martes, 1 de agosto de 2017

LEONOR IZQUIERDO CUEVAS
1912-2017

1 de agosto


Una noche de verano
—estaba abierto el balcón
y la puerta de mi casa—
la muerte en mi casa entró.
Se fue acercando a su lecho
—ni siquiera me miró—,
con unos dedos muy finos,
algo muy tenue rompió.
Silenciosa y sin mirarme,
la muerte otra vez pasó
delante de mí. ¿Qué has hecho?
La muerte no respondió.
Mi niña quedó tranquila,
dolido mi corazón,
¡Ay, lo que la muerte ha roto
era un hilo entre los dos!


   It is a beautiful summer night.
The tall houses of this old town
have their balconies opened
on to the spacious square below.
In the wide deserted rectangle
stone benches, spindle-trees and acacias
cast symmetrical black
shadows over the white sand.
The moon is in the zenith, and in the tower
the lighted face of the clock.
And I in this old town am walking
alone and silent as a ghost.

Traducción en Inglés: Patrick H. Sheerin


Un soir d´été
- le balcon et la porte
de ma maison étant ouverts -
la mort est entrée.
Elle s´est approchée doucement de son lit
- sans même me regarder -,
et de ses doigts très fins,
elle brisa quelque chose de très fragile.



Una notte d’estate
- aperto era il balcone
e la porta di casa-
la morte in casa mia entrò.
Nell’avvicinarsi al mio letto
nemmeno mi guardò,
e, con dita sottili,
qualcosa di tenue spezzò.


In einer Sommernacht -
der Balkon und
die Haustür waren geöffnet- 
trat der Tod in mein Haus ein.
Er näherte sich ihrem Bett
-ohne einen Blick zu mir-
mit sehr  schmalen Fingern
zerbrach er etwas sehr feines.


Antonio Machado. Campos de Castilla 


*****

Mi mujer era una criatura angelical segada por la muerte cruelmente. Yo tenía adoración por ella; pero sobre el amor está la piedad. Yo hubiera preferido mil veces morirme a verla morir, hubiera dado mil vidas por la suya. No creo que haya nada extraordinario en este sentimiento mío. Algo inmortal hay en nosotros que quisiera morir con lo que muere. Tal vez por esto viniera Dios al mundo. Pensando en esto, me consuelo algo. Tengo a veces esperanza. Una fe negativa es también absurda. Sin embargo, el golpe fue terrible y no creo haberme repuesto. Mientras luché a su lado contra lo irremediable me sostenía mi conciencia de sufrir mucho más que ella, pues ella, al fin, no pensó nunca en morirse y su enfermedad no era dolorosa. En fin, hoy vive en mí más que nunca y algunas veces creo firmemente que la he de recobrar. Paciencia y humildad.” (Carta a Unamuno, después de mayo de 1913).

Carta de Antonio Machado a Miguel de Unamuno, 1913


****

CRÓNICA
Para D. Antonio Machado

El Porvenir Castellano, 29 de Junio de 1913

 JOSÉ MARÍA PALACIO

Poeta insigne y entrañable amigo: queda cumplida la promesa que le hice en una de mis últimas cartas. Hoy hace un año que llevé a su inolvidable Leonor (q.e.p.d.) un ramo de rosas cortado en el jardín de nuestro amigo Aparicio. Y se las entregué en la plazoleta de El Mirón, adonde la llevaba usted y una madre amante, para que la malograda esposa encontrase alivio a su mal, respirando aire puro bajo un olmo secular.
Cuando yo llevé las rosas estaba sola Leonor. ¡Y cuánto la alegraron nuestras flores! Ellas despertaban nuevas esperanzas en nuestra pobre enferma, sin duda, porque su espíritu era tan delicado como las rosas.
También hoy la he dedicado otro ramo pero, ¡ay! se lo he llevado a su tumba.
Era un día como aquél, sereno y caliginoso, y en vez de ir a encontrar a la esposa del poeta y del amigo bajo la sombra del olmo secular y frondoso, he dirigido mis pasos al cementerio. Los cerrillos contiguos a El Espino tenían ese claro oscuro de las primeras horas de la mañana.
Allá abajo, en las praderas, contiguas al Duero descritas por V. con suprema poesía en Campos de Castilla, grupos de jóvenes alegres, esperaban la salida del sol.
El pueblo da una virtud a las flores cogidas al amanecer en el día de San Juan. Esta virtud podía ser una esperanza para nosotros en el año pasado. En este, yacía sepulta bajo la tierra triste y sagrada donde crecen yerbas y cipreses. Dos guardadores del cementerio cortaban las hierbas con unas hoces que “mirando al Cielo” eran un símbolo. Los cipreses evocaban a Nuñez de Arce, y a los poetas sentimentales.

***

La tierra parda de las heredades labrantías, las serrezuelas plomizas y los prados angostos, han adquirido la tonalidad luminosa propia de un día de junio a las nueve de la mañana. En el cementerio había un silencio inalterable. Junto a una tumba, una mujer enlutada, como figura de un cuadro de Zuloaga, debía rezar una oración.
Y en esta hora solemne, he tomado mis rosas y las he extendido sobre la tumba de la que fue digna y amantísima esposa de usted. Las he extendido sobre la superficie para cubrirla de un color delicado y de un aroma ideal. He querido tejer una corona y he fracasado en el intento. Yo debo sentir el arte en el alma, pero no lo llevo en las manos. Y es que he venido al cementerio a eso, a rendir un tributo del alma.
Y sobre esta tumba que he reverenciado muy de corazón por los dos, amigo Machado, se que ha tejido usted una larga corona de dolor, de un gran dolor, para el cual su lira sublime conquistará laureles y tendrá emblemas consagrados por el cariño y acrisolados por el Ideal.
Usted que es hombre de gran corazón y de gran espíritu, ha comprendido que hay en el mismo Dolor fuerzas para nuestra vida espiritual.
Si la Humanidad toda comprendiera sus dolores, no podría evitar la desdicha de sentirlos pero en ella misma habría algo grande y consolador.
De la tumba de Leonor, su malograda esposa, he ido a la de Carmen, mi malograda hija. Allí he dejado nuevas rosas, todas muy fragantes. ¡Pobre hija mía! Y de esta última tumba he ido a la de mi madre política, y sobre ella he hecho otra burda corona de flores.
No podía rendir hoy este tributo a todos mis muertos queridos. Lejos de aquí están las huesas de mi padre y de su hermana Vicenta. Para ellos he enviado más allá del horizonte un ramillete de pensamientos.
Esta santa obra de rendir tributo a nuestros muertos produce en el alma una sensación triste y dichosa a la vez.
¡Tal vez no haya en la vida nada más apacible ni más grato que el ir a depositar flores sobre la tumba de nuestros muertos amados! Parece que sale de la tierra un vaho de bendición. Y del Cielo baja un himno de Amor.
A ese Amor he entonado hoy una oda que mi pobre prosa no ha sabido expresar, pero la siento muy honda dentro del corazón.