Machado y Francia




REFERENCIAS FRANCESAS EN LA OBRA DE ANTONIO MACHADO

 Por Jesús Bozal Alfaro, Idiomas 2010
Escuela Oficial de Idiomas de Soria

Es absolutamente seguro que, para cuando Antonio Machado (1875-1939) viaja por primera vez a París, en 1899, acumula ya conocimientos importantes de la lengua y de la cultura francesas, aprendidos en la Institución Libre de Enseñanza (1882-1888), en los Institutos de Madrid (San Isidro, Curso 1888-1889; Instituto Cardenal Cisneros, Curso 1889-1890), en los que estudió el bachillerato, y sobre todo, en su casa, de la mano de su padre, Antonio Machado Alvarez (1846-1893), Demófilo, y de su abuelo, Antonio Machado Núñez (1815-1896), licenciado en Medicina y Cirugía, catedrático en Cádiz, Santiago de Compostela, Sevilla y Madrid, rector de la Universidad de Sevilla, investigador nato, que había estado trabajando en París (1841-1843), y que se había declarado abiertamente francófilo.

Pero, como escribe Bernard Sesé, en un artículo titulado “Antonio Machado y París”, sería al regreso de su primer viaje cuando consigue dar pruebas de su progreso en este idioma, obteniendo dos sobresalientes (“… los únicos de su bachillerato” [1]), en las pruebas de francés de bachillerato (Junio, 1900), cuando tenía ya 25 años. Parecería evidente que una persona inquieta como él, preocupada, como todos los intelectuales de su generación, por conocer las causas del retraso social y cultural de su país, el conocimiento de la lengua y las referencias culturales francesas le eran indispensables para conocer de primera mano las grandes obras de sus grandes escritores y filósofos.

TRES VIAJES A PARÍS

Como es de sobra conocido, tres fueron los viajes que realizó Antonio Machado a París. Y todos, en tren. El primero, en 1899[2], entre junio y octubre, cuando tenía 24 años. Lo hizo junto con su hermano Manuel, para trabajar como traductor en la editorial Garnier[3] (6, rue Saints-Pères), que estaba realizando un Diccionario Hispánico[4], y que “se había especializado en la traducción de libros para el mercado de habla española[5]. Hospedado en pleno Barrio Latino, Hotel Médicis[6] (56, rue Monsieur le Prince)[7], Antonio Machado llega en un momento de gran inestabilidad política. El Affaire Dreyfus tenía dividida a la sociedad francesa en dos bandos: la Liga de la Patria Francesa (nacionalistas y conservadores) y la Liga de los Derechos del Hombre (liberales y progresistas). Y Machado, como buen republicano, toma inmediatamente partido por estos últimos: “El joven Antonio- dice Oreste Macrí - no vaciló en amotinarse con Baroja en favor de los dreyfusistas”. Una causa justa donde las hubiera, pues se trataba de apoyar a aquellos intelectuales franceses que, como Emile Zola, reclamaban la revisión del proceso contra un capitán acusado injustamente de traidor. El ambiente que rodeaba a este affaire sería, para nosotros, una de las claves de la ambivalencia que expresará siempre Antonio Machado con respecto a Francia. ¿Qué podía pensar un hombre como él de un país en el que justo cuando llega él, la Corte de Casación (“el proceso de Rennes”) había vuelto a condenar, ante el asombro de la prensa del mundo entero, al capitán Dreyfus a diez años de cárcel, aunque el nuevo gobierno salido de las elecciones, más progresista, anuló más tarde el veredicto y le otorgó el perdón.

En los cinco meses de estancia en la capital francesa, Machado asistió, atónito, estamos seguros, a un combate encarnizado entre el fanatismo nacionalista de muchos, para los cuales la razón de estado estaba por encima de la verdad, y la razón de un grupo de intelectuales que, espoleados por la publicación del manifiesto de Emile Zola, J´accuse, defendían la verdad por encima de la razón de estado. Machado estuvo siempre con éstos, y contra aquellos. En ese viaje, conoció además a otros escritores: Oscar Wilde, Anatole France, Moréas[8]

El segundo viaje tuvo lugar en 1902 (abril-1 de agosto), cinco años antes de su llegada a Soria, en 1907. Fue entonces cuando habría conocido a Rubén Darío[9], que ejercía en París un cargo de poca importancia en el consulado de Guatemala[10]: “Fue Manuel el que vivió con Rubén Darío, y mejor le conoció, en una época de franca bohemia literaria y de excesos libertinos, de los que tenemos huella en la obra de Manuel.”

De ese viaje se tienen - según Ian Gibson - pocas noticias: “Según unas declaraciones de Ricardo Calvo (con quien viajó a París), Gómez Carrillo le echó del consulado al poco tiempo por el “desaliño” de su atuendo, pero ¿cómo saber si fue así realmente?”.[11] Lo que sí se sabe es un comentario que Machado realiza a propósito de todos los que critican por aquella época a Unamuno. Entre ellos está Gómez Carrillo, y a él le dedica un comentario bastante duro: “envidioso de que Unamuno suene en París, donde todavía el nombre del guatemalteco no es conocido exactamente – le llaman Gómez Garillo – después de cuarenta años de residencia. Y toda la prensa reaccionaria.”[12]

El tercer y último viaje lo realizó con su mujer, Leonor Izquierdo, entre el 15 de Enero y septiembre de 1911. Fue a París[13], con Leonor, “para hacer estudios de Filología Francesa en Francia, con 350 pesetas mensuales, 500 para viajes y 200 para matrículas”, aprovechando una beca de la Junta para ampliación de Estudios[14], que le había concedido el gobierno español. Allí[15] siguió cursos de Joseph Bédier, profesor de Literatura Medieval, sobre los orígenes de las canciones de gesta, explicaciones de textos de poesía medieval; A. Meillet, profesor de Gramática comparada, y A. Lefranc, profesor de Literatura francesa moderna, como él mismo confiesa, en el Colegio de Francia, y asistió, como oyente, a los cursos de Bergson, filósofo a la moda en aquel tiempo: “Durante el curso de 1910 a 1911 asistí a las lecciones de Henri Bergson. El aula donde daba su clase era la mayor del Colegio de Francia y estaba siempre rebosante de oyentes. Bergson es un hombre frío, de ojos muy vivos. Su cráneo es muy bello. Su palabra es perfecta, pero no añade nada a su obra escrita. Entre los oyentes hay muchas mujeres.”[16] Por cierto, cuando Machado llega a Soria en 1932, para recibir el título de Hijo Adoptivo de la ciudad, José Tudela, según nos ha contado personalmente su hija, Inés Tudela, le regaló un libro de Bergson.

Es bien conocido que este Colegio es una de las instituciones culturales más importantes de Francia, entonces y hoy. Se alojó, como en las dos ocasiones anteriores, en el Barrio Latino de París, aunque esta vez en el hotel de l’Académie, rue Perronet nº 2, a escasos metros del Boulevard Saint-Germain, y muy cerca de la Iglesia de Saint-Germain, en pleno centro de París. 

En París, Machado frecuenta las casas de gentes como Rubén Darío (tenía un piso en la calle Herschel 4, junto al Jardin du Luxembourg), de cuya relación se conservan dos cartas conocidas, que le escribe a raíz del ataque de hemoptisis a Leonor, que es ingresada el día 13 de julio en la Maison de la Santé del Faubourg[17] Saint-Denis 200[18]. En la primera, del 17 de julio, se disculpa por no haber ido a visitarle; y la otra, del 6 de agosto, en la que le pide que le adelante un poco de dinero para poder volver a España. La ayuda de Rubén Darío no se hizo esperar, pues, el 11 de septiembre, camino de España, ya desde lrún, Machado envía una tarjeta postal al nicaragüense con estas palabras: “Querido y admirado maestro: He tenido que partir de París en circunstancias muy apremiantes y me ha sido imposible despedirme de usted, como hubiera sido mi deseo. Voy camino de Soria en busca de la salud para mi mujer, Mucho le agradecería que hiciera que enviaran la Revista y las pruebas de mi artículo, que yo le devolvería corregidos. (Soria-Instituto). Mil abrazos de su invariable amigo que no le olvida. Antonio Machado.”

El matrimonio pasa por Madrid y llega a Soria el 15 de Septiembre de 1911. Leonor muere el 1 de agosto de 1912, y fue enterrada el día 3, en el cementerio de Nuestra Señora del Espino.

LENGUA Y CULTURA FRANCESAS

No cabe ninguna duda de que Antonio Machado fue un gran estudioso de la lengua y de la literatura francesa. De ahí que no nos choque en absoluto encontrar en sus obras completas, numerosas citas y referencias a textos, en verso y en prosa, de autores franceses. Tampoco es inhabitual encontrarse en sus propios textos abundantes vocablos franceses, que le sirven en muchos casos para definir mejor su pensamiento: “enragés”,  “esplén” o esplín “boutade”, “claqueurs”, “saboteurs”, “avant-première”, “pléyade”, “cocottes”, « ce bijou d´un sou » ; « troupe » ; « quel cauchemar » ; « enfant du siècle » ; « orgue de Barbarie », « au dessus de la mêlée », “souci”, “enfant terrible”,… Copia así mismo expresiones francesas para definir el lenguaje poético de autores como Verlaine o Mallarmé: « De la musique avant toute chose », Verlaine (4); « parler n´a trait à la réalité des choses que commercialement », Mallarmé (2). Incluso se entretiene, en alguna ocasión, en realizar un paralelismo etimológico-semántico entre el vocabulario español y el francés: la palabra doux, douce, doucette, y el empleo de la palabra agrio, áspero, en poetas españoles.

ANTONIO MACHADO Y LA TRADUCCIÓN

Antonio Machado leía normalmente en francés. Así se lo dice a Unamuno en una carta de 1929: “Leí en francés su admirable Agonía del Cristianismo.”[19] Sobre la traducción es Juan de Mairena quien se pronuncia: “Porque, en verdad, nadie traduce para sí mismo, sino para quienes desconocen la lengua en que el original está escrito y a condición de que el traductor conozca la suya y la ajena. El truco o tour de passe, passe, que pretende disfrazar la tautología es el verbo traducir, como era antes el verbo representar.”[20] Es decir que, para traducir, hay que conocer las dos lenguas perfectamente, aunque el mismo Juan de Mairena afirmará que sólo se puede dominar una: “Porque no hay más lengua viva que la lengua en que se vive y piensa, y ésta no puede ser más que una – sea o no la materna -, debemos contentarnos con el conocimiento externo, gramatical y literario de las demás.”[21] Para afirmar a continuación: “¡Que dios nos libre de ese hombre que traduce a su propio idioma las muchas tonterías que, necesariamente, hubo de pensar en el ajeno! Y si llega a ministro… Así hablaba mi maestro, concluirá Machado, un hombre un tanto reaccionario, no siempre de acuerdo consigo mismo, porque, por otro lado, no podía soportar a los castizos de su propia tierra, y si eran de Valladolid, mucho menos.” [22] El problema de la traducción no era pues el hecho mismo de pasar de una lengua a otra, sino el resultado final, que debe de estar siempre a la altura del valor del texto original. Así lo dirá en la conferencia pronunciada en la “Casa de los Picos de Segovia” el 6 de Abril de 1922, sobre literatura rusa: “Porque todos sabéis que traducir una obra es someterla a una dura prueba, y traducirla mal es casi borrarla. Al pasar de una lengua a otra, sólo se salvan los más altos valores literarios.”[23]


PROFESOR DE FRANCÉS

En su ensayo, Machado y París, Bernard Sesé destaca una cierta contradicción entre su visión de Francia y el hecho de haber sido, durante treinta años, profesor de francés: “de todas formas, sus estancias en Francia, por no decir su interés por Francia, no parece guardar proporción con su calidad de profesor de francés durante más de treinta años.” (B. Sesé, 1)
En efecto, Machado fue profesor de francés durante 29 años: entre 1907 y 1936, en los Institutos de Soria (IES Antonio Machado), Baeza, Segovia (IES Antonio Machado) y Madrid, aunque en Segovia también dio clases de literatura comparada. A este respecto, cabría volver a repetir que, si bien, como dice en una carta a Guiomar: “Por cierto que ya empiezan a llegarme recomendaciones, sobre todo para algunas opositoras. Yo que como profesor peco de excesivamente benévolo y apruebo a todo el mundo, en esto no admito sino justicia estricta, y no he de votar a quien no crea que lo merece realmente. Y esta severidad cuesta más de un disgusto.” [24] (Carta XIV a Guiomar, O. C., p. 1711) también es verdad que, en aquella época, no eran muchos los alumnos y, por lo tanto, todos los profesores eran tan benévolos como Machado.

FRANCIA.

Curiosamente, un escritor que ha estado tres veces en París, que ha leído una buena parte de su literatura, que se ha preocupado por su historia, su filosofía, parece extraño que no haya prestado la mínima atención a su geografía, paisaje, rincones de París, como lo hiciera de la geografía, el paisaje y los rincones de Soria. Escribe Bernard Sesé: “Para este admirable pintor de paisajes, el paisaje de Francia no existe. Podríamos pensar que se va a resarcir una vez instalado en la Ciudad de la Luz. Que sus monumentos, sus museos, la torre Eiffel, que es aún una curiosidad reciente, ya que sólo lleva terminada apenas diez años, Notre Dame, “el Arco de la Estrella” (que evoca Rubén Darío)…, le van a interesar, si no a maravillar. No los nombra nunca. El poeta del agua, de los ríos, el poeta del Guadalquivir, del Duero, del Guadalaviar, tuvo que quedar fascinado por el Sena, al que han cantado tantos poetas. El Sena: salvo error mío, estas dos palabras no figuran ni una vez en ninguno de los escritos conocidos de Machado.”
En efecto, Machado cita únicamente, en principio: tres nombres de calles de (2, Rue Perronet; 4, Rue Herschel; Rue Monsieur le Prince); la Sorbonne; la Gare Saint Lazare (1309); dos boulevares (Boulevard Saint-Michel, Boulevard Saint-Germain); dos teatros (« El Vaudeville » (Tierra Soriana), “Teatro Antoine”) y, de una manera genérica, las librerías de París (“y a las librerías de Paris…”) y Los cabarets de Montmartre: “Pero también, en cierta zona literaria, noto un cierto hedor de cosmético que me recuerda los “cabarets” de Montmartre,...”. “¿No es París una ciudad de cocottes?” De todas las maneras habla de París como una gran ciudad: “Cuando un español llega a esta gran ciudad,…”

EL PAISAJE FRANCÉS

“El paisaje francés es suave. Dios lo pintó ya maduro, quizás en su vejez: todo ha sido meditado, todo refleja el sentido de las proporciones; un poco más, un poco menos, y todo se vendría abajo.“[25] Para explicar, quizás, esta no descripción de Francia, copia un texto de Reverdy, que describe su manera de viajar anónima y solitaria: “Le train siffle et repart dans la fumée qui se fond au ciel bas. C´est un long convoi de larmes et sur chaque quai où l´on se sépare de nouveaux bras agitent des mouchoirs. Mais celui-là est seul et ses lunettes se ternissent des larmes des autres ou de la pluie qui fouette la vitre où il colle son nez. Il n´a quitté personne et nul ne l´attendra à la gare où il va descendre. D´ailleurs il ne raconte pas ses voyages, il ne sait pas décrire les pays qu´il a vus. Il n´a rien vu peut-être, et quand on le regarde, de peur qu´on ne l´interroge, il baisse les yeux ou les lève vers le ciel où d´autres nuages se fondent. A l´arrivée, sans expression de joie ou d´impatience il part, seul dans la nuit, et, sous les becs de gaz qui l´éclairent par intervalles, on le voit disparaître, sa petite valise à la main. Il est seul, on le croit seul. Pourtant quelque chose le suit ou peut-être quelqu´un dans la forme étrange de son ombre. »[26]

«El tren silba y arranca en medio del humo que se funde con el cielo. Es un largo convoy de lágrimas y en cada andén en el que se separan nuevos brazos agitan pañuelos. Pero éste está solo y sus gafas se empañan con las lágrimas de los otros o de la lluvia que azota la ventanilla en la que pega su nariz. No ha dejado a nadie en el andén y nadie le esperará en la estación cuando se baje. Por lo demás no cuenta sus viajes, no sabe describir los paisajes que ha visto. No ha visto quizás nada, y cuando le miren, de miedo que le pregunten, baja los ojos o los levanta hacia el cielo en el que otras nubes se funden. Al llegar, sin expresión de alegría o de impaciencia ninguna sale, solo en la noche, y, bajo las lámparas de gas que le iluminan a intervalos, se le ve desaparecer, con su pequeña maleta en la mano.  Está solo, se le cree solo. Sin embargo hay algo que le persigue o quizás alguien en la forma extraña de su sombra.”


ENCUENTRO EN PARÍS: ARTIGAS ARPÓN/CASARES[27]

En uno de los relatos – un cuento - escritos por Antonio Machado y recogidos, en sus obras completas, por Oreste Macri, leemos uno cuya relación con la figura del político republicano, Benito Artigas Arpón, parece evidente. Otra cosa es que, como se sugiere en el cuento, el encuentro se hubiera producido en París. Lo que no es seguro, pues Machado está en París, por tercera vez, con Leonor, entre enero y julio de 1911, mientras no sabemos exactamente dónde se encuentra en ese momento Artigas Arpón. Sin embargo, a pesar también de que las referencias a periódicos (“El Avisador de X” por “Tierra Soriana”), fechas, nombres, protagonista principal (Casares en lugar de Artigas), son imaginarias, está claro que Antonio Machado escribe, seguramente en París, un cuento basado en la biografía del periodista y político soriano Benito Artigas Arpón: “Una tarde que me encontraba en París, tomando cerveza con mi amigo el poeta Rubén Darío en la terraza de un café del “Quartier”, se me acercó un hombre cuya traza no me era desconocida y a quien, sin embargo, yo no acertaba a reconocer.
-         ¿No se acuerda de mí..? – Y como yo no le contestara, añadió-: Casares.
-         Era un joven alto y delgado, de rostro imberbe, de ojos verdes, inquietos y sin cejas. Vestía un gabán raído.

En efecto, yo había conocido a Casares en una pequeña capital de provincia hacía ya ocho o diez años. Casares era entonces un muchachuelo bastante presumido, que redactaba un periódico conservador titulado “El Avisador de X”[28], sostenido por el cacique de la comarca[29]. Casares se peleó con el cacique[30], ignoro por qué causa, y fundó entonces “El Desmoche”[31], periódico radical, furibundo defensor de los intereses del pueblo.

Aquel papelucho fue el terror de la ciudad. En él arremetía Casares contra todo el mundo; denunciaba el juego del casino, los chanchullos de la Hacienda, las piraterías de los usureros. Durante los primeros meses respetó a los curas, temeroso de una excomunión del obispo, que le hubiese privado de suscriptores; pero los curas lanzaron a su vez un periódico titulado…, que redactaban otro periodiquillo titulado “El Triunfo de la Fe”, se arremetieron a Casares. Casares entonces embistió fieramente a los curas. Entre ambos papeles trabose una lucha enconada.

Casares combatía sin tregua a un canónigo[32] de la catedral, director y redactor de “El Triunfo de la Fe[33]. No citaba su nombre por miedo a querellas criminales; pero lanzaba toda suerte de dicterios a un supuesto don Juan Chupalcuzas. El canónigo le pagaba en igual moneda, poniendo como un guiñapo a un imaginario Tiberio Lechuguino. Merced a este ardid, se machacaban y fundían recíprocamente sin que nadie pudiera prever el fin de aquella lucha.

Decía “El Triunfo de la Fe”: “Cuando una repugnante larva, un sucio gusarapo entre la baba infecta y el inmundo lodo…” Decía “El Desmoche”: “Si en la sagrada cátedra vierais aparecer una mula sarnosa, llena de esparavanes…”

A Casares se le fue un día[34] la pluma y citó el nombre del canónigo. El canónigo entonces le llevó a los tribunales, y Casares fue condenado por injuria y calumnia a dos años de destierro.

Los curas quedaron dueños del campo. Casares lanzó el último número de su “Desmoche” y desapareció de la capital. Y este era el hombre que tenía delante de mí.”

Este curioso documento tiene una frase final que no es sino una premonición de lo que verdaderamente le ocurrió a este valiente político radical-socialista: “Este hombre batallador y romántico, absurdo si queréis, y capaz de tornarse como Don Quijote con Satanás en persona, me inspira profunda simpatía.” “Los hombres como Casares tienen una psicología de toro de lidia. La vida les torea; ellos embisten y casi siempre se les mata a traición.”



[1] José Luis Cano, “Antonio MachadoBiografía ilustrada.” Barcelona, ed. Destino, 1975, p. 20
[2] Baroja llegará en julio de 1899. Tenía 27 años; Machado, 24.
[3] Rubén Darío publicó en esa editorial dos libros: “La Caravana pasa”, en 1902, y “Letras”, en 1911. Gómez Carrillo editó, en 1899, “Sensaciones de París y Madrid”.
[4] En 1895, esta editorial, “que se especializaba en la producción de libros en español para el mercado americano”, “había sacado – 1895 - en dos tomos un ambicioso Diccionario enciclopédico de la lengua castellana.” Gibson, 109.
[5] Joseph Pérez, Conferencia, Soria, 1993.
[6] Existe todavía hoy. Tiene una estrella y fue fundado en el siglo XVIII.
[7] En ese mismo hotel, Verlaine había pasado una temporada. En esa calle existen dos placas dedicadas a dos vecinos ilustres: Blaise Pascal (Ici dans l´ancienne rue des Francs Bourgeois Saint-Michel de 1654 à 1662 vécut Blaise Pascal), que había vivido en el número 54, y el músico Camilla Saint-Saëns. (B. Sesé) Tiene la entrada por el 32 de la rue Saint-Pères.
[8] “Johannes Papadiamantopoulos, alias Jean Moréas”. Había nacido en Atenas, Gibson, 111. “De Madrid a París a los 24 años (1899) – apuntará Machado en 1931 -. París era todavía la ciudad del affaire Dreyfus en política, del simbolismo en poesía, del impresionismo en pintura, del escepticismo elegante en crítica. Conocí personalmente a Oscar Wilde y a Jean Moréas. La gran figura literaria, el gran consagrado, era Anatole France.” (DPD, p. 710).
[9] Rubén Darío dirigía en París dos revistas: “Mundial Magazine” y “Elegancias”. “La Tierra de Alvargonzález” se publicó en el número 9 (enero de 1912) de “Mundial Magazine.”
[10] Machado, según Bernard Sesé, habría sido canciller del Consulado de Guatemala en 1902. La izquierda en ese año andaba en su lucha anti-sindical, superada ya la crisis del Affaire Dreyfus.
[11] Gibson, 144.
[12] Habla de los escritores que escriben contra Unamuno. Cita a Gómez Carrillo y a otros. También a los más reaccionarios. (Los Complementarios. Obras Completas, p. 1308.)
[13] En su libro “Las últimas Soledades del poeta Antonio Machado”, su hermano José escribe, p. 69, manuscrito 2007: “En su famoso libro “Campos de Castilla” – que por cierto escribió en París – se ve claramente el influjo de la tierra castellana vivida por él.”
[14] Su abuelo había estado también en la Universidad de París sesenta años antes. Gibson, 249.
[15] Machado encontró a Francia cambiada, dice el profesor Joseph Pérez (Universidad de Burdeos): “Unas corrientes nuevas habían aparecido y se tenía la impresión de que estaban dominando la vida intelectual francesa. Se trataba de una vuelta a la religión católica, en ciertos sectores intelectuales, conservadores, incluso reaccionarios, que nacían en una misma defensa: el patriotismo, el nacionalismo, el catolicismo y el clasicismo en literatura. Algunos de aquellos defensores del altar eran agnósticos y le reconocían abiertamente. Es el caso del director y fundador de la Action Française, Charles Maurras. Fundador de este partido ultraderechista. Pues, contra ese sector es contra lo que se pronuncia Machado, Unamuno, al referirse “a esos neocatólicos franceses, esos católicos orteguianos y nacionalistas.”
[16] [Filosofía y autobiografía]. Los complementarios. (Obras Completas, p. 1158-1159.)
[17] No de la calle Saint-Denis, como escribe Gibson, p. 252.
[18] Sesé se sorprende de que hubieran llevado a Leonor al sanatorio del Faubourg Saint-Denis, 200, Maison de Santé (Maison Dubois: acogía a los enfermos extranjeros), y no al Hôpital de la Charité, fundado en 1601, por María de Médicis, que se encontraba en la esquina de la misma calle. Se entraba entonces por la rue Jacob. Lo demolieron en 1935, y hoy se encuentra en ese solar la nueva Facultad de Medicina. En ese mismo hospital murió Modigliani en 1920.
[19] Carta de 1929. La había leído en 1927. (O. C., 1760.)
[20] Juan de Mairena. Obras Completas, 1999.
[21] Juan de Mairena. (O. C., p. 2028.)
[22] Juan de Mairena. Obras Completas, 2028.
[23] Discurso pronunciado en la “Casa de los Picos de Segovia”, en 6 de abril de 1922. (Obras Completas, 1231.)
[24] Carta XIV a Guiomar. (Obras Completas, p. 1711.)
[25] Entrevista con ILSA Ehrenburg, Abril de 1937. (O. C., p. 2251.)
[26] Prosa lírica citada. Pierre Reverdy, 9 Julio 1924. (O. C., p. 1302-1303.)
[27] Casares es el título del relato que Antonio Machado publica en La Tribuna (Madrid) el 20 de febrero de 1912. La primera versión se titularía “Gentes de mi tierra”. La segunda, “Perico Lija”, que fue publicada por Rubén Darío enMundial Magazine, París, número 26 (1913), pp. 112-117. Son, para Gibson textos: “muy en la línea de las viñetas satíricas de tipos españoles que había redactado años atrás para La Caricatura”. (Gibson, 257).
[28] No es el Avisador Numantino sino Tierra Soriana, del que fue redactor-jefe (desde marzo de 1907), primero, y director (hasta el 30 de septiembre de 1908), más tarde.
[29] Aurelio González de Gregorio.
[30] El Abad de la Colegiata: Santa Cruz.
[31] “Tierra”. Un poco más tarde, fundaría “La Verdad”.
[32] El Abad Santacruz.
[33] Tierra Soriana.
[34] En un Efímera titulada “Industrias Prácticas”, 19 de mayo de 1908.




MACHADO Y FRANCIA

Conferencia de Joseph Pérez
Escuela Oficial de Idiomas de Soria, 2 de Abril de 1993

Creo conveniente, en primer lugar, recordar unas fechas. Machado visitó Francia, Paris concretamente, en 3 ocasiones. Visitas voluntarias, me refiero, dejando aparte su último viaje a Collioure, donde murió. Me interesan estos viajes para situar la personalidad de Antonio Machado. Los que realizó a finales del siglo pasado y a principios del siglo XX, cuando era joven; cuando estaba en plena madurez intelectual.
El primero lo realizó en 1899. Se reunió con su hermano Manuel, que ya vivía allá, y ambos trabajaron durante unos meses en la editorial Garnier, que era una librería que se había especializado en la traducción de libros para el mercado de habla española.
Machado volvió a Paris tres años después, en 1902. Y entonces pensó quedarse una larga temporada ya que el escritor hispanoamericano, Gómez Carrillo, le ofreció un empleo en un consulado. Pero, por lo visto, el poeta no servía para la carrera diplomática. Su conocido aliño indumentaria y otras cosas no encajaban en la carrera diplomática y dimitió a los pocos días. El 3 desplazamiento lo hizo en 1911, cuando era ya catedrático de Francés en Soria. Salió de aquí con una beca de la Junta para ampliación de estudios. Este viaje fue el que quedó trágicamente interrumpido por la grave enfermedad de su esposa Leonor, que le acompañaba. Los Machado tuvieron que regresar a Soria, donde Leonor había de morir. Esta es, pues, físicamente, la relación de Machado con Francia.
Tres estancias de varios meses, cada una, pero seguidas por muchos años de permanencia en España. Poca cosa, al fin y al cabo, si lo medimos por el tiempo. Naturalmente las cosas no pararon ahí. Machado siguió manteniendo relaciones con Francia por motivos profesionales: sus clases, sus lecturas, los contactos que mantenía con los traductores franceses de su obra.
Leyendo las cartas de Guiomar, encuentro indicaciones de particular interés para mí: "Entro en la Casa de Velazquez, residencia de estudiantes franceses, comiendo con M. Le Gendre, el Director y con el traductor de mi poema de Alvaro González. Es gente muy amable y muy culta". En otra carta a Guillomar, vuelve Machado sobre el tema: "Me fuí a la Casa de Velazquez a visitar a mis buenos amigos franceses".
Hay varias indicaciones más de este tipo. ¿Cómo caracterizar esta relación, no ya física sino intelectual, moral, ética, de Machado con Francia?
Yo creo que podríamos, podemos, enfocar esta relación desde tres puntos de vista: 1.- Ideológico, político, moral, ético. II.- Estético: la idea que Machado tenía de la Literatura en general y de la francesa concretamente. El pensamiento, la filosofía.
El primer aspecto, el de la ética, y el de la política, pero política en el sentido noble de la palabra, podría concretizarse ya desde el principio recordando el famoso verso: "hay en mis venas gotas de sangre jacobina". Pero creo importante señalar ya, desde el principio, que Machado nunca ha sido un admirador incondicional de Francia. El admiraba mucho la cultura francesa pero conservó siempre, en cualquier momento, su espíritu critico; no todos los aspectos de lo que vio en Francia le interesaban ni le gustaban. Incluso hubo una época, 1913, en que llegó a escribir una frase terrible: "Tengo una gran aversión a todo lo francés". Este es el momento en que está haciendo una reseña del libro de Unamuno "Contra esto y aquello", reseña en la que pueden leerse cosas muy duras contra Francia: "Los que hemos vivido en Francia algún tiempo en estos últimos años, sabemos que este gran pueblo, espiritualmente agotado, no tiene hoy otra fuerza de cohesión que el miedo. Hoy recibimos de Francia solamente productos de desasimilación, toda clase de géneros averiados y putrefactos: sensualismo, anarquismo, pornografía, decadentismo, pedantería aristocrática". Y la misma reseña prosigue así:" Qué absurda ceguedad nos lleva a imitar todo lo francés, si los Pirineos se convirtieran en Himalaya". Expresión última que vuelve a parecer en el mismo año, en carta a Ortega: "Si estos Pirineos se convirtieran en Himalaya" .
Pues bien este "asco" a lo francés se suaviza durante la guerra Mundial. Entonces, en 1915, Machado se confiesa realmente francófilo: "En el fondo - escribe a Unamuno – mi antipatía a Francia se ha moderado mucho con es que usted llama estallido de barbarie de las derechas" Y en otra carta a Unamuno, de 1916, reincide en el tema: "La guerra nos ha mostrado que el mundo afectivo tiene más realidad que el de las ideas. Estos diablos de franceses son nuestra familia y en trance de muerte y vida hemos de estar con ellos". Y añade: "sin embargo qué bien nos hubiera venido un par de siglos de dominación teutónica".
He querido traer a la memoria estas frases, un poco duras, para situar, mejor, las perspectivas. ¿Cómo interpretar esta aparente aversión de Machado a Francia, moderando luego cuando esta nación se encontraba amenazada por la fuerza europea? Es que precisamente, lo repito, Machado nunca ha sido un incondicional, ni de Francia ni de ninguna causa. El somete a juicio sus admiraciones, y el procede a una selección rigurosa. En realidad lo mismo que se ha podido hablar, y que se ha hablado mucho tiempo, de dos Españas enfrentadas, hay también dos Francias: una que es la que admiraba Machado, la que amaba, que es la Francia republicana y jacobina, por la que siente una profunda admiración, que le viene de su familia. “Esta Francia, dice, es mi familia, Y aún de mi casa, es la de mi padre, mi abuelo, de mi bisabuelo, que todos pasaron la frontera y amaron la Francia de la libertad y el laicismo, la Francia religiosa del affaire Dreyffus y de la separación de Roma".
Recordemos este verso del soneto que citaba hace poco: "Tengo en mis venas gotas de sangre jacobina". Esta Francia, nacida con la Revolución de 1789 es la que entusiasmó a los liberales y progresistas que se reconocían expontáneamente en ella: "Cuando yo era niño, escribe Machado en otra carta a Unamuno, de 1921, había en España una emoción republicana. Recuerdo haber llorado de entusiasmo oyendo la Marsellesa a una turba que vitoreaba a Salmerón".
Pues bien, esta Francia que es la que conoció Machado, la que amó Machado en sus dos primeros viajes a Paris: la Francia de la época del affaire Dreyffus, aquella campaña en defensa de un oficial judío condenado por traición por el mero hecho de ser judío y batalla que opuso a dos grupos: el de los que se empeñaban en condenar a Dreyffus, porque la sentencia, aunque injusta ( y todos sabían que fue injusta) se empeñaban en condenarlo porque había sido condenado por un tribunal militar y que la revisión podía perjudicar al ejército en su conjunto, como institución. Detrás de este grupo estaban los adversarios de siempre, de las ideas progresistas: el ejercito, el clero, los conservadores. En frente, la otra Francia: la de los intelectuales, la progresista, que no admitían que se siguiera encubriendo tamaña injusticia; dejar en el presidio a un hombre del que se sabía que no había cometido ningún delito. Y fue este, efectivamente, un gran momento en la historia de Francia, que iba a dejar huellas y convertirse en símbolo de moralidad pública.
Poco después, tuvo lugar otro acontecimiento de gran trascendencia: los republicanos se habían convencido entonces del peligro que representaba el clericalismo, la intromisión del clero en temas políticos que no eran de su incumbencia y se llegó a una ruptura con Roma: la separación entre el Estado y la Iglesia. Esta era la Francia republicana, liberal, laica por la que Machado sentía admiración, profunda admiración, y con la que se encontraba a gusto.
En su tercer viaje a Paris, 1911, tuvo la impresión de encontrarse con un ambiente cambiado, muy distinto. Esta vez creyó notar un cambio radical. Unas corrientes nuevas habían aparecido y se tenía la impresión de que estaban dominando la vida intelectual francesa. Se trataba de una vuelta a la religión católica, en ciertos sectores intelectuales, conservadores, incluso reaccionarios, que nacían en una misma defensa: el patriotismo, el nacionalismo, el catolicismo y el clasicismo en literatura.
Algunos de aquellos defensores del altar eran agnósticos y le reconocían abiertamente. Es el caso del director y fundador de la ACTION FRANÇAISE, Charles Maurras. Fundador de este partido ultraderechista, personalmente no creía en Dios pero consideraba que la religión católica y la iglesia era los mejores baluartes contra las ideas republicanas, herederas de la revolución de 1789. Pues, contra este sector es contra lo que se pronuncia Machado, Unamuno, al referirse "a esos neocatólicos franceses, esos católicos orteguianos y nacionalistas". Y se comprende que entre estas dos Francias, Machado haya elegido la heredera de la ilustración, de las luces y de 1789. Lo mismo que arremete en España contra la España de charanga y pandereta, a la que contrapone la España del cincel y la maza. En realidad, como vemos, hay una gran fidelidad de Machado a unos ideales de libertad, de progreso. Fidelidad que le llevará precisamente a ir a morir en la Francia republicana, huyendo de una España que ya no era la suya. En una Francia de la que todavía, el 23 de enero de 1938, esperaba la ayuda: "De Francia espero la voz inconfundible del acusador, voz de timbre francés que es, que tantas veces lo ha sido el timbre de lo universal humano".
Creo que esta puesta en perspectiva del ambiente ético, moral, político, ideológico en el que se desarrolló el pensamiento y la vida de Antonio Machado era imprescindible para introducir y llevamos a los dos otros aspectos que me gustaría tratar rápidamente y son el influjo, la influencia, o mejor dicho, el impacto y las coincidencias que Machado pudo tener con el movimiento literario, intelectual, filosófico francés.
Si salimos de este campo de los valores éticos e ideológicos para centramos en los aspectos estéticos, en lo que era verdaderamente, hasta cierto punto lo suyo, la literatura y la poesía, lo que notamos en relación con Francia, con las ideas francesas y con el movimiento intelectual y poético francés es algo muy parecido a lo que acabo de resumir tratándose de otros aspectos.

Lo que podemos notar ahí son también rechazos e influencias. Rechazos e influencias, en este caso tampoco podemos hablar de una admiración incondicional, a ciegas, sino de una admiración selectiva, cuidadosamente elegida y que halle de ciertos valores para acercarse a otros que le parecen más conformes con su temperamento. Rechazo, pues, y adhesiones. Rechazo en el aspecto literario a lo que Machado llamaba el hermetismo en la poesía: “Nada más disparatado que pensar, como algunos poetas franceses han pensado tal vez, que el misterio sea el elemento estético.” Y con esta frase se refiere concretamente a uno de los poetas franceses de aquel momento. Concretamente a Mallarmé. Mallarmé lo afirma al censurar a los parnasianos, otro grupo literario de finales del siglo XIX, por la claridad en las formas. Pues bien: “la belleza – concluye Machado – no está en el misterio sino en el deseo de penetrarlo.”



ANTONIO MACHADO EN PARIS

Narciso Alba

Universidad de Perpignan

Conferencia pronunciada por Narciso Alba, profesor de la Universidad de Perpignan, en el Salón Rojo del Instituto Antonio Machado de Soria (España) el 12 de Mayo de 1996.

Es de nuestra obligación comenzar nuestra conferencia diciendo que, a pesar de que hoy suele hablarse de la estancia de Machado en París, con Leonor, fueron tres las veces que el poeta visitó la capital francesa, y todas de corta duración. La primera en 1899, en compañía de su hermano Manuel; la segunda en 1902, también en compañía de Manuel, y la tercera , en 1911, casado ya, en compañía de Leonor. En los últimos viajes hay un personaje, poeta y diplomático, que ayudó a los hermanos Machado siempre que éstos requirieron su ayuda, y jugó un papel decisivo: Rubén Darío, el generoso vate de Nicaragua, que dio impulso en España al movimiento modernista.

    Las tres estancias que hemos señalado las resume así el propio Machado en la “Autobiografía” escrita en 1913 para una proyectada antología de Azorín:

    “Desde los ocho a los treinta y dos años he vivido en Madrid con excepción del año 1899 y del 1902 que los pasé en París... En 1906 hice oposiciones a cátedra de francés y obtuve lo de Soria donde he vivido hasta agosto de 1912, con excepción del año 10 que estuve en París, pensionado para estudiar filología francesa. Estudié en el Colegio de Francia dos cursos (Bedier y Meillet).... Mis lecturas han sido especialmente de filosofía y de literatura, pero he tenido afición a todas las ciencias.
El primer viaje de los Machado a París se produce en medio de una inestabilidad política característica de todo fin de siglo. Manuel sale en marzo de 1899 y Antonio en Junio de ese mismo año; ambos habían sido contratados como traductores y redactores de un diccionario hispánico en la editorial Garnier, siempre abierta a todo lo que se relacionara con la cultura española y profundamente hospitalaria con los españoles. Los hermanos Machado se alojan en el hotel Médicis, en pleno Barrio Latino, lugar estratégico para tomar el pulso a la urbe parisina y prestar oídos atentos a todo comentario sobre el espinoso tema que atraía por aquel entonces a políticos e intelectuales: el affaire Dreyfus, que levantaba las más turbias y violentas pasiones. “El joven Antonio- dice Oreste Macrí - no vaciló en amotinarse con Baroja en favor de los dreyfusistas”. Antonio y Manuel, aprendices aún de poetas por aquellos años, entran en contacto con los mejores artistas extranjeros de vanguardia (Moréas, Oscar Wilde, Anatole France...) y leyeron sus primeros versos al guatemalteco Enrique Gómez Carrillo, bohemio empedernido, hombre de carácter inquieto y curioso, redactor jefe del Diccionario Enciclopédico Garnier y corresponsal en Paris del periódico El Liberal. Antonio regresa a Madrid en octubre de aquel mismo año y Manuel en Diciembre; unos cuatro meses dura la primera aventura parisina de los hermanos Machado.

         El segundo viaje de los hermanos Machado se realiza en 1902 y tiene capital importancia para nuestro poeta, pues durante el mismo debió de conocer a Rubén Darío, al que siempre guardó un gran afecto y respeto dirigiéndose a él en sus escritos con el término “Maestro”. Rubén Darío ejercía en París un cargo de poca importancia en el consulado de Guatemala, logrado probablemente por intervención personal de Gómez Carrillo. Fue Manuel el que vivió con Rubén Darío, y mejor le conoció, en una época de franca bohemia literaria y de excesos libertinos, de los que tenemos huella en la obra de Manuel. Las relaciones entre Antonio Machado y Rubén Darío continuaron después, una vez que el primero regresó a Madrid, en cafés, tertulias y reuniones en casa de escritores, o en las redacciones de revistas y periódicos, en cuyas publicaciones estaban implicados casi todos ellos. Estos contactos se cortaron precisamente cuando Machado tuvo que instalarse en Soria. en Septiembre de 1907.

En cuanto al tercer viaje, tenemos que decir que las circunstancias habían cambiado completamente. Antonio había publicado ya su libro de poemas Soledades (1903) y Soledades. Galerías. Otros poemas. (Octubre, 1907) y había encontrado además el gran amor de su vida, Leonor, en la ciudad soriana. Antonio y Leonor contrajeron matrimonio, como todos sabemos hoy, en la iglesia de Santa María la Mayor, el 30 de julio de 1909. Así pues, Machado, considerando que su porvenir económico estaba ya resuelto, y también el sentimental, decide profundizar en los estudios de filología francesa y solicita una beca-pensión a la Junta para la Ampliación de estudios, que le es concedida.

Antonio y Leonor salen para Paris después de las Navidades de 1910, y llegan a la misma el 15 de enero de 1911, alojándose en el hotel de l’Académie, rue Perronet nº 2, en la orilla izquierda del Sena. Durante siete meses el poeta seguirá los cursos de Bédier y Meillet, como él mismo expresó, y también el de A. Lefranc, en el Colegio de Francia; y asistió, como alumno oyente, a algunas conferencias de Henri Bergson cuya filosofía y enseñar pedagógico estaban de moda por entonces. Machado, pues, como él mismo repitió numerosas veces en su vida, sentía una atracción innata por la filosofía, probablemente su verdadera vocación tratándose de una persona de carácter reflexivo; la literatura y la enseñanza serian oficios para solucionar las necesidades perentorias del vivir cotidiano. Los dos primeros capítulos de la memoria que Machado envió a la Junta están dedicados al Estado actual de los estudios filológicos en Francia.

Mientras tanto, la prensa local de Soria se enzarzó en una dura polémica provocada por los versos del poema “Por tierras del Duero”, publicado por José María Palacio en Tierra soriana, el 12 de enero del mismo año; poco después, El Ideal Numantino publicó un comentario censurando el fondo del poema aunque reconocía su belleza. El Noticiario de Soria reprodujo también el poema de Machado, pero “rectificando en cada verso los juicios adversos del poeta al hombre del campo soriano”, aunque el poema había salido en la revista madrileña La Lectura. Otro periódico de Soria, El Avisador Numantino, lanzó un comentario sin firma a los funcionarios que “veranean” en París en pleno invierno, “unos con licencia, otros licenciosamente, teniendo abandonados sus destinos”. A todos ellos contesta Palacio, el “buen amigo”, en el periódico Tierra Soriana, cuya creación había promovido el propio Machado cuando llegó a Soria. Para no herir la susceptibilidad local, cuando dicho poema se recogió en libro apareció con el título “Por tierras de España”.

En París, Machado y Leonor frecuentaron la casa de Rubén Darío y de su compañera, la abulense Francisca Sánchez, que años después resumía la amistad entre Machado y el poeta nicaraguense con estas escuetas frases: “Su simpatía personal iba para Manolo; pero su admiración profunda para Antonio”. Oliver Belmas, que recogió tales propósitos, dice que fue el año 1911 el de mayor contacto y relación entre los dos poetas, justo cuando se presentó el momento más duro y crucial en la vida de Machado. De este período pasado en París por Antonio y Leonor no tenemos ninguna evocación directa y personal de Machado, que, sin lugar a dudas, decidió no volver a recordarlo y borrarlo de su mente lo antes posible. Parece ser que se proponían pasar el verano en Bretaña cuando el 13 de julio, por la tarde, repentinamente, Leonor sufre un ataque de hemoptisis. La capital francesa, siendo la víspera de la fiesta nacional, se encuentra en un ambiente de regocijo total, opuesto a la angustia que vive Machado, ante la imposibilidad de encontrar un médico para que atienda inmediatamente a Leonor. La enfermedad es grave y la joven esposa es ingresada en la Maison de la Santé, en la rue Saint Denis, al día siguiente. Machado solícita la ayuda de Rubén Darío, pidiéndole al mismo tiempo disculpas por una visita que le había prometido y no había podido llevar a cabo:

       “Querido y admirado maestro:

       Una enfermedad de mi mujer, que me ha tenido muy preocupado y convertido enfermo, ha sido la causa de que no haya ido a visitarle como le prometí. Afortunadamente hoy, más tranquilo, puedo anunciarle mi visita para dentro de unos cuantos días, a fin de semana ...” (17 de julio de 1911)

         Francisca Sánchez, compañera de Rubén Darío, y Mariquita, su hermana, visitaron a la enferma, le llevaron bizcochos y la asistieron cariñosamente durante el mes y medio que duró la estancia de la enferma en la Casa de Salud del barrio. Tan terrible recuerdo va a quemar el corazón de Machado durante mucho tiempo y le provocará - a pesar de la sangre jacobina que corre por sus venas - “gran aversión a todo lo francés”. En septiembre, los médicos autorizan el regreso de Leonor a España, y Machado, necesitando ayuda económica, escribe de nuevo a Rubén Darío el 6 de dicho mes:

         “Querido y admirado maestro:
         Le supongo al tanto de nuestras desventuras por Paca y Mariquita que tuvieron la bondad de visitarme en este Santuario. Leonor se encuentra algo mejorada y los médicos me ordenan que me la lleve a España, huyendo del clima de París que juzgan para ella mortal.
         Así pues, yo he renunciado a mi pensión y me han concedido permiso para regresar a mi cátedra; pero los gastos del viaje no me los abonan hasta el próximo mes en España.
         He aquí mi conflicto. ¿Podría V. adelantarme 250 o 300 francos que yo le pagaría a V. a mi llegada a Soria?
         Tengo algunos trabajos para la Revista que le remitiré sí usted quiere. Le ruego que me conteste lo antes posible y que perdone tanta molestia a su mejor amigo.
Antonio Machado. Faubourg Saint Denis 200-Maison de Santé.

         La ayuda de Rubén Darío no se hizo esperar, pues, el 11 de septiembre, camino de España ya desde lrún. Machado envía una tarjeta postal al nicaraguense con estas palabras

“Querido y admirado maestro:
         He tenido que partir de París en circunstancias muy apremiantes y me ha sido imposible despedirme de usted, como hubiera sido mi deseo. Voy camino de Soria en busca de la salud para mi mujer, Mucho le agradecería que hiciera que enviaran la Revista y las pruebas de mi artículo, que yo le devolvería corregidos. (Soria-Instituto).
         Mil abrazos de su invariable amigo que no le olvida.
Antonio Machado.

         El matrimonio pasa por Madrid y llega a Soria el 15 de Septiembre. Según los testimonios de la época, Machado prodiga todos sus cuidados a Leonor, dejando incluso de fumar, una renuncia difícil en un fumador empedernido como él, esperando - él mismo lo escribe en el poema “A un olmo seco” – “Otro milagro de la primavera”. Tampoco los aires de las tierras sorianas, que azotaban los muros de la casita con jardín que alquiló en el camino de la ermita del Mirón, hicieron gran cosa. Ni el cariño, ni la ternura del poeta, ni sus cuidados constantes salvaron a Leonor, que murió el 1 de agosto de 1912, y fue enterrada el día 3, en el cementerio de Nuestra Señora del Espino. Machado huyó de Soria lo antes posible, pero no la olvidaría nunca, a diferencia de París, que siguió siendo hasta el fin de sus días el trago más amargo de su existencia. La capital francesa, fiesta, algarabía y regocijo el día de su fiesta nacional, conocida también con el nombre de “la ciudad de la luz“, incrustó en la vida del poeta español el puñal más agudo de su existencia, transformando su vida , desde aquel Instante, en un profundo y vasto laberinto de sombras.