Miguel Ángel Baamonde en el Homenaje a Inés Tudela (4 de junio de 2008)
Nuevo: "Leonor Memoria de la Niña-Esposa", Miguel Ángel Bahamonde. Editorial Rilke, Madrid, 2016
LEONOR. MEMORIA DE LA
NIÑA-ESPOSA
Por Jesús Bozal
Es para la
Fundación Antonio Machado un honor poder presentar en este Salón Gerardo Diego,
un libro sobre Leonor Izquierdo Cuevas, la mujer de Don Antonio Machado. Una
mujer digna, tal y como la califica José María Palacio en un artículo
publicado el día 5 de agosto de 1912 en El Porvenir Castellano,
tan solo cuatro días después de su muerte:
“Doña Leonor
Izquierdo de Machado, tan joven, tan buena, tan bella, tan digna del hombre en cuyo corazón es todo generosidad y en cuyo
cerebro dominan potentes destellos de inteligencia, ha muerto, y ¡parece
mentira! ¡Pobre Leonor!”[1].
Digna, musa,
niña, “austera, sencilla, ingenua, tímida”,
como la calificó a su vez José Tudela en 1958, tiene en Miguel Ángel Baamonde,
autor de este libro, a un devoto de su figura, a la que describe, en cada una
de sus más de 350 páginas, con respeto y lealtad intelectual, tanto por lo que
representó para Antonio Machado, como por lo que significa ella misma.
Una biografía, se lee en la portada, del único amor de Antonio Machado.
Leonor,
en letras mayúsculas, Memoria de la
niña-esposa, es un libro bien escrito, en un tono muy personal, muy
familiar, pero cuidadosamente elaborado, bien documentado, además de muy bien
editado por Ediciones Rilke. Su lectura es fácil y, como todo libro que se
precie, requiere una doble, triple lectura, pausada, tranquila, con el fin de
seguir bien su composición y su contenido, analizarlo, comprenderlo, juzgarlo,
si es necesario. Porque, tratándose de un personaje que no tiene una biografía
propia, todas las aportaciones son siempre muy bien venidas.
El trabajo de
este entusiasta machadiano, Miguel Ángel Baamonde, tiene, por otra parte, una
estructura muy medida y un objetivo concreto: demostrar que Leonor estuvo
siempre presente en la vida y en la obra de Antonio Machado. Incluso antes,
como veremos más adelante.
En sus páginas, este
libro recoge, en una primera parte, todo o casi todo lo que se sabe de Leonor
Izquierdo –nacimiento, infancia, adolescencia,…-, contenido en las diferentes
obras ya publicadas por otros autores, añadiendo, por parte del autor, una
recreación personal, romántica, incluso; una escenificación, en otros casos, de
algunos momentos importantes de esta corta relación convivencial entre Machado
y Leonor: el enamoramiento, el noviazgo, las dudas, la reacción de la familia,
la petición de mano, la boda, los gritos a la salida de la iglesia el día de la
boda, la vida en París, etc., etc.,...
A nuestro
juicio, esta recreación, que el autor imagina con el objetivo de aportar su
pequeño grano de arena a una biografía no escrita de Leonor, tiene un indudable
interés, ya que, aunque solo sea la descripción de anécdotas, pequeños
contextos del imaginado vivir diario de Leonor, no deja de ser una manera de
acercarnos un poco más a esos aspectos cotidianos de la vida de dos personas,
en aquellos años de principio de siglo, en Soria, en España.
Porque, como
escribe Julián María en su artículo: “Antonio Machado y la Experiencia de la
vida”, esa relación ocurre aquí, en Soria
“en Castilla, en la ribera del Duero, entre San Polo y San Saturio, junto a los álamos del amor. La vida de que Antonio Machado tiene experiencia, la de cada cual, circunstancial y única, destino libremente aceptado, porque “nadie elige su amor”.
Y esa experiencia de la
vida es la que Miguel Ángel Baamonde intenta contarnos en este libro.
Nos habla, por
ejemplo, de su bautismo:
“A la niña la bautiza, no el
párroco local, sino por delegación del mismo, el del pueblo más cercano de
Cardejón, don Manuel Ibáñez Odona. ¿Amistad? ¿Parentesco con la familia?
¿Ausencia del titular? No se sabe ya que no consta en el registro pertinente.”
Y nos cuenta también
cómo Leonor va creciendo, preguntándose al mismo tiempo cómo era, qué carácter
tenía, etc.:
“A todo esto, Leonor ha ido creciendo tanto en edad como en encanto
físico, por lo que hay que preguntarse, de forma ineludible y dado que hasta el
momento del matrimonio no existe ningún retrato suyo, por su aspecto. ¿Cómo era
realmente Leonor? ¿Qué carácter tenía y de donde le provenía el encanto aquel
que encandiló al poeta?”
Y, al llegar
aquí, pues añade una pequeña queja:
“Leonor –escribe en la página
181-, para la mayoría de los biógrafos, en esa etapa de Antonio Machado (a su
llegada a Soria), no pasa de ser una anécdota, todo lo lírica y hermosa que se
quiera, pero sin más trascendencia aparente que llenar de luz unos pocos años
–muy pocos- del poeta. Y no deja de ser injusta esta actitud, respecto a ella, que
no solo dio amor y calor humano a la soledad de Antonio, sino que trascendió
más allá de su muerte en la obra y en el modo de vivir de Machado.”
Miguel Ángel
Baamonde se pregunta así mismo por los sentimientos de Leonor.
“¿Cuáles son, por otra parte, los sentimientos que han ido creciendo en
Leonor? Son, desde luego y como ya se ha apuntado en su momento, bastante
difíciles de dilucidar, ya que de ella apenas conocemos con certeza más datos
que esa alegría ya subrayada y el nacimiento de unos sueños que todavía no han
alcanzado su concreción definitiva.”
Y añade pequeñas
preguntas que parecen intrascendentes, pero que sirven para desmitificar de
alguna manera una relación normal de una pareja de enamorados normales:
“¿Grabarían
sus nombres, siguiendo la tradición, Antonio y Leonor en la corteza de un chopo
cualquiera?” (117)
“¿Se besaban?”
Y, ya casados, Miguel
Ángel Baamonde sostiene por su cuenta que:
“Leonor es
feliz. Tiene que serlo. (…) El siempre atento a las sugerencias de Leonor,
pendiente de sus miradas, de sus gestos.” (147)
Y, ya en París, en
1911, se refiere a un aspecto que parece nimio, pero que no es por eso menos trascendente:
“La segunda circunstancia negativa es, para ella, el desconocimiento
absoluto del idioma, que unido a un marcado provincianismo, le supone un
aislamiento casi total durante las horas del día en las que no puede contar con
Antonio.”
A nuestro
juicio, todas estas recreaciones y preguntas sobre la vida desconocida de
Leonor, pueden interpretarse como pequeños llamamientos a profundizar más en
esta relación amorosa, a la que tienen derecho todos los amantes, para
demostrar que, además de un compromiso de lealtad entre ambos, existió esa
verdadera comunión espiritual, intelectual, incluso, tan importante para el
devenir de la obra y la vida del poeta soriano.
El libro que
presentamos hoy en Soria, una de las ciudades literarias más importantes del
mundo, porque Campos de Castilla es uno de los libros más importantes de la
literatura española, y, por lo tanto, universal, está dividido en tres partes y
una de cierre. En la primera, como decíamos, recoge datos bibliográficos
conocidos de Leonor, completados con una recreación ilustrada, poética, sensible,
fácil de compartir, plagada de pequeños detalles de su relación con Antonio
Machado.
En la segunda, que
lleva por título Presencia de Leonor en
la poesía de Antonio Machado, Miguel Ángel Baamonde, repasa la presencia de
Leonor en la obra poética de Machado. No es muy extensa, pues no son muchas,
aunque sí significativas, las referencias que se encuentran en ella. Este hecho
refleja, no obstante, una de las virtudes de Antonio Machado: la discreción y
el respeto por la intimidad de Leonor.
Durante su
estancia en Soria, Antonio Machado -cuya imagen real, la de entonces, no tiene
nada que ver con la foto clásica de Antonio Machado- se limitó a preparar sus colaboraciones
literarias; a colaborar, discretamente, en la prensa de la ciudad (Tierra Soriana y El Porvenir Castellano) y a dar sus clases en el Instituto, del que fue
Sub-director tres de los cuatro cursos que estuvo en el Instituto General y
Técnico de Soria.
Como ya hemos
dicho más de una vez: Machado vivió en Soria en comunión perfecta con sus habitantes
más humildes, que eran, como en todas las partes de España, la mayoría.
Se dice, a modo
de tópico, que Antonio Machado aprobaba a todos sus alumnos y todas sus
alumnas. En efecto, las actas prueban que es cierto. Pero no se dice que sus
compañeros del Instituto hacían lo propio. Hay que tener en cuenta que el
número de alumnos de bachillerato fue, en el curso 1909/1910, de 74, y 83 de magisterio.
Pero, en fin, los tópicos atribuidos a Antonio Machado darían para otra charla
bien apretada.
Esa discreción de
la que hablamos es la que le llevó a no escribir de Leonor hasta su muerte.
Añade también en
esta segunda parte pequeños ensayos sobre: a) lo que el autor titula Anunciación; es decir la premonición, antes de su llegada a
Soria, reflejada en algunos poemas, de que algo importante iba a acontecerle en
esta ciudad, y que Miguel Ángel Baamonde recoge en su libro. Podríamos decir
que, para el autor, Leonor estuvo siempre presente en su vida:
“Porque, escribe en la página 219, Leonor es siempre –antes, en su
momento, y después más especialmente- el móvil, no único pero sí consustancial,
que conformará su modo de ser y pensar a lo largo del tiempo”.
b) a este
pequeño ensayo, le sigue otro titulado “la permanencia poética de Leonor”; y
otro más: c) “El punto de inflexión. La muerte física”, en el que el autor
reflexiona sobre la visión que tiene Machado de la muerte. Primero, en su etapa
anterior a Soria, la trata como su amada, a la que se entrega completamente. Y,
después, con la aparición de Leonor, la muerte queda relegada a un plano
secundario ante la esperanza de la vida que simboliza Leonor.
De ahí, quizás,
el grito desesperado del poeta contra quien se la arrebata, arrebatandole con
ella la esperanza recobrada:
CXIX de Campos de Castilla:
“Señor, ya me arrancaste lo que más quería.
Oye otra vez, Dios mío, mi corazón clamar.
Tu voluntad se hizo, Señor, contra la mía.
Señor, ya estamos solos mi corazón y el mar.”
Como puede verse, el autor de este libro intenta demostrarse, una y otra
vez, hasta a sí mismo, que Leonor no fue la sombra de Machado sino su luz.
En la tercera
parte, Proyección de la figura de Leonor
en la inquietud de Antonio Machado, el autor añade una serie de ensayos
sobre la influencia de Leonor en la llamada filosofía machadiana.
La pretensión
del autor al escribir este libro no es, en definitiva, convencer al lector de
que su visión es la mejor, ni la más ajustada a la realidad histórica, sino pedirle
que profundice con él. Porque, leyéndole, es posible que surjan nuevas vías de
investigación, que conduzcan al fin a una comprensión total, o, al menos, más
verdadera, de esta figura humana y literaria, que es Leonor Izquierdo.
Y este es, a mi juicio, el valor de este
libro: la gran consideración que el
autor tiene hacia el personaje. Leonor, para Miguel Ángel Baamonde, no es un
personaje secundario, no es una musa, como tampoco lo fueron Elsa Triolet, mujer de Louis Aragon, ni Amparo,
mujer de Gabriel Celaya. Ninguna de las tres fueron sus musas sino sus iguales.
Y tiene razón
Miguel Ángel Baamonde, Leonor Izquierdo Cuevas no fue una niña para Antonio
Machado, fue su mujer. Y
así queda escrito en las cartas que Antonio Machado dirige a Rubén Darío, Juan
Ramón Jiménez, Unamuno, Pedro Chico y Rello,…
“Una enfermedad de mi mujer, que me ha tenido muy preocupado y convertido en enfermero”, escribía a Ruben Darío en julio de 1911.
“Voy camino de Soria en busca de la salud de mi mujer”, escribe al mismo Ruben Darío, dos meses más tarde.
“Hace dos años me casé y una larga enfermedad de mi mujer a quien adoro, me tiene muy entristecido.”, escribe a Juan Ramón Jiménez.
“Mi mujer era una criatura angelical segada por la muerte cruelmente. Yo tenía adoración por ella; pero sobre el amor está la piedad.” (Carta a Unamuno, después de mayo de 1913).
“Si la felicidad es algo posible y real – lo que a veces pienso – yo la identificaría mentalmente con los años
de mi vida en Soria y con el amor de mi mujer - …”(Carta a Pedro Chico y Rello, 1919)
Porque, como persona,
como mujer, tuvo siempre un proyecto personal. Tanto era así que Machado no la
integró en su obra poética hasta su muerte, y seguramente para evitar el olvido
total; objetivo que, gracias a esta presencia en su obra, ha conseguido hasta
ahora.
Los pocos poemas
en los que aparece Leonor en la obra de Antonio Machado son pues un homenaje a
un personaje real al que Miguel Ángel Baamonde trata de reconstruirle una
biografía respetuosa.
Ese es, a
nuestro juicio, otro acierto de esta obra: dar presencia histórica a una niña,
que fue una mujer, y que, además, forma parte, como Soria, de los mejores
pasajes de la literatura universal. Y esta realidad, se quiera o no, no tiene
remedio, como diría Max Aub refiriéndose a la inteligencia: “La inteligencia no
tiene remedio.”
Antonio Machado no entiende la lírica al
margen de la vida, al margen del “pensar genérico”, contexto histórico de todos
y cada uno de sus personajes.
Pero, además, como
terminaba Marina Durañona, profesora de la Universidad de Buenos Aires, la
conferencia que dio en Soria, en 1994, con motivo del I Centenario de la muerte
de Leonor:
“Pero además, si Leonor es
ella, Soria es mucho más que el telón
de fondo de los años de una vida compartida; es “el paisaje soñado” desde la quimera de un todavía jamás cerrado.
Es la tierra del misterio que al no dejar saber “lo que se traga la tierra “abre el vaso comunicante de los
complementos machadianos: yo - tú; presencia - ausencia; esperanza -
desesperanza. Es el piso que dibuja inmortalmente la huella de una pisada
memorable. Como La Mancha dibuja aún la de Quijote o como la lejana pampa
argentina reproduce la de Martín Fierro. Soria soñada es tierra de milagro
siempre vigente; de caminos mágicamente recuperados para quien se lleve en el
daguerrotipo de la retina y de las galerías del alma la imagen inalterable de
las rudas moles de piedra estampadas en palabras entre las que resuena con eco
inacabable el nombre de Leonor.”
Ese es el milagro poético
y humano al que contribuyó, con su presencia real y soñada, Leonor Izquierdo
Cuevas. Y éste es el milagro poético y humano al que contribuye esta vez, con
su generosidad y su escritura clara y concluyente, el autor de este libro,
Miguel Ángel Baamonde y Ediciones Rilke, que le ha ayudado a editarlo. Muchas
gracias.
[1] “Doña Leonor Izquierdo”, José María Palacio, El Porvenir Castellano, 5 de agosto de 1912.
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Otros libros de Miguel Ángel Baamonde sobre Antonio Machado y Leonor Izquierdo
Guiomar, asedio a un fantasma quiere situar al único apócrifo femenino de Antonio Machado en el lugar real que le corresponde, al tiempo que romper la trama en torno a la apropiación del personaje creada por Pilar de Valderrama.
La investigación se desarrolla en tres partes, muy diferenciadas entre sí, aunque complementarias; la Primera indaga, buscando el camino mejor para el desarrollo del proceso, en el contenido filosófico del pensamiento, desligandolo de la apócrifa Guiomar y su pretensión de última musa del poeta; finalmente, la Tercera, estudia tanto el valor simbólico de las CANCIONES a Guiomar como en la correspondiente al soneto V de los de guerra, escritos en Valencia, varante interpretado por los seguidores de la maniobra de la poetisa madrileña.