REFERENCIAS FRANCESAS EN LA OBRA DE ANTONIO MACHADO
Por Jesús Bozal Alfaro, Idiomas 2010
Escuela Oficial de Idiomas de Soria
Es absolutamente seguro que, para cuando Antonio
Machado (1875-1939) viaja por primera vez a París, en 1899, acumula ya
conocimientos importantes de la lengua y de la cultura francesas, aprendidos en
la Institución Libre de Enseñanza (1882-1888), en los Institutos de Madrid (San
Isidro, Curso 1888-1889; Instituto Cardenal Cisneros, Curso 1889-1890), en los
que estudió el bachillerato, y sobre todo, en su casa, de la mano de su padre,
Antonio Machado Alvarez (1846-1893), Demófilo, y de su abuelo, Antonio Machado
Núñez (1815-1896), licenciado en Medicina y Cirugía, catedrático en Cádiz,
Santiago de Compostela, Sevilla y Madrid, rector de la Universidad de Sevilla,
investigador nato, que había estado trabajando en París (1841-1843), y que se
había declarado abiertamente francófilo.
Pero, como escribe Bernard Sesé, en un artículo
titulado “Antonio Machado y París”, sería al regreso de su primer viaje
cuando consigue dar pruebas de su progreso en este idioma, obteniendo dos
sobresalientes (“… los únicos de su bachillerato” [1]), en las pruebas de francés de
bachillerato (Junio, 1900), cuando tenía ya 25 años. Parecería evidente que una
persona inquieta como él, preocupada, como todos los intelectuales de su
generación, por conocer las causas del retraso social y cultural de su país, el
conocimiento de la lengua y las referencias culturales francesas le eran
indispensables para conocer de primera mano las grandes obras de sus grandes
escritores y filósofos.
TRES VIAJES A PARÍS
Como es de sobra conocido, tres fueron los viajes que
realizó Antonio Machado a París. Y todos, en tren. El primero, en 1899[2], entre junio y octubre, cuando tenía 24
años. Lo hizo junto con su hermano Manuel, para trabajar como traductor en la
editorial Garnier[3] (6, rue Saints-Pères), que estaba
realizando un Diccionario Hispánico[4], y que “se había especializado en la
traducción de libros para el mercado de habla española”[5]. Hospedado en pleno Barrio Latino, Hotel
Médicis[6] (56, rue Monsieur le Prince)[7], Antonio Machado llega en un momento de
gran inestabilidad política. El Affaire Dreyfus tenía dividida a la sociedad
francesa en dos bandos: la Liga de la Patria Francesa (nacionalistas y
conservadores) y la Liga de los Derechos del Hombre (liberales y progresistas).
Y Machado, como buen republicano, toma inmediatamente partido por estos
últimos: “El joven Antonio- dice Oreste Macrí - no vaciló en
amotinarse con Baroja en favor de los dreyfusistas”. Una causa justa donde
las hubiera, pues se trataba de apoyar a aquellos intelectuales franceses que,
como Emile Zola, reclamaban la revisión del proceso contra un capitán acusado
injustamente de traidor. El ambiente que rodeaba a este affaire sería,
para nosotros, una de las claves de la ambivalencia que expresará siempre
Antonio Machado con respecto a Francia. ¿Qué podía pensar un hombre como él de
un país en el que justo cuando llega él, la Corte de Casación (“el proceso de
Rennes”) había vuelto a condenar, ante el asombro de la prensa del mundo
entero, al capitán Dreyfus a diez años de cárcel, aunque el nuevo gobierno
salido de las elecciones, más progresista, anuló más tarde el veredicto y le
otorgó el perdón.
En los cinco meses de estancia en la capital francesa,
Machado asistió, atónito, estamos seguros, a un combate encarnizado entre el
fanatismo nacionalista de muchos, para los cuales la razón de estado estaba
por encima de la verdad, y la razón de un grupo de
intelectuales que, espoleados por la publicación del manifiesto de Emile
Zola, J´accuse, defendían la verdad por encima de la razón de
estado. Machado estuvo siempre con éstos, y contra aquellos. En ese viaje,
conoció además a otros escritores: Oscar Wilde, Anatole France, Moréas[8]…
El segundo viaje tuvo lugar en 1902 (abril-1 de
agosto), cinco años antes de su llegada a Soria, en 1907. Fue entonces cuando
habría conocido a Rubén Darío[9], que ejercía en París un cargo de poca
importancia en el consulado de Guatemala[10]: “Fue Manuel el que vivió con Rubén
Darío, y mejor le conoció, en una época de franca bohemia literaria y de
excesos libertinos, de los que tenemos huella en la obra de Manuel.”
De ese viaje se tienen - según Ian Gibson - pocas
noticias: “Según unas declaraciones de Ricardo Calvo (con quien viajó a París),
Gómez Carrillo le echó del consulado al poco tiempo por el “desaliño” de su
atuendo, pero ¿cómo saber si fue así realmente?”.[11] Lo que sí se sabe es un comentario
que Machado realiza a propósito de todos los que critican por aquella época a Unamuno.
Entre ellos está Gómez Carrillo, y a él le dedica un comentario bastante duro:
“envidioso de que Unamuno suene en París, donde todavía el nombre del
guatemalteco no es conocido exactamente – le llaman Gómez Garillo – después de
cuarenta años de residencia. Y toda la prensa reaccionaria.”[12]
El tercer y último viaje lo realizó con su mujer,
Leonor Izquierdo, entre el 15 de Enero y septiembre de 1911. Fue a París[13], con Leonor, “para hacer estudios de
Filología Francesa en Francia, con 350 pesetas mensuales, 500 para viajes y 200
para matrículas”, aprovechando una beca de la Junta para ampliación de Estudios[14], que le había concedido el gobierno
español. Allí[15] siguió cursos de Joseph Bédier,
profesor de Literatura Medieval, sobre los orígenes de las canciones de gesta,
explicaciones de textos de poesía medieval; A. Meillet, profesor de Gramática
comparada, y A. Lefranc, profesor de Literatura francesa moderna, como él mismo
confiesa, en el Colegio de Francia, y asistió, como oyente, a los cursos de
Bergson, filósofo a la moda en aquel tiempo: “Durante el curso de 1910 a 1911
asistí a las lecciones de Henri Bergson. El aula donde daba su clase era la
mayor del Colegio de Francia y estaba siempre rebosante de oyentes. Bergson es
un hombre frío, de ojos muy vivos. Su cráneo es muy bello. Su palabra es perfecta,
pero no añade nada a su obra escrita. Entre los oyentes hay muchas mujeres.”[16] Por cierto, cuando Machado llega a
Soria en 1932, para recibir el título de Hijo Adoptivo de la ciudad, José
Tudela, según nos ha contado personalmente su hija, Inés Tudela, le regaló un
libro de Bergson.
Es bien conocido que este Colegio es una de las
instituciones culturales más importantes de Francia, entonces y hoy. Se alojó,
como en las dos ocasiones anteriores, en el Barrio Latino de París, aunque esta
vez en el hotel de l’Académie, rue Perronet nº 2, a escasos metros del
Boulevard Saint-Germain, y muy cerca de la Iglesia de Saint-Germain, en pleno
centro de París.
En París, Machado frecuenta las casas de gentes como
Rubén Darío (tenía un piso en la calle Herschel 4, junto al Jardin du
Luxembourg), de cuya relación se conservan dos cartas conocidas, que le escribe
a raíz del ataque de hemoptisis a Leonor, que es ingresada el día 13 de julio
en la Maison de la Santé del Faubourg[17] Saint-Denis 200[18]. En la primera, del 17 de julio, se
disculpa por no haber ido a visitarle; y la otra, del 6 de agosto, en la que le
pide que le adelante un poco de dinero para poder volver a España. La ayuda de
Rubén Darío no se hizo esperar, pues, el 11 de septiembre, camino de España, ya
desde lrún, Machado envía una tarjeta postal al nicaragüense con estas
palabras: “Querido y admirado maestro: He tenido que partir de París en
circunstancias muy apremiantes y me ha sido imposible despedirme de usted, como
hubiera sido mi deseo. Voy camino de Soria en busca de la salud para mi mujer,
Mucho le agradecería que hiciera que enviaran la Revista y las pruebas de mi
artículo, que yo le devolvería corregidos. (Soria-Instituto). Mil abrazos de su
invariable amigo que no le olvida. Antonio Machado.”
El matrimonio pasa por Madrid y llega a Soria el 15 de
Septiembre de 1911. Leonor muere el 1 de agosto de 1912, y fue enterrada el día
3, en el cementerio de Nuestra Señora del Espino.
LENGUA Y CULTURA FRANCESAS
No cabe ninguna duda de que Antonio Machado fue un
gran estudioso de la lengua y de la literatura francesa. De ahí que no nos
choque en absoluto encontrar en sus obras completas, numerosas citas y
referencias a textos, en verso y en prosa, de autores franceses. Tampoco es
inhabitual encontrarse en sus propios textos abundantes vocablos franceses, que
le sirven en muchos casos para definir mejor su pensamiento:
“enragés”, “esplén” o esplín “boutade”, “claqueurs”, “saboteurs”,
“avant-première”, “pléyade”, “cocottes”, « ce bijou d´un sou » ;
« troupe » ; « quel cauchemar » ; « enfant
du siècle » ; « orgue de Barbarie », « au dessus de la
mêlée », “souci”, “enfant terrible”,… Copia así mismo expresiones
francesas para definir el lenguaje poético de autores como Verlaine o Mallarmé:
« De la musique avant toute chose », Verlaine (4); « parler n´a
trait à la réalité des choses que commercialement », Mallarmé (2). Incluso
se entretiene, en alguna ocasión, en realizar un paralelismo
etimológico-semántico entre el vocabulario español y el francés: la palabra
doux, douce, doucette, y el empleo de la palabra agrio, áspero, en poetas
españoles.
ANTONIO MACHADO Y LA TRADUCCIÓN
Antonio Machado leía normalmente en francés. Así se lo
dice a Unamuno en una carta de 1929: “Leí en francés su
admirable Agonía del Cristianismo.”[19] Sobre la traducción es Juan de
Mairena quien se pronuncia: “Porque, en verdad, nadie traduce para sí mismo, sino
para quienes desconocen la lengua en que el original está escrito y a condición
de que el traductor conozca la suya y la ajena. El truco o tour de
passe, passe, que pretende disfrazar la tautología es el verbo
traducir, como era antes el verbo representar.”[20] Es decir que, para traducir, hay
que conocer las dos lenguas perfectamente, aunque el mismo Juan de Mairena
afirmará que sólo se puede dominar una: “Porque no hay más lengua viva que
la lengua en que se vive y piensa, y ésta no puede ser más que una –
sea o no la materna -, debemos contentarnos con el conocimiento externo,
gramatical y literario de las demás.”[21] Para afirmar a continuación: “¡Que
dios nos libre de ese hombre que traduce a su propio idioma las muchas
tonterías que, necesariamente, hubo de pensar en el ajeno! Y si llega a
ministro… Así hablaba mi maestro, concluirá Machado, un hombre un tanto
reaccionario, no siempre de acuerdo consigo mismo, porque, por otro lado, no
podía soportar a los castizos de su propia tierra, y si eran de Valladolid,
mucho menos.” [22] El problema de la traducción no era
pues el hecho mismo de pasar de una lengua a otra, sino el resultado final, que
debe de estar siempre a la altura del valor del texto original. Así lo dirá en
la conferencia pronunciada en la “Casa de los Picos de Segovia” el 6 de
Abril de 1922, sobre literatura rusa: “Porque todos sabéis que traducir una
obra es someterla a una dura prueba, y traducirla mal es casi borrarla. Al
pasar de una lengua a otra, sólo se salvan los más altos valores literarios.”[23]
PROFESOR DE FRANCÉS
En su ensayo, Machado y París,
Bernard Sesé destaca una cierta contradicción entre su visión de Francia y el
hecho de haber sido, durante treinta años, profesor de francés: “de todas
formas, sus estancias en Francia, por no decir su interés por Francia, no
parece guardar proporción con su calidad de profesor de francés durante más de
treinta años.” (B. Sesé, 1)
En efecto, Machado fue profesor de francés durante 29
años: entre 1907 y 1936, en los Institutos de Soria (IES Antonio Machado),
Baeza, Segovia (IES Antonio Machado) y Madrid, aunque en Segovia también dio
clases de literatura comparada. A este respecto, cabría volver a repetir que,
si bien, como dice en una carta a Guiomar: “Por cierto que ya empiezan a
llegarme recomendaciones, sobre todo para algunas opositoras. Yo que
como profesor peco de excesivamente benévolo y apruebo a todo el mundo, en
esto no admito sino justicia estricta, y no he de votar a quien no crea que lo
merece realmente. Y esta severidad cuesta más de un disgusto.” [24] (Carta XIV a Guiomar, O. C., p.
1711) también es verdad que, en aquella época, no eran muchos los alumnos y,
por lo tanto, todos los profesores eran tan benévolos como Machado.
FRANCIA.
Curiosamente, un escritor que ha estado tres veces en
París, que ha leído una buena parte de su literatura, que se ha preocupado por
su historia, su filosofía, parece extraño que no haya prestado la mínima
atención a su geografía, paisaje, rincones de París, como lo hiciera de la
geografía, el paisaje y los rincones de Soria. Escribe Bernard Sesé: “Para este
admirable pintor de paisajes, el paisaje de Francia no existe. Podríamos pensar
que se va a resarcir una vez instalado en la Ciudad de la Luz. Que sus
monumentos, sus museos, la torre Eiffel, que es aún una curiosidad reciente, ya
que sólo lleva terminada apenas diez años, Notre Dame, “el Arco de la Estrella”
(que evoca Rubén Darío)…, le van a interesar, si no a maravillar. No los nombra
nunca. El poeta del agua, de los ríos, el poeta del Guadalquivir, del Duero,
del Guadalaviar, tuvo que quedar fascinado por el Sena, al que han cantado
tantos poetas. El Sena: salvo error mío, estas dos palabras no figuran ni una
vez en ninguno de los escritos conocidos de Machado.”
En efecto, Machado cita únicamente, en principio: tres
nombres de calles de (2, Rue Perronet; 4, Rue Herschel; Rue Monsieur le
Prince); la Sorbonne; la Gare Saint Lazare (1309); dos boulevares (Boulevard
Saint-Michel, Boulevard Saint-Germain); dos teatros (« El
Vaudeville » (Tierra Soriana), “Teatro Antoine”) y, de una manera
genérica, las librerías de París (“y a las librerías de Paris…”) y Los cabarets
de Montmartre: “Pero también, en cierta zona literaria, noto un cierto hedor de
cosmético que me recuerda los “cabarets” de Montmartre,...”. “¿No es París una
ciudad de cocottes?” De todas las maneras habla de París como una gran ciudad:
“Cuando un español llega a esta gran ciudad,…”
EL PAISAJE FRANCÉS
“El paisaje francés es suave. Dios lo pintó ya maduro,
quizás en su vejez: todo ha sido meditado, todo refleja el sentido de las
proporciones; un poco más, un poco menos, y todo se vendría abajo.“[25] Para explicar, quizás, esta no
descripción de Francia, copia un texto de Reverdy, que describe su manera de
viajar anónima y solitaria: “Le train
siffle et repart dans la fumée qui se fond au ciel bas. C´est
un long convoi de larmes et sur chaque quai où l´on se sépare de nouveaux bras
agitent des mouchoirs. Mais celui-là est seul et ses lunettes se ternissent des
larmes des autres ou de la pluie qui fouette la vitre où il colle son nez. Il
n´a quitté personne et nul ne l´attendra à la gare où il va descendre.
D´ailleurs il ne raconte pas ses voyages, il ne sait pas décrire les pays qu´il
a vus. Il n´a rien vu peut-être, et quand on le regarde, de peur qu´on ne
l´interroge, il baisse les yeux ou les lève vers le ciel où d´autres nuages se
fondent. A l´arrivée, sans expression de joie ou d´impatience il part, seul
dans la nuit, et, sous les becs de gaz qui l´éclairent par intervalles, on le
voit disparaître, sa petite valise à la main. Il est seul, on le croit seul.
Pourtant quelque chose le suit ou peut-être quelqu´un dans la forme étrange de
son ombre. »[26]
«El tren silba y arranca en medio del humo que se
funde con el cielo. Es un largo convoy de lágrimas y en cada andén en el que se
separan nuevos brazos agitan pañuelos. Pero éste está solo y sus gafas se
empañan con las lágrimas de los otros o de la lluvia que azota la ventanilla en
la que pega su nariz. No ha dejado a nadie en el andén y nadie le esperará en
la estación cuando se baje. Por lo demás no cuenta sus viajes, no sabe
describir los paisajes que ha visto. No ha visto quizás nada, y cuando le miren,
de miedo que le pregunten, baja los ojos o los levanta hacia el cielo en el que
otras nubes se funden. Al llegar, sin expresión de alegría o de impaciencia
ninguna sale, solo en la noche, y, bajo las lámparas de gas que le iluminan a
intervalos, se le ve desaparecer, con su pequeña maleta en la
mano. Está solo, se le cree solo. Sin embargo hay algo que le
persigue o quizás alguien en la forma extraña de su sombra.”
ENCUENTRO EN PARÍS: ARTIGAS ARPÓN/CASARES[27]
En uno de los relatos – un cuento - escritos por
Antonio Machado y recogidos, en sus obras completas, por Oreste Macri, leemos
uno cuya relación con la figura del político republicano, Benito Artigas Arpón,
parece evidente. Otra cosa es que, como se sugiere en el cuento, el encuentro
se hubiera producido en París. Lo que no es seguro, pues Machado está en París,
por tercera vez, con Leonor, entre enero y julio de 1911, mientras no sabemos
exactamente dónde se encuentra en ese momento Artigas Arpón. Sin embargo, a
pesar también de que las referencias a periódicos (“El Avisador de X” por
“Tierra Soriana”), fechas, nombres, protagonista principal (Casares en lugar de
Artigas), son imaginarias, está claro que Antonio Machado escribe, seguramente
en París, un cuento basado en la biografía del periodista y político soriano
Benito Artigas Arpón: “Una tarde que me encontraba en París, tomando cerveza
con mi amigo el poeta Rubén Darío en la terraza de un café del “Quartier”, se
me acercó un hombre cuya traza no me era desconocida y a quien, sin embargo, yo
no acertaba a reconocer.
- ¿No se acuerda de
mí..? – Y como yo no le contestara, añadió-: Casares.
- Era un joven alto
y delgado, de rostro imberbe, de ojos verdes, inquietos y sin cejas. Vestía un
gabán raído.
En
efecto, yo había conocido a Casares en una pequeña capital de provincia hacía
ya ocho o diez años. Casares era entonces un muchachuelo bastante presumido,
que redactaba un periódico conservador titulado “El Avisador de X”[28], sostenido por el cacique de la comarca[29]. Casares se peleó con el cacique[30], ignoro por qué causa, y fundó entonces
“El Desmoche”[31], periódico radical, furibundo defensor
de los intereses del pueblo.
Aquel
papelucho fue el terror de la ciudad. En él arremetía Casares contra todo el
mundo; denunciaba el juego del casino, los chanchullos de la Hacienda, las
piraterías de los usureros. Durante los primeros meses respetó a los curas,
temeroso de una excomunión del obispo, que le hubiese privado de suscriptores;
pero los curas lanzaron a su vez un periódico titulado…, que redactaban otro
periodiquillo titulado “El Triunfo de la Fe”, se arremetieron a Casares.
Casares entonces embistió fieramente a los curas. Entre ambos papeles trabose
una lucha enconada.
Casares
combatía sin tregua a un canónigo[32] de la catedral, director y redactor
de “El Triunfo de la Fe”[33]. No citaba su nombre por miedo a
querellas criminales; pero lanzaba toda suerte de dicterios a un supuesto don
Juan Chupalcuzas. El canónigo le pagaba en igual moneda, poniendo como un
guiñapo a un imaginario Tiberio Lechuguino.
Merced a este ardid, se machacaban y fundían recíprocamente sin que nadie
pudiera prever el fin de aquella lucha.
Decía “El
Triunfo de la Fe”: “Cuando una repugnante larva, un sucio gusarapo entre la
baba infecta y el inmundo lodo…” Decía “El
Desmoche”: “Si en la sagrada cátedra vierais aparecer una mula sarnosa,
llena de esparavanes…”
A Casares
se le fue un día[34] la pluma y citó el nombre del
canónigo. El canónigo entonces le llevó a los tribunales, y Casares fue
condenado por injuria y calumnia a dos años de destierro.
Los curas
quedaron dueños del campo. Casares lanzó el último número de su “Desmoche” y desapareció
de la capital. Y este era el hombre que tenía delante de mí.”
Este curioso documento tiene una frase final que no es
sino una premonición de lo que verdaderamente le ocurrió a este valiente
político radical-socialista: “Este hombre batallador y romántico, absurdo si
queréis, y capaz de tornarse como Don Quijote con Satanás en persona, me
inspira profunda simpatía.” “Los hombres como Casares tienen una psicología de
toro de lidia. La vida les torea; ellos embisten y casi siempre se les mata a traición.”
[1] José Luis Cano, “Antonio
Machado. Biografía ilustrada.” Barcelona, ed. Destino, 1975, p.
20
[2] Baroja llegará en julio
de 1899. Tenía 27 años; Machado, 24.
[3] Rubén Darío publicó en
esa editorial dos libros: “La Caravana pasa”, en 1902, y “Letras”, en 1911.
Gómez Carrillo editó, en 1899, “Sensaciones de París y Madrid”.
[4] En 1895, esta editorial,
“que se especializaba en la producción de libros en español para el mercado
americano”, “había sacado – 1895 - en dos tomos un ambicioso Diccionario
enciclopédico de la lengua castellana.” Gibson, 109.
[5] Joseph Pérez,
Conferencia, Soria, 1993.
[6] Existe todavía hoy.
Tiene una estrella y fue fundado en el siglo XVIII.
[7] En ese mismo hotel,
Verlaine había pasado una temporada. En esa calle existen dos placas dedicadas
a dos vecinos ilustres: Blaise Pascal (Ici dans l´ancienne rue des Francs
Bourgeois Saint-Michel de 1654 à 1662 vécut Blaise Pascal), que había vivido en
el número 54, y el músico Camilla Saint-Saëns. (B. Sesé) Tiene la entrada por
el 32 de la rue Saint-Pères.
[8] “Johannes
Papadiamantopoulos, alias Jean Moréas”. Había nacido en Atenas, Gibson, 111.
“De Madrid a París a los 24 años (1899) – apuntará Machado en 1931 -. París era
todavía la ciudad del affaire Dreyfus en política, del simbolismo en poesía,
del impresionismo en pintura, del escepticismo elegante en crítica. Conocí
personalmente a Oscar Wilde y a Jean Moréas. La gran figura literaria, el gran
consagrado, era Anatole France.” (DPD, p. 710).
[9] Rubén Darío dirigía en
París dos revistas: “Mundial Magazine” y “Elegancias”. “La Tierra de
Alvargonzález” se publicó en el número 9 (enero de 1912) de “Mundial Magazine.”
[10] Machado, según Bernard
Sesé, habría sido canciller del Consulado de Guatemala en 1902. La izquierda en
ese año andaba en su lucha anti-sindical, superada ya la crisis del Affaire
Dreyfus.
[11] Gibson, 144.
[12] Habla de los escritores
que escriben contra Unamuno. Cita a Gómez Carrillo y a otros. También a los más
reaccionarios. (Los Complementarios. Obras Completas, p. 1308.)
[13] En su libro “Las últimas
Soledades del poeta Antonio Machado”, su hermano José escribe, p. 69,
manuscrito 2007: “En su famoso libro “Campos de Castilla” – que por cierto
escribió en París – se ve claramente el influjo de la tierra castellana vivida
por él.”
[14] Su abuelo había estado
también en la Universidad de París sesenta años antes. Gibson, 249.
[15] Machado encontró a
Francia cambiada, dice el profesor Joseph Pérez (Universidad de Burdeos): “Unas
corrientes nuevas habían aparecido y se tenía la impresión de que estaban
dominando la vida intelectual francesa. Se trataba de una vuelta a la religión
católica, en ciertos sectores intelectuales, conservadores, incluso
reaccionarios, que nacían en una misma defensa: el patriotismo, el
nacionalismo, el catolicismo y el clasicismo en literatura. Algunos de aquellos
defensores del altar eran agnósticos y le reconocían abiertamente. Es el caso
del director y fundador de la Action Française, Charles Maurras. Fundador de este
partido ultraderechista. Pues, contra ese sector es contra lo que se pronuncia
Machado, Unamuno, al referirse “a esos neocatólicos franceses, esos católicos
orteguianos y nacionalistas.”
[16] [Filosofía y
autobiografía]. Los complementarios. (Obras Completas, p. 1158-1159.)
[17] No de la calle
Saint-Denis, como escribe Gibson, p. 252.
[18] Sesé se sorprende de que
hubieran llevado a Leonor al sanatorio del Faubourg Saint-Denis, 200, Maison de
Santé (Maison Dubois: acogía a los enfermos extranjeros), y no al Hôpital de la
Charité, fundado en 1601, por María de Médicis, que se encontraba en la esquina
de la misma calle. Se entraba entonces por la rue Jacob. Lo demolieron en 1935,
y hoy se encuentra en ese solar la nueva Facultad de Medicina. En ese mismo
hospital murió Modigliani en 1920.
[19] Carta de 1929. La había
leído en 1927. (O. C., 1760.)
[20] Juan de Mairena. Obras
Completas, 1999.
[21] Juan de Mairena. (O. C.,
p. 2028.)
[22] Juan de Mairena. Obras
Completas, 2028.
[23] Discurso pronunciado en
la “Casa de los Picos de Segovia”, en 6 de abril de 1922. (Obras Completas,
1231.)
[24] Carta XIV a Guiomar.
(Obras Completas, p. 1711.)
[25] Entrevista con ILSA
Ehrenburg, Abril de 1937. (O. C., p. 2251.)
[26] Prosa lírica citada. Pierre
Reverdy, 9 Julio 1924. (O. C., p. 1302-1303.)
[27] Casares es el título del
relato que Antonio Machado publica en La Tribuna (Madrid) el 20 de febrero de
1912. La primera versión se titularía “Gentes de mi tierra”. La segunda,
“Perico Lija”, que fue publicada por Rubén Darío enMundial Magazine,
París, número 26 (1913), pp. 112-117. Son, para Gibson textos: “muy en la línea
de las viñetas satíricas de tipos españoles que había redactado años atrás
para La Caricatura”. (Gibson, 257).
[28] No es el Avisador
Numantino sino Tierra Soriana, del que fue redactor-jefe
(desde marzo de 1907), primero, y director (hasta el 30 de septiembre de 1908),
más tarde.
[29] Aurelio González de
Gregorio.
[30] El Abad de la Colegiata:
Santa Cruz.
[31] “Tierra”. Un poco más
tarde, fundaría “La Verdad”.
[32] El Abad Santacruz.
[33] Tierra Soriana.
[34] En un Efímera titulada
“Industrias Prácticas”, 19 de mayo de 1908.
MACHADO Y FRANCIA
Conferencia de Joseph Pérez
Escuela Oficial de Idiomas de Soria, 2
de Abril de 1993
Creo conveniente, en primer lugar,
recordar unas fechas. Machado visitó Francia, Paris concretamente, en 3
ocasiones. Visitas voluntarias, me refiero, dejando aparte su último viaje a
Collioure, donde murió. Me interesan estos viajes para situar la personalidad
de Antonio Machado. Los que realizó a finales del siglo pasado y a principios
del siglo XX, cuando era joven; cuando estaba en plena madurez intelectual.
El primero lo realizó en
1899. Se reunió con su hermano Manuel, que ya vivía allá, y ambos trabajaron
durante unos meses en la editorial Garnier, que era una librería que se había
especializado en la traducción de libros para el mercado de habla española.
Machado volvió a Paris
tres años después, en 1902. Y entonces pensó quedarse una larga temporada ya
que el escritor hispanoamericano, Gómez Carrillo, le ofreció un empleo en un
consulado. Pero, por lo visto, el poeta no servía para la carrera diplomática.
Su conocido aliño indumentaria y otras cosas no encajaban en la carrera
diplomática y dimitió a los pocos días. El 3 desplazamiento lo hizo en 1911,
cuando era ya catedrático de Francés en Soria. Salió de aquí con una beca de la
Junta para ampliación de estudios. Este viaje fue el que quedó trágicamente
interrumpido por la grave enfermedad de su esposa Leonor, que le acompañaba.
Los Machado tuvieron que regresar a Soria, donde Leonor había de morir. Esta
es, pues, físicamente, la relación de Machado con Francia.
Tres estancias de varios meses, cada
una, pero seguidas por muchos años de permanencia en España. Poca cosa, al fin
y al cabo, si lo medimos por el tiempo. Naturalmente las cosas no pararon ahí.
Machado siguió manteniendo relaciones con Francia por motivos profesionales:
sus clases, sus lecturas, los contactos que mantenía con los traductores
franceses de su obra.
Leyendo las cartas de
Guiomar, encuentro indicaciones de particular interés para mí: "Entro
en la Casa de Velazquez, residencia de estudiantes franceses, comiendo con M.
Le Gendre, el Director y con el traductor de mi poema de Alvaro González. Es
gente muy amable y muy culta". En otra carta a Guillomar, vuelve
Machado sobre el tema: "Me fuí a la Casa de Velazquez a visitar a mis
buenos amigos franceses".
Hay varias indicaciones
más de este tipo. ¿Cómo caracterizar esta relación, no ya física sino
intelectual, moral, ética, de Machado con Francia?
Yo creo que podríamos, podemos,
enfocar esta relación desde tres puntos de vista: 1.- Ideológico, político,
moral, ético. II.- Estético: la idea que Machado tenía de la Literatura en
general y de la francesa concretamente. El pensamiento, la filosofía.
El primer aspecto, el de
la ética, y el de la política, pero política en el sentido noble de la palabra,
podría concretizarse ya desde el principio recordando el famoso verso: "hay
en mis venas gotas de sangre jacobina". Pero creo importante señalar
ya, desde el principio, que Machado nunca ha sido un admirador incondicional de
Francia. El admiraba mucho la cultura francesa pero conservó siempre, en
cualquier momento, su espíritu critico; no todos los aspectos de lo que vio en
Francia le interesaban ni le gustaban. Incluso hubo una época, 1913, en que
llegó a escribir una frase terrible: "Tengo una gran aversión a todo lo
francés". Este es el momento en que está haciendo una reseña del libro
de Unamuno "Contra esto y aquello", reseña en la que pueden
leerse cosas muy duras contra Francia: "Los que hemos vivido en Francia
algún tiempo en estos últimos años, sabemos que este gran pueblo, espiritualmente
agotado, no tiene hoy otra fuerza de cohesión que el miedo. Hoy recibimos de
Francia solamente productos de desasimilación, toda clase de géneros averiados
y putrefactos: sensualismo, anarquismo, pornografía, decadentismo, pedantería
aristocrática". Y la misma reseña prosigue así:" Qué absurda
ceguedad nos lleva a imitar todo lo francés, si los Pirineos se convirtieran en
Himalaya". Expresión última que vuelve a parecer en el mismo año, en
carta a Ortega: "Si estos Pirineos se convirtieran en Himalaya"
.
Pues bien este "asco"
a lo francés se suaviza durante la guerra Mundial. Entonces, en 1915, Machado
se confiesa realmente francófilo: "En el fondo - escribe a Unamuno
– mi antipatía a Francia se ha moderado mucho con es que usted llama
estallido de barbarie de las derechas" Y en otra carta a Unamuno, de
1916, reincide en el tema: "La guerra nos ha mostrado que el mundo
afectivo tiene más realidad que el de las ideas. Estos diablos de franceses son
nuestra familia y en trance de muerte y vida hemos de estar con ellos".
Y añade: "sin embargo qué bien nos hubiera venido un par de siglos de
dominación teutónica".
He querido traer a la
memoria estas frases, un poco duras, para situar, mejor, las perspectivas.
¿Cómo interpretar esta aparente aversión de Machado a Francia, moderando luego
cuando esta nación se encontraba amenazada por la fuerza europea? Es que
precisamente, lo repito, Machado nunca ha sido un incondicional, ni de Francia
ni de ninguna causa. El somete a juicio sus admiraciones, y el procede a una selección
rigurosa. En realidad lo mismo que se ha podido hablar, y que se ha hablado
mucho tiempo, de dos Españas enfrentadas, hay también dos Francias: una que es
la que admiraba Machado, la que amaba, que es la Francia republicana y
jacobina, por la que siente una profunda admiración, que le viene de su
familia. “Esta Francia, dice, es mi familia, Y aún de mi casa, es la de mi
padre, mi abuelo, de mi bisabuelo, que todos pasaron la frontera y amaron la
Francia de la libertad y el laicismo, la Francia religiosa del affaire Dreyffus
y de la separación de Roma".
Recordemos este verso del
soneto que citaba hace poco: "Tengo en mis venas gotas de sangre
jacobina". Esta Francia, nacida con la Revolución de 1789 es la que
entusiasmó a los liberales y progresistas que se reconocían expontáneamente en
ella: "Cuando yo era niño, escribe Machado en otra carta a Unamuno, de
1921, había en España una emoción republicana. Recuerdo haber llorado de
entusiasmo oyendo la Marsellesa a una turba que vitoreaba a Salmerón".
Pues bien, esta Francia
que es la que conoció Machado, la que amó Machado en sus dos primeros viajes a
Paris: la Francia de la época del affaire Dreyffus, aquella campaña en defensa
de un oficial judío condenado por traición por el mero hecho de ser judío y batalla
que opuso a dos grupos: el de los que se empeñaban en condenar a Dreyffus,
porque la sentencia, aunque injusta ( y todos sabían que fue injusta) se
empeñaban en condenarlo porque había sido condenado por un tribunal militar y
que la revisión podía perjudicar al ejército en su conjunto, como institución.
Detrás de este grupo estaban los adversarios de siempre, de las ideas
progresistas: el ejercito, el clero, los conservadores. En frente, la otra
Francia: la de los intelectuales, la progresista, que no admitían que se
siguiera encubriendo tamaña injusticia; dejar en el presidio a un hombre del
que se sabía que no había cometido ningún delito. Y fue este, efectivamente, un
gran momento en la historia de Francia, que iba a dejar huellas y convertirse en
símbolo de moralidad pública.
Poco después, tuvo lugar
otro acontecimiento de gran trascendencia: los republicanos se habían
convencido entonces del peligro que representaba el clericalismo, la
intromisión del clero en temas políticos que no eran de su incumbencia y se
llegó a una ruptura con Roma: la separación entre el Estado y la Iglesia. Esta
era la Francia republicana, liberal, laica por la que Machado sentía
admiración, profunda admiración, y con la que se encontraba a gusto.
En su tercer viaje a Paris,
1911, tuvo la impresión de encontrarse con un ambiente cambiado, muy distinto.
Esta vez creyó notar un cambio radical. Unas corrientes nuevas habían aparecido
y se tenía la impresión de que estaban dominando la vida intelectual francesa.
Se trataba de una vuelta a la religión católica, en ciertos sectores
intelectuales, conservadores, incluso reaccionarios, que nacían en una misma
defensa: el patriotismo, el nacionalismo, el catolicismo y el clasicismo en
literatura.
Algunos de aquellos
defensores del altar eran agnósticos y le reconocían abiertamente. Es el caso
del director y fundador de la ACTION FRANÇAISE, Charles Maurras. Fundador de
este partido ultraderechista, personalmente no creía en Dios pero consideraba
que la religión católica y la iglesia era los mejores baluartes contra las
ideas republicanas, herederas de la revolución de 1789. Pues, contra este
sector es contra lo que se pronuncia Machado, Unamuno, al referirse "a
esos neocatólicos franceses, esos católicos orteguianos y nacionalistas". Y
se comprende que entre estas dos Francias, Machado haya elegido la heredera de
la ilustración, de las luces y de 1789. Lo mismo que arremete en España contra
la España de charanga y pandereta, a la que contrapone la España del cincel y
la maza. En realidad, como vemos, hay una gran fidelidad de Machado a unos
ideales de libertad, de progreso. Fidelidad que le llevará precisamente a ir a
morir en la Francia republicana, huyendo de una España que ya no era la suya.
En una Francia de la que todavía, el 23 de enero de 1938, esperaba la ayuda:
"De Francia espero la voz inconfundible del acusador, voz de timbre
francés que es, que tantas veces lo ha sido el timbre de lo universal humano".
Creo que esta puesta en
perspectiva del ambiente ético, moral, político, ideológico en el que se
desarrolló el pensamiento y la vida de Antonio Machado era imprescindible para
introducir y llevamos a los dos otros aspectos que me gustaría tratar
rápidamente y son el influjo, la influencia, o mejor dicho, el impacto y las
coincidencias que Machado pudo tener con el movimiento literario, intelectual,
filosófico francés.
Si salimos de este campo
de los valores éticos e ideológicos para centramos en los aspectos estéticos,
en lo que era verdaderamente, hasta cierto punto lo suyo, la literatura y la
poesía, lo que notamos en relación con Francia, con las ideas francesas y con
el movimiento intelectual y poético francés es algo muy parecido a lo que acabo
de resumir tratándose de otros aspectos.
Lo que podemos notar ahí
son también rechazos e influencias. Rechazos e influencias, en este caso
tampoco podemos hablar de una admiración incondicional, a ciegas, sino de una
admiración selectiva, cuidadosamente elegida y que halle de ciertos valores
para acercarse a otros que le parecen más conformes con su temperamento.
Rechazo, pues, y adhesiones. Rechazo en el aspecto literario a lo que Machado
llamaba el hermetismo en la poesía: “Nada más disparatado que pensar, como
algunos poetas franceses han pensado tal vez, que el misterio sea el elemento
estético.” Y con esta frase se refiere concretamente a uno de los poetas
franceses de aquel momento. Concretamente a Mallarmé. Mallarmé lo afirma al
censurar a los parnasianos, otro grupo literario de finales del siglo XIX, por
la claridad en las formas. Pues bien: “la belleza – concluye Machado – no
está en el misterio sino en el deseo de penetrarlo.”
ANTONIO MACHADO EN PARIS
Narciso Alba
Universidad de Perpignan
Conferencia pronunciada
por Narciso Alba, profesor de la Universidad de Perpignan, en el Salón Rojo del
Instituto Antonio Machado de Soria (España) el 12 de Mayo de 1996.
Es de nuestra obligación comenzar
nuestra conferencia diciendo que, a pesar de que hoy suele hablarse de la
estancia de Machado en París, con Leonor, fueron tres las veces que el poeta
visitó la capital francesa, y todas
de corta duración. La primera en 1899, en compañía de su hermano Manuel; la
segunda en 1902, también en compañía de Manuel, y la tercera , en 1911, casado ya, en compañía de
Leonor. En los últimos viajes hay un personaje, poeta y diplomático, que ayudó
a los hermanos Machado siempre que éstos requirieron su ayuda, y jugó un papel
decisivo: Rubén Darío, el generoso vate de Nicaragua, que dio impulso en España
al movimiento modernista.
Las
tres estancias que hemos señalado las resume así el propio Machado en la “Autobiografía” escrita en 1913 para una
proyectada antología de Azorín:
“Desde
los ocho a los treinta y dos años he vivido en Madrid con excepción del año
1899 y del 1902 que los pasé en París... En 1906 hice oposiciones a cátedra de
francés y obtuve lo de Soria donde he vivido hasta agosto de 1912, con
excepción del año 10 que estuve en París, pensionado para estudiar filología
francesa. Estudié en el Colegio de Francia dos cursos (Bedier y Meillet)....
Mis lecturas han sido especialmente de filosofía y de literatura, pero he tenido
afición a todas las ciencias.
El primer viaje de los Machado a
París se produce en medio de una inestabilidad política característica de todo
fin de siglo. Manuel sale en marzo de 1899 y Antonio en Junio de ese mismo año;
ambos habían sido contratados como traductores y redactores de un diccionario
hispánico en la editorial Garnier,
siempre abierta a todo lo que se relacionara con la cultura española y
profundamente hospitalaria con los españoles. Los hermanos Machado se alojan en
el hotel Médicis, en pleno Barrio
Latino, lugar estratégico para tomar el pulso a la urbe parisina y prestar
oídos atentos a todo comentario sobre el espinoso tema que atraía por aquel
entonces a políticos e intelectuales: el affaire Dreyfus, que levantaba las más
turbias y violentas pasiones. “El joven
Antonio- dice Oreste Macrí - no vaciló en amotinarse con Baroja en favor de los
dreyfusistas”. Antonio y Manuel, aprendices aún de poetas por aquellos
años, entran en contacto con los mejores artistas extranjeros de vanguardia
(Moréas, Oscar Wilde, Anatole France...) y leyeron sus primeros versos al
guatemalteco Enrique Gómez Carrillo,
bohemio empedernido, hombre de carácter inquieto y curioso, redactor jefe del Diccionario Enciclopédico
Garnier y corresponsal en Paris del periódico El Liberal. Antonio regresa a
Madrid en octubre de aquel mismo año y Manuel en Diciembre; unos cuatro meses
dura la primera aventura parisina de los hermanos Machado.
El segundo
viaje de los hermanos Machado se realiza en 1902 y tiene capital importancia
para nuestro poeta, pues durante el mismo debió de conocer a Rubén Darío, al
que siempre guardó un gran afecto y respeto dirigiéndose a él en sus escritos
con el término “Maestro”. Rubén Darío ejercía en París un cargo de poca
importancia en el consulado de Guatemala, logrado probablemente por
intervención personal de Gómez Carrillo. Fue Manuel el que vivió con Rubén
Darío, y mejor le conoció, en una época de franca bohemia literaria y de
excesos libertinos, de los que tenemos huella en la obra de Manuel. Las
relaciones entre Antonio Machado y Rubén Darío continuaron después, una vez que
el primero regresó a Madrid, en
cafés, tertulias y reuniones en casa de escritores, o en las redacciones de
revistas y periódicos, en cuyas publicaciones estaban implicados casi todos
ellos. Estos contactos se cortaron
precisamente cuando Machado tuvo que instalarse en Soria. en Septiembre de
1907.
En cuanto al tercer
viaje, tenemos que decir que las circunstancias habían cambiado completamente.
Antonio había publicado ya su libro de poemas Soledades (1903) y Soledades. Galerías.
Otros poemas. (Octubre, 1907) y había encontrado además el gran amor de su
vida, Leonor, en la ciudad soriana. Antonio y Leonor contrajeron matrimonio,
como todos sabemos hoy, en la iglesia de Santa María la Mayor, el 30 de julio
de 1909. Así pues, Machado, considerando que su porvenir económico estaba ya
resuelto, y también el sentimental, decide profundizar en los estudios de
filología francesa y solicita una beca-pensión a la Junta para la Ampliación de
estudios, que le es concedida.
Antonio y Leonor salen para Paris después de las
Navidades de 1910, y llegan a la misma el 15 de enero de 1911, alojándose en el
hotel de l’Académie, rue Perronet nº 2,
en la orilla izquierda del Sena. Durante siete meses el poeta seguirá los
cursos de Bédier y Meillet, como él mismo expresó, y también el de A. Lefranc,
en el Colegio de Francia; y asistió, como alumno oyente, a algunas conferencias
de Henri Bergson cuya filosofía y enseñar pedagógico estaban de moda por
entonces. Machado, pues, como él mismo repitió numerosas veces en su vida,
sentía una atracción innata por la filosofía, probablemente su verdadera
vocación tratándose de una persona de carácter reflexivo; la literatura y la
enseñanza serian oficios para solucionar las necesidades perentorias del vivir
cotidiano. Los dos primeros capítulos de la memoria que Machado envió a la
Junta están dedicados al Estado actual de los estudios filológicos en Francia.
Mientras tanto, la prensa local de
Soria se enzarzó en una dura polémica provocada por los versos del poema “Por
tierras del Duero”, publicado por
José María Palacio en Tierra soriana, el 12 de enero del mismo año; poco
después, El Ideal Numantino publicó
un comentario censurando el fondo del poema aunque reconocía su belleza. El
Noticiario de Soria reprodujo también el poema de Machado, pero “rectificando
en cada verso los juicios adversos del poeta al hombre del campo soriano”,
aunque el poema había salido en la revista madrileña La Lectura. Otro periódico de Soria, El Avisador Numantino, lanzó un comentario sin firma a los
funcionarios que “veranean” en París en pleno invierno, “unos con licencia,
otros licenciosamente, teniendo abandonados sus destinos”. A todos ellos
contesta Palacio, el “buen amigo”, en
el periódico Tierra Soriana, cuya
creación había promovido el propio Machado cuando llegó a Soria. Para no herir
la susceptibilidad local, cuando dicho poema se recogió en libro apareció con
el título “Por tierras de España”.
En París, Machado y Leonor
frecuentaron la casa de Rubén Darío y de su compañera, la abulense Francisca
Sánchez, que años después resumía la amistad entre Machado y el poeta
nicaraguense con estas escuetas frases: “Su
simpatía personal iba para Manolo; pero su admiración profunda para Antonio”. Oliver
Belmas, que recogió tales propósitos, dice que fue el año 1911 el de mayor
contacto y relación entre los dos poetas, justo cuando se presentó el momento
más duro y crucial en la vida de Machado. De este período pasado en París por
Antonio y Leonor no tenemos ninguna evocación directa y personal de Machado,
que, sin lugar a dudas, decidió no volver a recordarlo y borrarlo de su mente
lo antes posible. Parece ser que se proponían pasar el verano en Bretaña cuando
el 13 de julio, por la tarde, repentinamente, Leonor sufre un ataque de
hemoptisis. La capital francesa, siendo la víspera de la fiesta nacional, se
encuentra en un ambiente de regocijo total, opuesto a la angustia que vive
Machado, ante la imposibilidad de encontrar un médico para que atienda
inmediatamente a Leonor. La enfermedad es grave y la joven esposa es ingresada
en la Maison de la Santé, en la rue
Saint Denis, al día siguiente. Machado solícita la ayuda de Rubén Darío,
pidiéndole al mismo tiempo disculpas por una visita que le había prometido y no
había podido llevar a cabo:
“Querido
y admirado maestro:
Una
enfermedad de mi mujer, que me ha tenido muy preocupado y convertido enfermo,
ha sido la causa de que no haya ido a visitarle como le prometí.
Afortunadamente hoy, más tranquilo, puedo anunciarle mi visita para dentro de unos
cuantos días, a fin de semana ...” (17 de julio de 1911)
Francisca
Sánchez, compañera de Rubén Darío, y Mariquita, su hermana, visitaron a la
enferma, le llevaron bizcochos y la asistieron cariñosamente durante el mes y
medio que duró la estancia de la enferma en la Casa de Salud del barrio. Tan
terrible recuerdo va a quemar el corazón de Machado durante mucho tiempo y le
provocará - a pesar de la sangre jacobina que corre por sus venas - “gran aversión a todo lo francés”. En
septiembre, los médicos autorizan el regreso de Leonor a España, y Machado,
necesitando ayuda económica, escribe de nuevo a Rubén Darío el 6 de dicho mes:
“Querido y
admirado maestro:
Le supongo al
tanto de nuestras desventuras por Paca y Mariquita que tuvieron la bondad de
visitarme en este Santuario. Leonor se encuentra algo mejorada y los médicos me
ordenan que me la lleve a España, huyendo del clima de París que juzgan para
ella mortal.
Así pues, yo he
renunciado a mi pensión y me han concedido permiso para regresar a mi cátedra;
pero los gastos del viaje no me los abonan hasta el próximo mes en España.
He aquí mi
conflicto. ¿Podría V. adelantarme 250 o 300 francos que yo le pagaría a V. a mi
llegada a Soria?
Tengo algunos
trabajos para la Revista que le remitiré sí usted quiere. Le ruego que me
conteste lo antes posible y que perdone tanta molestia a su mejor amigo.
Antonio Machado. Faubourg Saint Denis
200-Maison de Santé.
La ayuda de Rubén Darío no se hizo
esperar, pues, el 11 de septiembre, camino de España ya desde lrún. Machado
envía una tarjeta postal al nicaraguense con estas palabras
“Querido y admirado maestro:
He tenido que
partir de París en circunstancias muy apremiantes y me ha sido imposible
despedirme de usted, como hubiera sido mi deseo. Voy camino de Soria en busca
de la salud para mi mujer, Mucho le agradecería que hiciera que enviaran la
Revista y las pruebas de mi artículo, que yo le devolvería corregidos.
(Soria-Instituto).
Mil abrazos de
su invariable amigo que no le olvida.
Antonio Machado.
El matrimonio
pasa por Madrid y llega a Soria el 15 de Septiembre. Según los testimonios de
la época, Machado prodiga todos sus cuidados a Leonor, dejando incluso de
fumar, una renuncia difícil en un fumador empedernido como él, esperando - él mismo
lo escribe en el poema “A un olmo seco” –
“Otro milagro de la primavera”. Tampoco los aires de las tierras sorianas,
que azotaban los muros de la casita con jardín que alquiló en el camino de la
ermita del Mirón, hicieron gran cosa. Ni el cariño, ni la ternura del poeta, ni
sus cuidados constantes salvaron a Leonor, que murió el 1 de agosto de 1912, y
fue enterrada el día 3, en el cementerio de Nuestra Señora del Espino. Machado
huyó de Soria lo antes posible, pero no la olvidaría nunca, a diferencia de París, que siguió siendo hasta el fin de sus días
el trago más amargo de su existencia. La capital francesa, fiesta, algarabía y
regocijo el día de su fiesta nacional, conocida también con el nombre de “la ciudad de la luz“, incrustó en la
vida del poeta español el puñal más agudo de su existencia, transformando su
vida , desde aquel Instante, en un profundo y vasto laberinto de sombras.