de corazón!

 

¿Qué cosas los encinares

te dijeron, cuando estabas

dialogando su medula

con la voz de tus entrañas?

 

¡Que es palpitación humana

la gleba yerta, cortante,

que hace jirones la luz

en la alta tierra soriana!

 

¡Que en tu voz Castilla reza

salterio penitencial,

llorando el pecado oculto

de no quererse alegrar!

 

Fuiste soñando caminos

donde había pedregales

y después, los bordeabas

con llanto de naranjales…

 

¡Que en Soria los azahares

son lágrimas congeladas

que encarcelaron macetas

de tu Sevilla lejana!

 

No supiste maldecir

al insecto que corroe

la leve gracia del tallo,

o el abril-niño del brote.

 

Las abejas castellanas

labraron en ti colmena

y tus palabras son dulces

y amargas, como la pena.

 

Antonio, tu sufrimiento

es un regato sencillo

que sólo cruza su acero

con la espada de los lirios.

 

Tus ojos pusieron nombres

a las piedras segovianas

tus ojos eran silbidos

que, amorosos, las llamaban;

 

hiciste en ellas, Antonio,

milagro de arquitectura.

¡Piedras grises que incubaron

las fiebres de tu ternura!

 

y si tu pecho se hería,

si abría grietas tu alma,

ensayabas valentía

con riscos del Guadarrama.

 

Antonio, qué sencillez

la de tu estrofa incipiente:

¡Nunca acabas de decir

lo que estás diciendo siempre!

 

Antonio, ¡cómo deslíes

la humildad de tus estrofas

en un olor de tomillo

de juncias y de alhelíes!

 

Cada palabra, es un nido

donde has alumbrado hogar

para esa tu infancia -¡tuya!-

que no te quiere dejar.

 

Te aprendiste la lección

que cantaba el escolar,

y después la repetías

con gritos de corazón.

 

“Mil veces ciento, cien mil;

Mil veces mil, un millón”…

 

Eres un pobre labriego

que no quiere más cosecha

que ver su estrofa trepando

por el jastial de la pena,y

 

y siembras con ojos ciegos

porque sabes de memoria

cuál es el surco más madre

al alcance de tu noria…

 

(¡Antonio, los cangilones

que en ti volcaron su amor;

Antonio, los que regaban

las flores de tu dolor!)

 

Lloras sin llamar a nadie:

lágrimas para tu afán.

Antonio, ¿ dónde has sembrado

ese trigo…y tu pan?