SORIA, 1907

 SORIA, 1907


                                           Tierra Soriana, 14 de enero de 1907

                                                La mortalidad en Soria



I

Según datos tomados del Juzgado municipal, las defunciones habidas en nuestra ciudad durante el año último 1906, han sido 217, las ocurridas en el año 1905 fueron 180.  La semisuma de ambas cifras, que arrojan el promedio del fallecimiento en ambos años, representa una mortalidad de unos 37 habitantes por mil.

Nos hemos fijado en las cifras de los dos últimos años, porque en la memoria titulada Saneamiento de Soria, publicada por nuestra comisión de salubridad e higiene en 20 de enero de 1905, se estudia la mortalidad de Soria desde el año 1886.

Aunque muchos de nuestros lectores deben de conocer la indicada memoria y los datos indicados, creemos muy conveniente darles cuenta de ellos para compararlos con los referentes a los de de 1905 y 1906.

En los siete años que median entre 1º de Enero de 1886 hasta fin de Diciembre de 1892, la mortalidad en Soria fue por término medio anualmente de 42,60 habitantes por mil.

Y en los años siguientes al septenio indicado, el número de defunciones habidas en nuestra ciudad e inscritas en el Registro Civil, representan un 34 por mil.

Se hace notar en dicha memoria, que esta disminución en la mortalidad no puede explicarse desgraciadamente por mejoramiento en nuestra higiene pública, que debe atribuirse (y estamos de acuerdo con esta opinión) a dos causas. Es una de ellas, la baja que siempre se nota en el número de defunciones después de algunos años en que por epidemia haya habido muchos fallecimientos, como había sucedido en esta población antes de 1886, y es la otra causa, el progreso habido en higiene privada y el aumento de vacunación y revacunación contra la viruela, debido muy especialmente a nuestro Ayuntamiento, por lo cual, le brindamos nuestro sincero aplauso.

Se corrobora la procedencia de las siguientes observaciones, si se fija la atención en las cifras que hemos estampado; porque de ellas resulta que la mortalidad tiende a aumentar, pues de los tres periodos citados fue en el primero de 42,60 por mil, en el segundo de 34 y en el tercero de 37.

No tenemos noticias de que este aumento de la mortalidad se debe a motivo alguno que pueda considerarse como especial, ni datos para hacer una comparación entre las diversas enfermedades que han sido causa de las defunciones, terminamos por hoy a decir que son tristes, muy tristes las cifras de que hoy nos ocupamos porque muestran de un modo evidente que en Soria pagamos un tributo a la muerte muy superior al que debíamos pagar. La mortalidad de nuestra ciudad, es mucho más alta que la que debía ser, y puede asegurarse que su saneamiento la haría descender considerablemente.

Como el asunto es de interés, no ha de ser el presente artículo el único que hayamos de dedicarle.

 

Tierra Soriana, 16 de enero de 1907

La mortalidad en Soria

II

Al fijar el tanto por ciento que representa la mortalidad en esta ciudad en los años 1905 y 1906 hemos tenido presente, como se hizo en el “Saneamiento de Soria”, los fallecimientos habidos en el hospital de enfermos que no procedían de Soria.

Para que pueda fácilmente apreciarse la importancia de la mortalidad habida en esta capital, conviene tener presente que en el periodo de siete años, citado en nuestro artículo anterior, en que el Instituto geográfico y estadístico presenta datos suficiente para hacer la comparación, en 43 capitales de provincia españolas fue menor la mortalidad que en la nuestra, y solo en 5 fue la mortalidad más alta. Es decir, que de las 49 capitales de provincia de España, solo hay cinco en que se pague a la muerte mayor tributo que en Soria.

Y si tan poco favorable nos es el resultado de la comparación hecha entre Soria y las demás capitales de provincia, desde el punto de vista sanitario, no lo es más el que arroja la que se llega comparando nuestra mortalidad con la media de nuestra nación.

Según la citada publicación la mortalidad media en España representa muy poco más de 31 por mil y en esta ciudad ya hemos dicho que en los tres periodos estudiados representa 42,60, 34 y 37 por mil.

Nos parece interesante, y pensamos hacerlo, un estudio comparativo de las diversas clases de enfermedades que han arrancado la vida a nuestros convecinos, con el propósito de poder apreciar las causas que hayan podido determinar el aumento que se nota en los últimos años.

Es posible que el aumento en el consumo de las aguas del Duero, facilitado por la elevación de las mismas, haya contribuido a ese aumento, pues somos de los que (con) fundamento creen que el consumo de dichas aguas es peligroso, pero no podemos afirmarlo, aun cuando tengamos indicios para creerlo.

Otro día dedicaremos atención al abastecimiento de aguas de nuestra ciudad, y hasta que así lo hagamos hemos de limitarnos a indicar la conveniencia grande de ver el agua filtrada en buenas condiciones. Y hemos subrayado estas palabras porque la filtración de que son objeto las aguas que se elevan para nuestro consumo en el mismo río Duero, como otras filtraciones que se hacen a domicilio, no nos parecen eficaces.

¿Sería fácilmente realizable la instalación de algunos filtros en buenas condiciones por cuenta del Ayuntamiento para el consumo público? ¿No merece un ensayo tan importante asunto?

Es fácil que dentro del criterio dominante entre nosotros se vea a disgusto la campaña que iniciamos con el propósito de dar a conocer las condiciones sanitarias de Soria, pero creemos que el mayor servicio que podemos prestar a nuestros convecinos es ponerles de manifiesto las deficiencias de que adolece nuestra ciudad con el propósito de procurar su remedio.


Tierra Soriana, 24 de enero de 1907

La mortalidad en Soria

III




                                        El Avisador Numantino, 2 de noviembre de 1907

                                                                 MEMORIA

                Sobre las causas de la mortalidad en Soria

           por el Doctor Valentín Guisande

Solicitado por el Sr. Alcalde-Presidente del Excmo. Ayuntamiento de esta Ciudad de Soria en comunicación que él me dirige con fecha 31 del actual para emitir informe acerca de las causas que determinan un aumento de mortalidad en esta Capital, muy especialmente a partir del mes de Octubre de 1903, fecha en que comenzó a usarse el agua elevada del río Duero, y para que manifieste si el consumo de dicho líquido ha podido influir en la salud pública, aceptando gustoso la misión con que se me honra, procuraré cumplir lo mejor que pueda con este mi cometido, y para mayor claridad dividiré esta Memoria en partes.

Causas de la Mortalidad

A mi juicio, en Soria las causas de la mortalidad son varias.

Para dar principio, cito el elevado precio de los alimentos y bebidas que se expenden en la Plaza. Este precio impide que la clase obrera, falta de recursos y hasta la clase media, que tampoco los tiene sobrados, pueda consumir los alimentos en cantidad y calidad suficientes para su sostenimiento y para contrarrestar los rigores y variaciones termométricas y frecuentes de un país frío y seco.

Esta es una de las más pequeñas causa de la mortalidad, pues en general los alimentos son sanos, aunque aquí, como en todas partes, existe la adulteración de algunos, pero de este particular no hablo, por las escabrosidades en que tendría que caminar ya que en Soria no existe, como en otras capitales y pueblos de importancia, Laboratorio Municipal para análisis de alimentos y bebidas sospechosas.

Los medios de calefacción que se usan en este país determinan algunas enfermedades que causan víctimas.

Aquí, donde la leña debiera hallarse poco menos que regalada, por la abundancia detal combustible, resulta cara por la falta de medios de comunicación y se emplea en la casi totalidad de loas viviendas el brasero como medio de calefacción. Donde este medio de combatir el frío se emplee, las habitaciones están poco aireadas y los individuos que su calor reciben, se exponen a cambios bruscos de temperatura al salir de la habitación a la calle.

Una de las causas que más niños mata es el frío, pues puede considerarse como cruel cuanto menos es su edad, pues un simple …, que en un niño mayor no tiene importancia, en un pequeñín es grave, porque impide la succión para mamar, por obstruirse las narices, y después de varias tentativas para mamar, y acosados por el hambre, sin conseguirlo, agitados, cansados de gritar y sufrir, caen en un estado de abatimiento del cual es difícil sacarlos.

Otra de las causas de mortalidad es el uso del alcohol, en cualquier forma que sea, y no digo el abuso por no herir susceptibilidades.

Hallase tan generalizado el uso del alcohol en todo tiempo y por individuos de todos los sexos y edades, que lo considero como una de las causas que más contingente dan a la mortalidad, ya por lo que puede llamarse verdadero abuso, como es el estado frecuente de embriaguez, ya por lo que se llama simplemente uso, como es la costumbre de tomar a diario una copa de aguardiente, cognac, rom, o ya por la clase de alcohol que se consume. Los alcoholes industriales son verdaderos venenos.

Los que tenemos consulta pública, a veces solemos preguntar a un paciente acerca del uso que hace de bebidas alcohólicas, y por lo general, esta pregunta es acogida por el enfermo con cierta prevención, pues confunde la palabra alcohólico con la palabra borracho, que en medicina tienen muy distinta significación.

Ya queda dicho que es alcohólico un individuo que a diario toma una copa de cognac, por ejemplo, el que con relativa frecuencia usa de alcohol industrial y, claro está, que en mucho más alto grado será alcohólico aquel que se embriague todos los días.

El alcohol, lejos de ser un alimento, es un veneno, y esta es una de las causas que debe tratar de inculcarse en el entendimiento del hombre desde su más tierna edad. En las escuelas, entre otras enseñanzas, debiera darse a los niños la de los perniciosos efectos que el alcohol causa en el organismo humano.

Lejos de dar energía, las resta; y como dice el Dr. Martínez de Vargas en sus Consejos a las madres, publicado hace pocos días en El Avisador Numantino, es el factor más importante para engendrar hijos degenerados, física y moralmente; es causa de dolencias tan graves como la epilepsia, el idiotismo, la locura, la neurosis, etc.

La nodriza que beba vino, como no lo haga en muy pequeña cantidad, criará el niño endeble, enfermizo, estreñido y predispuesto a multitud de enfermedades graves, como la eclampsia y la meningitis, complicación de todas sus dolencias, y, es más, el Dr. Tolosa Latour, gran especialista en las enfermedades de la infancia, dice “que el vino se ha de dar a los niños mezclado con agua a partes iguales y a cucharadas de café durante la convalecencia de sus enfermedades.”

Está, pues, demostrado con la opinión de las más grandes autoridades médicas, que el alcoholismo es causa de multitud de enfermedades que tienen por término la muerte.

La ignorancia, EXCMO. SR., es otra de las causas de la mortalidad, y no me refiero a la falta de esa instrucción que se adquiere en la escuela, consistente en saber leer de corrido y escribir al dictado correctamente, hago alusión a la falta de instrucción higiénica. Vivimos en una capital de provincia y, sin embargo, las madres (salvo honrosas excepciones) no utilizan para sus hijos los principios de higiene que aconseja la ciencia y hasta el más rudimentario sentido común.

Los niños son las víctimas propiciatorias de la ignorancia en su infancia más tierna, cuando necesitan de más solícitos cuidados.

Desde los primeros días siguientes al nacimiento existe en algunas madres la nefasta costumbre de dar a sus hijos sopas, papillas, bizcochos mojados en vino, etc.; todo menos leche, que es lo que el delicado estómago de las criaturitas podría digerir con más facilidad. De aquí resulta que, por un exceso de celo mal entendido, queriendo criarles cuanto antes y hacerlos hombres antes de tiempo, lo que consiguen es retrasar su desarrollo cuando no alcanzan que la muerte acabe con toda esperanza de que sus hijos lleguen a la edad de la juventud.

Con tan ignorantes prácticas, lo primero que sucede a las criaturitas es que son atacadas de dispepsias (vómitos, secedias, dolores, desarrollo de gases, etc.), cuyas molestias hacen que los niños lloren y se pongan desasosegados. Las madres con la mejor buena fe, pero con supina ignorancia, confunden estos síntomas con los del hambre y repiten la dosis de alimentación, dando lugar al catarro gastro-intestinal, que especialmente en verano, mata a la mayoría de los niños en su tierna edad.

Esta mala costumbre está tan arraigada, que recuerdo en una ocasión habré sido llamado para visitar a una familia de buena posición, que tenía una niña recién nacida enferma con una pierna edematosa, a la cual, creo por consejo de su médico, se le habían aplicado una o dos sanguijuelas, y además me decía la madre que le había dado unas sopitas desde los primeros días siguientes al nacimiento. La criatura murió a los dos o tres días.

En otra ocasión un padre de familia, empleado en una de las oficinas públicas de esta población, trajo a mi consulta, un niño de tres meses que padecía repetidos ataques de eclampsis, (vulgo alferecia) producto de una alimentación imprudente.

Cito estos casos para demostrar que la falta de instrucción higiénica, no es peculiar de las clases mal acomodadas, sino que se halla extendida en la inmensa mayoría de la sociedad.

Con esta llamada alimentación prematura, que mejor merece el título de alimentación infanticida, ocurre lo mismo que con las demás prácticas, muy en uso, desgraciadamente, entre la mayoría de las familias. Los más pobres e ignorantes son los que antes de tiempo ingieren más alimentos de todas clases a sus hijos, y si les aprovechara en proporción a la cantidad y calidad que ingieren, serían los más hermosos y desarrollados, y sucede precisamente que son los más enclenques (…) y exprimidos, porque asimilan poco o nada de lo que han comido; y lo mismo que ocurre con la alimentación, el mismo deseo tienen para todo lo demás en lo que se refiere al desarrollo físico, moral e intelectual de los niños; al luchar por educar, en gran velocidad se lucha por sostener la excesiva mortalidad de la infancia y por el debilitamiento de la raza; de un ser perfecto, incompleto y delicado, quieren a marchas forzadas convertirle en un ser perfecto, completo y fuerte, es decir, de un niño un hombre. Quieren hacer andar a los niños antes de que los huesos y músculos de sus piernas tengan fuerza para sostenerlos derechos, y los niños se caen; desean que hablen cuando aún no pueden y les atontan con la repetición monótona y abrumadora de la palabra que desean que pronuncien; anhelan que se diviertan, los llevan al teatro y se duermen o se agitan y enferman; ambicionan despertar en ellos los arrestos del valor, les asustan con el coco y los hacen tímidos y apocados; para dormirlos con facilidad, los acunan y se marean; se les quiere hacer callar castigando el objeto o persona causa del llanto, y les engendran malos sentimientos; se les riñe porque se caen o se quejan y concluyen por ocultar males de cuidado; con golosinas o juguetes pretendemos hacerlos ceder y cada vez se hacen más exigentes; se los mima para no contrariarles y se encuentran contrariados toda la vida, etc., etc.

En cambio desatienden prácticas tan altamente higiénicas como la balneación, templada o fría, según las estación y la edad, necesaria para el desarrollo de los niños y que les hace fuertes evitando la predisposición a resfriados. Hay familia que odia cordialmente el baño, y ocasiones hay en que un niño enfermo necesite baños y su familia, cuando el doctor lo prescribe, se llena de congoja creyendo que es un caso desesperado la situación de su hijo, y aunque obedecen al médico, no lo hacen de buen grado por la falta de costumbre; no teniendo presente que la falta de aseo en los niños es causa de enfermedad, y se olvidan algunas madres de que casi tanto cría a los niños la limpieza como la leche, pues obedeciendo a vulgares leyendas creen que cuanto se acumula en la piel de la cabeza debe respetarse, o no puede retirarse por miedo a que se le meta dentro, y por esto, lejos de limpiarla, la tapan con especial cuidado para que el aire no penetre, y si hay parásitos, que nada tiene de particular, hay algunas que los dejan para que se multipliquen, considerándolos como signo de salud, y los pobrecillos niños, aquejados por el insomnio y otras perturbaciones que les produce el picor, demuestran su disgusto, tratándose de seres tan impresionables.

Causa de mortalidad es también la escasez de jornales para obreros, en un país como éste donde el invierno es tan largo.

Al faltar al obrero el trabajo, le falta el jornal y por carencia de medios deja de alimentarse lo suficiente, dando origen a que disminuya su receptividad orgánica y se pone en aptitud de adquirir toda clase de enfermedades, no solo él sino también los miembros de su familia.

Los vicios, que por desgraciada se hallan muy generalizados entre la juventud, contribuyen a la mortalidad con un no escaso contingente.

A la mortalidad coopera la insalubridad de la mayor parte de las viviendas, y especialmente las habitadas por clases de escasos recursos, verdaderas zahúrdas impropias de ser habitadas ni siquiera por bestias. Tales moradas en una sola pieza tienen muchas veces todos los departamentos de la casa, y sus moradores duermen amontonados en el mismo departamento en que se guisa, en una atmósfera viciada por el ácido carbónico que se desprende en toda combustión, por los mismas exhalados del cuerpo humano a que da lugar la acumulación de personas en un mismo recinto, por el humo del tabaco y por el de las sustancias aromáticas que emplean para enmascarar olores nauseabundos. Añádase a todas estas circunstancias antihigiénicas, la de la lobreguez de esos antros, a los cuales nunca llega el sol, empobreciendo la sangre de los que los habitan y se comprenderá que lo verdaderamente asombroso es que en ellos puedan vivir seres humanos, pues es axiomático que “donde no entra el sol entra a menudo el médico”.

El curanderismo, que aquí como en todas partes se aprovecha de la ignorancia de ciertas gentes, es causa de mortalidad, o por lo menos impide que el médico intervenga desde el primer momento en la curación de graves dolencias, que cuando le son consultadas es ya tarde y se ha hecho imposible todo medio de curación; y otras veces por consejo de personas imperitas en la ciencia de curar se comenten verdaderos disparates con los enfermos, como tuvo ocasión de ver el que suscribe en un enfermo de la Beneficencia Municipal, habitante en la calle Real, que por consejo de un curandero fue envuelto en un bote durante un número de días indefinido, dando lugar a que se ulcerase su cuerpo hasta el extremo de que en las nalgas había desaparecido casi totalmente la parte muscular o carnosa, sustituida por un antro ulceroso que dejaba al descubierto los huesos de las caderas y vértebras lumbares.

No es tampoco pequeño el perjuicio que hacen a la salud pública ciertas personas que se creen ilustradas, y de todo entienden, aconsejando el empleo de medicamentos específicos que solo el médico debe prescribir. Para estas personas todas las enfermedades son iguales, y en cuanto hallan un paciente crónico, le aconsejan cualquier específico, que según ellas dicen “volvió la salud a fulano que se hallaba mucho peor”. Los aconsejados, por regla general, entienden de medicina lo mismo que los consejeros sobre poco más o menos, y en su deseo naturalísimo de verse libre de sus dolencias, acogen los consejos y los pasan en práctica inmediatamente, consiguiendo empeorar muchas veces y no hallando mejoría nunca.


El Avisador Numantino, 5 de noviembre de 1907 



II

El Avisador Numantino, jueves, 7 de noviembre de 1907 

De médico, poeta y loco todos tenemos un poco, dice un refrán que sin duda han aprendido mal las personas que dan consejos en materia tan delicada. Pase lo de que tengamos un poco, pero llega a aconsejar el usote específicos, es asunto muy delicado, y aun el profesional necesita fijarse mucho en la enfermedad de su cliente y en el específico que haya de prescribirle para que la indicación sea racional y científica.

Dos casos concretos, entre otros, pueden dar idea de las nefastas consecuencias de la intrusión de consejeros en las enfermedades que no entienden. Uno, el de haberse dado a un niño de un mes de edad, un específico para calmar la tos. El específico contenía opio y como es natural la vida de la criaturita vióse seriamente comprometida.             Otro, el de haber dado igualmente un específico a una señora atacada de congestión pulmonar, que falleció a los cinco días a consecuencia de los efectos usados en su organismo por el medicamento.

Incalculable se haría esta memoria si tratara de enumerar todas las causas que influyen en la mortalidad de Soria, por lo que, una vez mencionadas las anteriores, que a mi juicio son las principales, hago punto en esta primera parte.

Influencia de las aguas del río Duero en la salud pública de Soria

Para deducir la influencia que puedan tener en la salud pública de esta capital el uso como bebida de las aguas elevadas del río Duero, preciso es comenzar por el examen y comparación de los adjuntos cuadros de defunciones ocurridas en Soria desde el año 1900 hasta el del 1907 inclusive, deducidos los fallecimientos que han tenido lugar en el Hospital y Hospicio provinciales, por acudir a tales establecimientos personas que vivieron en diferentes pueblos de la provincia.

Acudiendo a la estadística con números, que es el medio ma´s palpable, por lo gráfico, se pueden establecer comparaciones y deducir consecuencias de irrebatible lógica.

Estados número 1, 2, 3, 4, 5, 6 y 7, que se insertan a continuación.


El Avisador Numantino, 9 de noviembre de 1907 




El Avisador Numantino, 12 de noviembre de 1907 




El Avisador Numantino, 14 de noviembre de 1907 


El Avisador Numantino, 16 de noviembre de 1907 



El Avisador Numantino, 17 de noviembre de 1907 


                                   El Avisador Numantino, 23 de noviembre de 1907 


                                              El Avisador Numantino, 28 de noviembre de 1907 



                                              El Avisador Numantino, 30 de noviembre de 1907