Conferencia
150 aniversario nacimiento Antonio Machado
Antonio
Machado y Soria
Esther
Vallejo de Miguel
Soria,
22 de febrero de 2025
Ahora,
en algún lugar de la Tierra, alguien, al igual que nosotros, estará leyendo
algún poema de Antonio Machado. No, no es una exageración puesto que sus poemas
están traducidos a más de veinte idiomas que serán hablados en decenas de
países; desde Australia a Canadá, desde China a Iberoamérica y todos esos
poemas de Campos de Castilla les hablarán de Soria, de sus paisajes y de sus
gentes, de Leonor y del dolor que le inspiraron los poemas de su muerte.
Pero
¿Cómo y por qué vino a Soria nuestro poeta?
Como
otro gran poeta de Soria, Gerardo Diego, vino por obra y gracia de unas
oposiciones. Estas oposiciones para cátedras de francés, en el caso de Antonio
Machado, se convocaron el 1 de agosto de 1905 y se dieron los nombramientos el
16 de abril de 1907, habiendo 125 aspirantes para siete plazas. Antonio Machado
obtuvo el número seis, no teniendo por consiguiente más opciones que elegir
entre Soria u Orense. Es lógico que eligiera Soria por su mayor cercanía a
Madrid y por su comunicación por ferrocarril.
¿Y
cómo era ese joven de 32 años que venía a nuestra ciudad como catedrático de
francés al Instituto General y Técnico?
Era
un joven perteneciente a una familia
liberal y de gran cultura, que se había educado desde niño en la Institución
Libre de Enseñanza hasta los 14 años y después en el Instituto San Isidro de
Madrid, donde haría el bachillerato. Su primera juventud transcurrió en aquel
Madrid de bohemia, de teatro y de tertulias literarias, donde Valle-Inclán
sería su estrella más refulgente. En el Madrid modernista y de la Generación
del 98. Pero aquel joven observador, tímido y poco hablador lo que frecuentaba
asiduamente era la Biblioteca Nacional, lo cual le permitiría adquirir la gran
cultura que nuestro poeta poseía.
El
joven poeta también estuvo al tanto de todas las vanguardias literarias y
artísticas europeas, pues realizó dos viajes a París, donde su hermano Manuel
era traductor de la editorial Garnier. Ciudad ésta que era el centro de las
vanguardias de las artes y las letras de Europa que era tanto como decir del
mundo occidental.
Cuando
Antonio Machado llegó a Soria en 1907 era además un poeta de reconocida valía,
había publicado ya en 1903 su libro Soledades, un poemario de influencias
becquerianas, modernistas y simbolistas. Libro que mereció las mejores
críticas, incluso la de nuestro premio Nobel Juan Ramón Jiménez.
Y
ahora cabría preguntarse, ¿Qué sensaciones, qué impresiones pudo sentir nuestro
poeta al venir a una ciudad provinciana de apenas siete mil habitantes, de
calles estrechas, humildes casas y fríos y largos inviernos? En su poema “A
orillas del Duero” podemos leer:
¡Oh, tierra triste y
noble,
de los altos llanos y yermas roquedas,
campos sin arados,
regatos sin arboledas,
decrépitas ciudades,
caminos sin mesones
Impresiones
que vemos también en los poemas “Por tierras de España” o “El dios
íbero”.
Pero
Antonio Machado enseguida percibió que aquella tierra dura, humilde, fría y de
gentes sufridas, trabajadoras y ascéticas en el fondo era una tierra cálida en
afectos y rica en valores humanos. Pronto percibió Machado, como hombre de gran
sensibilidad que nuestra ciudad y nuestra tierra despertaban en él lo más
esencial de su yo, aquello hacia lo que su guía interior le orientaba y
exclama:
“Me habéis llegado al
alma ¿O acaso estabais en el fondo de ella?”
En
Soria y en la pensión donde se hospedaba, que como todos sabemos era de la
madre de Leonor, Isabel Cuevas, encontró la paz, el decoro, el buen cuidado que
le reportarían tranquilidad y confianza en su trabajo intelectual. Asimismo, en
el Instituto encontró el compañerismo, la consideración e incluso la amistad,
como la de D. Pedro Chico.
No
tardó mucho en integrarse en la vida cultural y social de la pequeña ciudad
frecuentando el Casino La Amistad, colaborando en periódicos como “Tierra
Soriana”, cuyo director fue su gran amigo José María Palacio, o dando
conferencias en la Sociedad de Socorros Mutuos Obreros o participando con su
intervención en el homenaje al filósofo D. Antonio Pérez de la Mata. También
realiza excursiones a la comarca de Pinares, importante excursión por ser
fundamental en la concepción del poema “La tierra de Alvargonzález”.
Y
sobre todo Machado gustaba de pasear, de sumergirse en el paisaje, en la
naturaleza, esa naturaleza en la que él se veía reflejado, pues era el paisaje
de su alma. De esta contemplación surgiría el milagro de la transformación en
su concepto poético.
Antes
de venir a Soria Machado era el poeta de “Soledades”, el poeta
intimista, modernista y de una expresión poética simbolista. Era el poeta del
yo íntimo, el poeta introspectivo, que busca dentro de si el tema poético.
Ahora, al vivir en Soria y sentirla, el poeta aprendió a volcarse hacia afuera,
hacia el paisaje, hacia los hombres, hacia la belleza y los problemas que
podían rodearle. Por primera vez Machado se siente conmovido por “lo otro”.
La Tierra Soriana viene a ser el correlato exacto y cabal donde le es posible
objetivar sus sentimientos y también su sincera y patriótica melancolía. El
poeta encuentra en Soria el tomo lírico más puro y austero que desde Bécquer
acá ha tenido la poesía española, como él mismo dice:
“Cinco años en la tierra de Soria hoy para mí
sagrada…//… orientaron mis ojos y mi corazón hacia lo esencial castellano”.
Campos
de Soria – Poema VII
¡Colinas plateadas,
grises alcores, cárdenas
roquedas
por donde traza el Duero
su curva de ballesta
en torno a Soria, oscuros
encinares,
ariscos pedregales,
calvas sierras,
caminos blancos y álamos
del río,
tardes de Soria, mística
y guerrera,
hoy siento por vosotros,
en el fondo
del corazón, tristeza,
tristeza que es amor! ¡Campos
de Soria
donde parece que las
rocas sueñan,
conmigo vais! ¡Colinas
plateadas,
grises alcores, cárdenas
roquedas!...
En
estos poemas de “Campos de Soria” culmina su capacidad lírica y
evocadora.
Pero
no podemos olvidar aquí el largo romance “La tierra de Alvargonzález”.
Machado nos dice:
“Me pareció el romance
la suprema expresión de la poesía y quise escribir un nuevo romance…//… Pero
mis romances no emanan de las heroicas gestas, sino del pueblo que las compuso
y de la tierra donde se cantaron. Mis romances miran a lo elemental humano, al
campo de Castilla.”
Para
mí, el “Romance de Alvargonzález” alcanza la dimensión de un mito donde
se plasman los misterios de la condición humana. No es un mito como los
griegos, de dioses y héroes, sino un mito donde los protagonistas son hombres,
y cuyo tema es la envidia y la avaricia humanas.
No
cabe ninguna duda de que Soria influyó de una forma esencial en la obra de
Antonio Machado y también en su persona y en su vida. Ya que en Soria descubrió
Antonio Machado algo tan importante como fue el amor a Leonor.
Todos
conocemos ya como Machado conoció a Leonor en la casa de sus padres, de la cual
Machado era huésped. Él, ya catedrático de instituto y poeta consagrado con su
libro “Soledades”, tenía 32 años, y Leonor era una jovencita alegre,
bonita y hacendosa que ayudaba a su madre en las labores de casa. No sabemos
exactamente cuándo y cómo surgió entre ellos ese maravilloso sentimiento del
amor, dado el carácter de Machado discreto, silencioso y un poco tímido.
Consciente también de la diferencia de edad entre ambos y de la mentalidad de
una ciudad provinciana y tradicional. Era natural por todo ello, que Antonio
Machado no quisiera exponer a su amada, y a él mismo, a comentarios indeseados
que podían herir, sobre todo, a Leonor.
Por
todo esto, no hay poemas encendidos a la novia, aunque sí nos han quedado algunas
alusiones a sus sentimientos en algunos poemas de “Campos de Castilla”,
como es el poema “El tren”:
Todas las mujeres bellas
fueran como tu doncellas
en un convento a
encerrarse…
Y la niña que yo quiero
¡Ay! Preferiría casarse
con un mocito barbero.
Sentimiento
tierno y amoroso que también se manifiesta en el poema “Pascua de
Resurrección”:
Buscad vuestros amores,
doncellitas,
donde brota el agua de la
piedra.
En donde el agua ríe y
sueña y pasa,
allí el romance del amor
se cuenta.
…//…
¿No beberán un día en
vuestros senos
los que mañana labrarán
la tierra?
¡Oh! Celebrad este
domingo claro,
madrecitas en flor,
vuestras entrañas nuevas.
El
profesor José María Valverde, que ha realizado un estudio exhaustivo de Leonor
en los poemas de Antonio Machado, ha descubierto que Leonor está presente en
sus poemas hasta el año 1928.
El
profesor Sánchez Barbudo, por su parte, dice:
“Con tu amor, Leonor,
llevaste a Antonio Machado, desde el yo a la otredad, a nosotros, al pueblo, a
la comunión con el pueblo, a la comunión con el prójimo y también a la teología
cristiana, menesteroso buscador de Dios.”
Aquí podemos recordar el
poemita de “Canciones” (XII):
En Santo Domingo,
la misa mayor.
Aunque me decían
hereje y masón,
rezando contigo,
¡Cuánta devoción!
El profesor Heliodoro
Carpintero dice al respecto:
“Hay
en este amor un pudor, un recato, un estremecimiento, un misterio sagrado, un
sentido religioso, profundo y verdadero. Esta es la suprema aportación de
Soria a través del amor de Leonor.”
José
María Valverde, gran estudioso de la poesía de Machado, ha descubierto que:
“En
los poemas de “Campos de Soria” la mirada de Machado es más luminosa, es
amorosamente bella en sus nueve estampas, con una visión más cordial al llegar
el calor del amor a su obra.”
Amor
que encuentra su culminación con su boda. Todos conocemos los datos biográficos
de la pareja de los recién casados y la tragedia de la enfermedad y muerte de
Leonor que dejó a Machado sumido literalmente en la desesperación como consta
en una carta dirigida a Juan Ramón Jiménez en 1913:
“Cuando
perdí a mi esposa pensé pegarme un tiro”
Y
en otra carta dirigida a Unamuno leemos:
“La
muerte de mi mujer dejó mi espíritu desgarrado. Mi mujer era una criatura
angelical segada por la muerte cruelmente. Yo tenía adoración por ella; pero
sobre el amor está la piedad. Yo hubiera preferido mil veces morirme a verla
morir, hubiera dado mil vidas por la suya.”
Ya
en Baeza el poeta se siente solo con su sombra y con su pena y aquí es donde
escribe los poemas más delicadamente bellos que brotan del dolor de su alma.
Una noche de verano
-estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa-
La muerte en mi casa
entró.
Se fue acercando a su
lecho
-ni siquiera me miró-
Con unos dedos muy finos
Algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme,
La muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has
hecho?
La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón.
¡Ay, lo que la muerte ha
roto
era un hilo entre los
dos!
Así
como Dante inmortalizó a Beatriz en sus poemas y Petrarca a Laura en su “Cancionero”,
Machado ha inmortalizado a Leonor con sus poemas, elevándola a mito de la
lírica amorosa.
El
profesor Eduardo Cacho afirma en su libro “La Elegía Funeral en la Poesía
Española” que estos poemas son la cumbre de los poemas elegíacos en español.
Por razones de tiempo aquí no podemos extendernos más.
Y
desde Baeza Machado se dirige a su querido amigo José María Palacio mediante un
poema epistolar donde Soria y Leonor van unidos, como siempre lo irán en su
memoria. El poema tiene tanta sencillez, sinceridad y plasticidad lírica que en
él se ha querido ver la cumbre de la poesía machadiana.
A José María Palacio
Palacio, buen amigo,
¿Está la primavera
vistiendo ya las ramas de
los chopos
del río y los caminos? En
la estepa
del alto Duero, primavera
tarda,
¡Pero es tan bella y
dulce cuando llega!...
¿Tienen los viejos olmos
algunas hojas nuevas?
Aún las acacias estarán
desnudas
y nevados los montes de
las sierras.
¡Oh, mole del Moncayo
blanca y rosa,
allá, en el cielo de
Aragón, tan bella!
¿Hay zarzas floridas
entre las grises peñas,
y blancas margaritas
entre la fina hierba?
Por esos campanarios
ya habrán ido llegando
las cigüeñas.
Habrá trigales verdes,
y mulas pardas en las
sementeras,
y labriegos que siembran
los tardíos
con las lluvias de abril.
Ya las abejas
libarán del tomillo y el
romero.
¿Hay ciruelos en flor?
¿Quedan violetas?
Furtivos cazadores, los
reclamos
de la perdiz bajo las
capas luengas,
no faltarán. Palacio,
buen amigo,
¿tienen ya ruiseñores las
riberas?
Con los primeros lirios
y las primeras rosas de
las huertas,
en una tarde azul, sube
al Espino,
al alto Espino donde está
su tierra…