Premios, trabajos premiados y presentados V Premio Antonio Machado

 V Premio Antonio Machado

Fundación Española Antonio Machado


Arte Virtual 

Categoría A

1º Premio

Elena Corral Ubillo 

Colegio Gredos San Diego (Moratalaz)



2º Premio 

Categoría A


Elena Barcones Úbeda

IES Virgen del Espino (Soria)



2º Premio Ex equo

Categoría A


"Ave sobre el Duero"

Ana Encabo Camarero

IES San Leonardo (San Leonardo)



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ARTE AUDIOVISUAL

1º Premio

Categoría B


"Machado y la otra pandemia"

Andrea Lerma Ortega, Andrea Martín Martín, Edith Gómez Martín, 
Marta del Barco Núñez, Natalia Hernández Fernández

IES Ramón y Cajal (Valladolid)

 
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2º Premio

Categoría B

Lidia Almajano Marrón, Álvaro Bastida Martín, Álvaro Delgado Sanz, Rubby Camila Díaz Castro, Héctor Josué Franco Aguilera, Nadia García Domínguez, Fernando Gonzalo Cid, Fabio Leandro Hurtado Arroyo

IES Antonio Machado 

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Categoría A


Categoría A

1º Premio 

"Naturaleza"

Irina Alonso de Luxán

Colegio Gredos San Diego (Moratalaz)


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2º Premio

Categoría A

José Luis Corredor Gociu

IES Castilla (Soria)


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POESÍA 


CATEGORÍA A

1º Premio

"Desolado Edén"

Alvaro Andrés Camacho

Colegio Gredos San Diego (Alcalá de Henares, Madrid)


De mi cuna agreste cubre la vil niebla
de umbría las solitarias montañas,
murallas escaladas por las miasmas
del pútrido cuerpo de mi tierra.

Oh perdida Arcadia de la meseta, 
corazón de lontanas viejas patrias,
corazón al que la ciudad dejó sin alma,
marcho por tus valles de augustas piedras.

Las Tierras Altas me aguardan regias.
Las sierras de sus brazos mi llegada
insolentes esperan, coronada
por un altivo Moncayo sus testas. 

A sus crestas trepado, su paisaje
invoca en mi ánima de un pasado tiempo
fantasmas que mi mente traicioneros
anegan en de recuerdos mares.

Prohibido contemplar mis lares,
me esculpo con sal el alma de viejo,
viejo atado a roídas labores de hierro,
viejo anacoreta de alma insalvable.

Urbión ya crece, apuñalando astrales
amantes en la tiniebla del cielo.
¡Oh, Leonor, rescátame de mi encierro!
¡Tiempo, retorna la vida a mis calles!



2º Premio

Rebeca García Silva

"La Pluma de la Esperanza"

IES San Leonardo (Soria)

La pluma de la esperanza

 

En Castilla está la dulzura

que entre encinas los pájaros cantan

lo que aquel señor en bajo murmura:

en los campos las liebres saltan.

 

En la altura de las montañas

soñar con poder escalarlas

y con muchas hazañas

llegar arriba y pensarlas.

 

Al escribir bonitos poemas

a la luz de la luna

con el brillo de las estrellas

mirando la bella fauna.

 

Por el día cantidad de flores

con barbaridad de olores

de las que sale el polen

como los vecinos de sus casas.

 

En la Laguna Negra, las ranas saltan

y del río Duero los peces nadan.

El querer de la naturaleza

y el decir de la esperanza:

 

Un día la verás, si bien esperas.

Dice la desesperanza:

sólo tu amargura es ella.

Late, corazón…No todo

se lo ha tragado la tierra.

 

Rebeca García Silva, 4º ESO




CATEGORÍA B

1º Premio

Manuel Amigo Alba

"Castilla"



Gloriosos campos antaño
En su grande y basto tamaño
Bañada toda ella por el Duero
Una vez más ansío verlo si pronto muero

Brisa de aquel dulce río
Que hoy hago de él todo mío
De agua lleno de Urbión a Oporto
Haciendo de cada tramo uno más corto

Traviesa a lo ancho Castilla
Sin parar, de villa en villa
Dejando atrás a aquellas gentes
De miradas indiferentes

Hojas secas que en el Duero caen
Aquellas que aire otoñal traen
Lluvias que alimentan el cauce
Aquel que cubre tan rico sauce

Al igual que calor trae
Que tormenta estival trae
Cuando el verano asienta
Y el vino solo alienta

¿qué es la vida sin esos campos
Sin horizontes llanos u ondulados
sin risas ni llantos
Sin naturaleza a nuestro lado?

Castilla
Aquella que siempre será mi destino
Aquella que si goza de camino
Entre sus gentes y calles
Como en sus tierras y valles. 






Desgraciadamente
tengo humo en mis pulmones
al pasar por grandes torreones,
que ensucian los rayos del sol
siguiendo el ritmo de una canción.
Me invade una gran tristeza
por la destrucción de finita belleza,
que desde nuestro florecer
es un lujo que dejaremos de ver.
En el inmenso y majestuoso mar
en basura podemos nadar,
que poco a poco iremos notando
los efectos de esta trampa mortal.
Somos peones reinando un tablero,
que viene a ser igual
que multiplicarnos por cero.
Desgraciadamente,
veremos como se derriban las cartas
de aire, mar y tierra
y acabaremos por ver
como este libro se cierra. 



TRABAJOS PRESENTADOS

POESÍA

Amada Tierra

 

En la abandonada Castilla

       se hallaba Soria.

Ciudad que como estrella brilla

haciéndote caer en su gloria.

Sus destacados paisajes te hacen sentir

que del mundo renaces.

Querida Soria, ¿qué tendrás?

que mi alma de tus brazos jamás saldrá.

 ¡Ay, mi Soria! Tú tan bonita

    y a la vez tan olvidada,

    llena de bonitos campos

que invaden colinas y sierras,

dejando a su paso pequeñas flores

sumergiendo los pueblos de olores,

recordando con ellos miles de sensaciones.

 

VÍCTOR DE LA CALLE ALMAZÁN , 4º ESO.

IES San Leonardo (Soria)

 

 

Añoranzas

Nuestra conversación fluía por la ribera del Duero,

donde el cantar de los pájaros

era casi inaudible por las carcajadas que soltaba mi nieta.

Allí me sentí rodeado por una sensación que me resultaba familiar.

El cristalino color del río,

me recordaba a las mañanas de verano

en las que mi padre me llevaba a pescar

cuando yo todavía era joven.

Después del copioso desayuno,

agarrábamos nuestras cañas y sedales,

y nos aproximábamos a la orilla.

Podían pasar horas y horas disfrutando de la tranquilidad del campo soriano.

¡Qué felices momentos!

Ahora mismo, daría cualquier cosa,

simplemente para volver a percibir esos sentimientos

que mi padre algún día me hizo sentir.

Me arrepiento de lo rápido que pasaron aquellos momentos.

Miro hacia atrás para pensar en todo lo que viví

y en el ciclo que he cumplido o pronto cumpliré.

Me doy cuenta de lo veloz que ha pasado todo

y de que los recuerdos buenos de verdad,

quedarán para siempre en nuestras memorias.

ALEXANDRU EDUARDO CAMPEAN, 4º ESO.

IES San Leonardo (Soria)

 


Campo de girasoles.

Me desperté y me asomé por la ventana,

y te miré, a ti,

pequeño campo de girasoles,

atrayendo al sol.

Haciendo que la primavera reluzca,

trayéndome con ello

recuerdos que yacían en mi mente.

Esas primaveras que pasaba en el pueblo,

recogiendo flores,

para llevárselas a mi abuelo,

o todas las tardes paseando en el campo,

mientras las pequeñas mariposas

revoloteaban a mi alrededor.

Aquellas mariposas,

con sus alas de colores,

todas ellas me hacían sentir viva.

Ahora, diez años después,

te sigo mirando,

observando cada una de tus preciosas flores.

Gracias pequeño campo de girasoles,

gracias por volver a crearme esa sonrisa,

la misma de cuando era niña,

quitándome el dolor que algún día llegué a sentir.

JOANE COSTALAGO ALONSO, 4º ESO.

IES San Leonardo (Soria)

 

MI DULCE SORIA.

Te echo de menos, y espero volver a encontrarte.

Te busco en cualquier sitio al que voy,

pero ninguno me proporciona esa felicidad,

no como tú lo hacías.

Fuiste mi casa, el fuego que calentaba mi corazón cada frío invierno.

Soria te quiero, a ti, a tus altos pinos y a tus maravillosos cedros.

Alzar la vista y apreciar tus colinas plateadas, lo añoro.

Busco refugio en la idea de ti, trato de mantenerme cerca,

pero me duele el alma.

No quería abandonarte, pero debo irme.

Un día a la semana te quiero, nueve te pienso, y doce te echo en falta.

Pequeña orquídea, ¿me recuerdas?

¿O de ver tantas caras diferentes no te acuerdas de la mía?

Siempre que te pienso, una lágrima recorre mis mejillas,

recordándome a ti, mi Duero.

Extraño verte, pasear por tu orilla hasta llegar a la ermita de San Saturio.

Quiero seguir compartiendo mis pensamientos con vosotros, álamos,

quiero pasear contigo de la mano, Leonor,

quiero apreciar la belleza del Moncayo,

una vez más.

ERICA ELENA BUIACU, 4º ESO.

IES San Leonardo (Soria)

 

 

TEMPUS FUGIT

Bosque de Soria

con su chopo afilado

con su río de gloria

con el buitre leonado,

ave notoria.

Y con su halcón espectante

por su liebre veloz.

 

Y no es secreto

que por el hombre

animal sin respeto,

con el paso de los días

y el discurrir del tiempo,

el sol amenaza

con un intenso calor.

 

Pronto, mucho menos,

el eco de las aves lugareñas

que ya no existen,

pero que una vez existieron,

no hay sombra del chopo ni río caudal,

ni la liebre elegante

ni el buitre leonado.

Y el halcón espectante

sin nada que espectar.

DANIEL HERRERO CÁMARA, 1º BACHILLERATO.

IES San Leonardo (Soria)

 

 

SORIA, QUE LINDA ERES

La tierra de Soria es árida y fría,

Al entrar el invierno quedan muchas casas vacías,

Esperando a sus dueños al llegar cálidos días.

 

Debido a la despoblación del mundo rural,

Las personas deciden emigrar a la capital.

 

Con lo que allí no contarán, es con nuestro aire puro ancestral,

De los campos de Castilla

Que Machado solía soñar.

 

El Duero sigue bañando su ribera

Sobre el camino a San Saturio

Junto con sus murallas viejas.

 

Tienen los paisajes sorianos mucha historia detrás,

De lo que ahora vemos en centenos y trigales,

O la cima del Moncayo cubierta de blanco en Catapanes.

 

Candelas García Modamio, 4º ESO

IES San Leonardo (Soria)

 

 

LA MELODIOSA MELODÍA

 

Llegaba el mes de julio y era un hermoso día.

Aquella melodiosa melodía

Sonaba y me enamoraba:

Los pájaros cantando y las cigüeñas volando estaban.

 

Las bellas flores a orillas del Duero estaban,

Cruzaba solidario el puro azul del cielo;

Las blancas nubes ya no estaban,

Reemplazadas por el amarillo radiante del sol,

Que a mí tanto me gustaba.

 

Verano se acercaba y Castilla se calentaba.

Los árboles hojas tenían,

Salvo algún día que tormenta había.

 

Llegaba la noche y la luna salía,

El sol se iba, con el canto de los pájaros.

El campo a oscuras quedaba,

Mientras la luna tarareaba

La melodiosa melodía que nunca más escucharía,

Ya que Machado ya no estaba, para iluminarme con su poesía.

 

Andjelo Yordanov Dimitrov, 4º ESO.

IES San Leonardo (Soria)



NARRATIVA

Un paseo primaveral

   Aquella mañana me desperté contenta porque levanté la persiana y hacía un sol de primavera y eso hacía que yo estuviera feliz. Abrí la ventana y oí el piar de los pájaros. Esas cosas me alegraban el día, porque eso significaba que llegaba el buen tiempo, el calor, y después, lo que más esperaba y disfrutaba, el verano.

   El cielo estaba precioso porque no se apreciaban apenas nubes y el sol resplandecía y daba un calor muy primaveral.

 Como era domingo decidí ir a dar un paseo, no sin antes desayunar en mi jardín acompañada del sol. Después, me puse mi ropa de deporte y mis gafas de sol, y salí en dirección al Cañón del Río Lobos. Cuando llegué, se podía ver a la gente disfrutando del bonito paisaje. Los niños jugaban y se les veía la sonrisa de cualquier niño pequeño disfrutando de simplemente algo tan sencillo.

    Entonces, decidí comenzar mi ruta. Empecé a andar con buen ritmo ya que ver la naturaleza cercana y que podía disfrutar, hacía que reflexionara y me tranquilizara pero a la vez me motivara.

     Me dirigí hacia la Ermita de San Bartolo porque era un sitio que me traía buenos recuerdos, ya que cuando era pequeña, el día de San Bartolomé, el 24 de agosto, iba con mis abuelos para hacer la ruta hasta la ermita.

Continué con mi caminata y, antes de llegar al destino final, decidí parar un rato para almorzar y descansar un momento. En el cielo se veían a los buitres sobrevolando y se respiraba un aire limpio y tranquilizador.

     Me puse a reflexionar un poco sobre todo en general y pensé una cosa: Tengo mucha suerte de poder disfrutar de estos entornos tan bonitos y del aire limpio que se puede respirar. Estoy muy agradecida de poder disfrutar de estas tierras de Soria que mucha gente no tiene la oportunidad de poder ver y apreciar sus detalles. Y de pronto, me acordé de una frase de Antonio Machado que mi abuelo repetía muchas veces: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Esta frase a mí me resultaba inspiradora.

    Después de esta breve pausa, retomé mi camino. Al fin llegué a la ermita y allí, me senté en el campo y después fui a ver la ermita porque hacía años que no entraba allí. Me trajo nostalgia el recordar buenos tiempos en los que visitaba aquel sitio con mi familia. Un rato más tarde, decidí salir y retomar mi camino de vuelta a casa. Poco a poco fui alcanzando San Leonardo, mi preciado pueblo y el que admiraba con mucho cariño, ya que había vivido toda la vida allí. Con un poco de esfuerzo conseguí llegar al parking, donde había comenzado mi ruta. De pronto, me di cuenta de que no podía irme a casa sin antes haber visitado el Puente de los Siete Ojos. Fui hasta él y allí había mucha gente haciéndose fotos. Entonces, decidí volver a casa después de aquel largo pero bonito paseo, el cual había disfrutado mucho.

LEIRE MARTÍNEZ ALBONIGAMAYOR, 4º ESO.

        IES San Leonardo (Soria)


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Vista de unas tierras.

 

                           “Es la tierra de Soria árida y fría.
                            Por las colinas y las sierras calvas,
                            verdes pradillos, cerros cenicientos,
                            la primavera pasa
                           dejando entre las hierbas olorosas
                            sus diminutas margaritas blancas. “

   Estas eran los versos que mi abuela recitaba un día tras otro, y es gracioso para alguien que no lo puede ver, pero solo con oír esas palabras podía imaginarme todo lo que estaba a su alrededor. Mi abuela suele ser muy precavida conmigo e intenta que no salga solo por los campos de Castilla, pero yo quiero, quiero ver todos esos lugares de los que ella me habla: los verdes bosques, los ríos fríos, los campos extensos.    

 

    Yo antes vivía en la ciudad con mi madre y mi abuela, pero por diferentes circunstancias mi madre se fue y vine aquí, a Soria. Al principio, pensaba que iba a vivir en un pueblo cualquiera, diferente a donde vivía anteriormente, conocería nuevos amigos y jugaría a juegos con ellos. También vine con mi abuelo que estaba en una residencia en Madrid porque tiene algunas enfermedades y en mi casa nadie se podía hacer cargo de él.

    En el viaje se veían montañas, bosques, paisajes muy diferentes a lo que estaba acostumbrado a ver en el centro de la ciudad. De vez en cuando se veía algún coche pasar o algún halcón apoyado en los cables de electricidad. El viaje fue largo, pero a la vez sorprendente. Por fin llegamos, aparcamos el coche en una zona llena de piedras, cogimos las maletas y nos dirigimos directamente a nuestra casa, una casa antigua, con persianas tejidas artesanalmente y unos sillones bastantes arcaicos. La casa no era muy grande, pero en el salón se podía observar una enorme estantería con libros de todo tipo. Mi abuela instaló a mi abuelo en la habitación y organizó el equipaje mientras yo seguí asombrado viendo aquel laberinto de libros, unos encima de otros. Cogí uno cualquiera, uno de los que podía llegar y me senté en el sillón. Quité un poco el polvo sacudiéndolo con la mano un par de veces. Se titulaba: “Poemas de Antonio Machado” y con un pensamiento en voz alta me pregunté quién era ese tal Antonio Machado. Enseguida mi abuela entró al salón y se sentó al lado mío y me lo explicó. Pasé los siguientes días leyendo algunos de estos poemas antes de ir a dormir. Y  anoche, cuando dormía, me vino un pensamiento sobre qué  hacían todos estos libros aquí y por qué vinimos aquí en concreto, pero el pensamiento me pesaba y junto a él los ojos se me iban cerrando.

     Mi abuelo enfermaba cada día más hasta ese fatídico amanecer en el que él nunca más se despertó. Mi abuela y yo cogimos sus cenizas y las esparcimos a orillas del Duero. Me pareció asombrante los paisajes que me rodeaban y mi abuela me prometió, entre lágrimas, que me llevaría a ver todo aquello que inundaba las tierras de Soria. Al despertar me costaba ver, sentía como si una nube de vapor me impidiese ver con claridad.           Suponía que con el tiempo se pasaría y así fue porque nada más levantarme al día siguiente ya veía otra vez normal. Contento bajé a ver a mi abuela y a pedirle por favor que me llevase a ver los campos que me había prometido ver, pero estaba cansada y no le apetecía, pero bueno ya iría, o eso creía. Nada más despertar al día siguiente intenté levantarme de la cama, pero estaba muy cansado, como si estuviera atado con unas cuerdas a la cama.

     Por fin logré poner un pie sobre el suelo, pero lo que creía haber desaparecido volvió, y fue aún peor, no podía distinguir los objetos de casa y veía resplandores que venían acompañados de un pequeño pinchazo. Preocupado llamé a mi abuela y me agarró del brazo y me ayudó a subir al coche para ir al hospital de Soria. Era extraño sentir que había vuelto a ir por el camino por donde vine, pero ya no veía aquellos campos. Supongo que ya no podría ver todo lo que mi abuela me prometió. Yo lloraba por las noches y al apagar la luz solía tocar el libro. Me preguntaba todo lo que haría a partir de ahora, como sería mi vida y por qué el tiempo me arrebataba todo. Sentía un aire frío que entraba por mi ventana y me imaginaba las tierras de Soria de las que mi abuela me hablaba para que no olvidase nada.

    A partir de estos días no levantamos cabeza, todo era más difícil pero mi abuela me dijo que ella me llevaría a esos campos. Un día vino a mi habitación y me ayudó a bajar las escaleras y subir al coche, el trayecto duró unos treinta minutos. El coche paró y  mi abuela abrió la puerta, me dio la mano y junto a ella subí a una colina cuyo pico era un gran molino de viento, o eso me decía mi abuela, y una vez ahí me dijo:” Todo lo que has leído, todo lo que querías ver, de lo que te he hablado, y lo que te he prometido está aquí” Tragué saliva y sobre la marcha iba imaginando los verdes prados, los ríos que atravesaban los bosques, los árboles que daban sombra, los niños jugando, porque yo me imaginaba Soria tal y como era. Al fondo había una casa, en el porche estaba una mujer, con su madre, su padre y un niño que podía ver, era mi familia. Entonces, una lágrima recorrió mi cara hasta caer y chocar contra mi mano, y te juro que soñé despierto, porque fue lo más bonito que vi.

SAMUEL MORALES MOLINERO, 4º ESO.

IES San Leonardo (Soria)


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DULCE PUEBLO

Casi toda mi vida la he pasado en el pueblo, sitio en el cual un sentimiento de nostalgia viaja por mi cuerpo, ya que hace exactamente siete años que dejé el pueblo para seguir mis sueños, aunque me costaría perder un trozo de mí mismo de aquel lugar alejado de la sociedad que tanto añoro.

A veces pienso en cómo era mi vida antes de crecer tanto; me arrepiento tantas veces de no haber apreciado la vida y mi infancia en el pueblo: aventurarse en el bosque, nadar en las frías aguas del río, intentar trepar una encina, atrapar sapos… Al ir creciendo te vas dando cuenta de las pequeñas cosas de la vida.

Hace siete años que vivo en Madrid. El cambio es demasiado grande, ya que pasas de un lugar donde el tiempo transcurre lentamente y con tranquilidad, a un ambiente en el cual el tiempo pasa tan rápido y es sofocante.

Cada vez que puedo voy al pueblo, siento como si fuera mi medicina contra la ansiedad que me trae la vida ajetreada de la gran ciudad, ya que la naturaleza y el silencio, mezclado con los ruidos emitidos por los animales, y el agua del riachuelo que pasa junto a mi casa me reconfortan. Aunque la soledad del pueblo me entristece mucho, ya que solo queda gente mayor y algunos gatos. No hay casi gente joven por las calles, a excepción de los meses de verano.

Siento tristeza por las personas mayores que están en el pueblo, ya que siento que mi destino y el de algunos será estar en el mismo lugar que ellos, ver la vida avanzar tan rápido y ver como muchos pasan a mejor vida.

Pienso mucho en mis antiguos amigos o compañeros de instituto con los que compartí tantos años juntos: algunos tienen familia, buenos trabajos o viajan por el mundo. Otros desaparecieron del mapa, otros acabaron mal, y alguno que otro sigue por el pueblo. Pero ya casi no hablo con ellos. Ya no es lo mismo, todos hemos cambiado demasiado.

Mi madre falleció hace un par de años y eso me obligó a dejar de ir durante periodos largos de tiempo a casa, ya que cada rincón de aquella vieja casa me recordaba a ella. Mi padre falleció cuando yo era pequeño. La única familia que me queda son algunos tíos y primos lejanos.

A mi madre le gustaba viajar, sobre todo viajar a sitios poco conocidos. Pero uno de sus destinos favoritos era ir a las orillas del Duero, sobre todo en verano. Ver a las aves recorrer los cielos, los olores del tomillo y el romero inundando tu olfato, los montes, los campos llenos de fruta; mi madre solía leerme a la sombra de un roble libros de poesía, sobre todo de su autor favorito: Antonio Machado. Algunas veces iba a aquel lugar para salir del pueblo o de la ciudad.

Verano. Para mí la mejor estación del año; periodo del año donde la gente que vive en las ciudades vuelve. La juventud y la alegría vuelven a reinar en el pueblo y esto me saca una sonrisa. Pero después llega el momento de volver a la rutina del trabajo, y la despedida del pueblo hasta dentro de varios meses. Hasta entonces no volveré a mi casa. Echas de menos la naturaleza, la gente, el ambiente y la tranquilidad. Pero siempre volveré donde yo crecí: a mi dulce pueblo.

 

Sabina Peñaranda Laffita, 4º ESO

IES San Leonardo (Soria)



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Natura

 

Brotas derecha o torcida
con esa humildad que cede
sólo a la ley de la vida,
que es vivir como se puede.
El campo mismo se hizo
árbol en ti, parda encina
.

La naturaleza en si es otro mundo, de vida ínfima como la nuestra, sin embargo, no la tratamos como se debería. Los verdes parajes que nos rodean son sin duda sensacionales, la arboleda que tan desnuda se halla en otoño y que tan majestuosa se ve en primavera, cada ciclo renace como el ave Fénix para terminar su función de forma grácil. En GSD de Buitrago la naturaleza está tan presente como la vida misma, mirando por la ventana, aún ensimismada, observé cómo las flores iban floreciendo a medida que avanzaba el tiempo.

            Me dio que pensar, un pequeño ser vivo que sin duda está en la cadena alimenticia de muchos animales y que es comúnmente destruido por el ser humano, pero sigue creciendo con entusiasmo, mostrando todo su esplendor y belleza al mundo, tan despreocupada… tan viva. La naturaleza es tan importante en nuestro ciclo de vida que deberíamos estar tan agradecidos con ella como con nuestra madre por darnos la vida, dependemos de ella como principal pilar de nuestra existencia, nos proporciona el aire con el que es posible que nosotros sigamos con vida.

             ¿Alguna vez han visto ustedes el frágil aleteo de una mariposa? Es único, un simple gusano de seda se convierta en pura belleza. Antonio Machado, gran poeta, demuestra con esa habilidad para plasmar lo más bello en el papel la armonía que se respira en un lugar natural, aún sin mancillar por edificios o zonas artificiales para el ocio, demuestra lo compleja que es realmente la naturaleza ya que hasta la última brizna de hierba tiene su función en el ecosistema. Te cala tan hondo que un ser aún con sus imperfecciones sea tan perfecto…

Cada vez hay menos bosques, tal parece que todos quieren tener una parte de él en forma de escritorio o silla de comedor con la que adornar la sala. Ahora la gente intenta concienciarse de que hay que cuidar al ecosistema natural, hacen excursiones al campo en las que dañan más que benefician, lo ensucian todo con plásticos, colillas y restos no reutilizables.  ¿Eso es concienciarse? Por una noche de diversión llegan a incendiar bosques enteros y aún así parecen no darse cuenta de la realidad. La naturaleza se está marchitando cada vez más, se muere a cada paso que avanzamos, un lugar tan tranquilo se llena de destrucción a medida que nuestros avances significan deforestar, contaminar o envenenar. Los químicos nunca llegarán a ser naturales por mucho que lo diga el prospecto.

Toda moraleja tiene su historia, esta es la mía;

En algún lugar del Reino del Viento, se encontraba un pequeño pueblo llamado Natura, en él habitaban los seres más bellos que jamás han existido, una fauna tan impresionante que es inefable. En el pueblo todo era armonía y paz, los forasteros que llegaban siempre se iban con una sonrisa en la cara, tal era la felicidad trasmitida que había personas que se quedaban a vivir para siempre allí.

 Un día como cualquier otro, llegaron a Natura varias personas que se habían perdido, les ofrecieron cobijo y comida además de enseñarles todo lo que allí era importante para ellos, sin embargo, los forasteros Lana y Cosmo no lo valoraron como todos los demás, en el final de la ruta guiada les enseñaron La Rosa Eterna, era la rosa que les daba todo el bienestar que había, era la que hacía que los paisajes tan bellos que se encontraban allí no perecieran.

            Rápidamente Lana le propuso o Cosmo robarla esa misma noche, si era tan majestuosa como ellos afirmaban quién sabe qué podría hacer en Trevelian. Llegaron las doce de la noche y todo el mundo estaba en brazos de Morfeo. Lana fue la primera en actuar, se levantó sigilosamente con Cosmo detrás y se dirigieron al bosque encantado, una vez allí, esquivaron a los guardias y llegaron hasta la vitrina en la que estaba la rosa, se la llevaron y escaparon del pueblo entre carcajadas. Una vez llegaron a Trevelian enseñaron su hallazgo a todo el pueblo hasta que estallaron en gritos y exclamaciones por la hazaña que esos dos simples pueblerinos acababan de hacer. La colocaron en una vitrina de cristal reforzado para que todo el mundo la viera.

Pasó el tiempo y en Trevelian la flora florecía y los animales que nunca se paraban a pasar la primavera empezaron a quedarse durante todo el año, sin embargo, un poco más lejos estaba Natura, fría y triste por haber perdido la rosa que les mantenía con su alegre y armoniosa vida. Las flores se marchitaron, los animales abandonaron el pueblo y los forasteros que llegaban se iban al pueblo vecino por miedo a que la tristeza y la desesperanza que había en el pueblo les alcanzase, algunos habitantes decidieron emigrar a un reino lejano para olvidarse de la desdicha que era su vida. Natura se sumergió en un invierno eterno del que nunca más logró salir.

 

Esta es una realidad que se podría aplicar a nuestro mundo a la perfección, tomamos lo que queremos sin respeto alguno, sin evitar causar sufrimiento a lo que consideramos inferior y nosotros. Lo destrozamos todo y nos desplazamos a otro lugar en el que poder seguir cogiendo todo cuanto queremos, al final sumiremos a la fauna y a la flora en un invierno gélido y pesimista del que no la podremos sacar.

Yo sigo teniendo una ilusión, una chispa de esperanza. Algún día seremos conscientes de la belleza natural de la naturaleza y haremos algo para poder cambiarlo todo, para que la naturaleza deje de sufrir y de marchitarse, para tener una primavera eterna, sin inviernos desoladores ni veranos devastadores.

Laura Altagracia Acosta Pérez

Colegio International School Buitrago (Buitrago de Lozoya, Madrid)