Miguel Ángel Baamonde es uno de los grandes machadianos defensores de la figura de Leonor, su último libro Leonor. Memoria de la niña esposa, es una biográfia de la esposa de Antonio Machado. En este artículo reafirma su tesis de que Leonor es el único y verdadero amor de Antonio Machado.
GUIOMAR, GUIOMAR…
NUEVAS NOTAS PARA UN MEJOR CONOCIMIENTO DEL APÓCRIFO FEMENINO
En el mes de Agosto del pasado año se celebró, los días 23-25, en la
Universidad Internacional Menéndez y Pelayo un Encuentro sobre
la figura de Pilar de Valderrama, patrocinado o propiciado por su nieta Alicia
Viladomat; del mismo todavía ignoro, pues no sé si han sido publicados los
resultados a los que en dicho Encuentro se llegó, pero alguno
de sus puntos sí es conocido a través de algunas publicaciones que se han hecho
eco del mismo. Así, el diario El Periódico, en fecha 25-VIII-17, y
correspondiendo con el último día de las mencionadas reuniones, dice lo
siguiente como resumen al que han llegado los participantes: Todos han
reivindicado la figura de Pilar de Valderrama como escritora y han lamentado
que fuera una mujer con un perfil “ensombrecido”[1] por
Antonio Machado.
¿Qué han querido decir
los participantes del encuentro con esa expresión tan singular, como es la
palabra ensombrecido? ¿Qué ha perdido vigencia la
figura literaria de Pilar de Valderrama a causa de su personal conocimiento de
Antonio Machado? ¿Qué la equiparación entre ambas obras perjudica la de la
poetisa[2]en
favor de la del poeta? En cualquiera de los dos casos, el término está de más,
y por motivaciones tan ajenas a la obra de ambos como lo fue la pretensión de
la poetisa al querer elevarse a la categoría de musa, con nombre propio, del
poeta.
Ensombrecido es el participio del verbo
ensombrecer: cubrir de sombras; en otras palabras, ocultar y
oscurecer[3];
restarle valor a algo en beneficio de otro, tratando de empequeñecerlo con el
fin de que no haga sombra a lo que tiene al lado. ¿Y es este, en realidad, el
caso de Pilar de Valderrama? Indudablemente la pretensión queda muy lejos de la
realidad, rehuyéndola, ya que la ensombrecida figura de
la poetisa lo estaba con anterioridad por su propia obra, motivo por el que
busca el apoyo de Antonio Machado para así poder escalar esos puestos que la
llevarían a igualarse con él y otros valores literarios del momento.
Conviene siempre en
este tipo de trabajos buscar un punto de partida desde el cual continuar por el
camino que la observación y la crítica pretenden, y si queremos llegar al final
propuesto, esto es, al fondo de esa verdad que nadie pudo llevar a cabo con
anterioridad, por falta total de medios para realizar un estudio profundo de lo
que muchos consideraron impostura mientras que otros se aferraron al
descubrimiento sin más, como una aportación deslumbrante en la vida y en la
obra de Antonio Machado, es preciso ahondar en las intenciones que llevaron a
cabo a Pilar de Valderrama a la pretendida opción de musa
última del poeta.
Ahora, transcurridos
los años y disponiendo de documentación entonces inexistente o distorsionada
por la propia interesada en mantener ese aire de misterio en el que persistió
durante algo más de medio siglo, resulta más factible un acercamiento a la
realidad de los hechos. Porque Pilar de Valderrama estaba olvidada, (podría
decirse que bien olvidada), pues salvo aquellos más cercanos a
ella, nadie recordaba una obra tan gris, poéticamente hablando, como la que
dejó en los pocos libros publicados y en la única obra de teatro conocida,
nunca llevada a escena, a pesar de los esfuerzos y azacaneos del “enamorado”
para que algún director teatral de entonces se fijase en ella. Basta traer a
colación unos cuantos datos, comenzando por los recuerdos que un memorialista
como Cansinos Assens aporta, así como los que el propio Antonio Machado deja
traslucir en algunas de sus cartas, limpias ya de manipulaciones interesadas,
cortes e incluso intentos de hacer desaparecer determinados fragmentos, gracias
a la meritoria labor llevada a cabo por el hispanista italiano Giancarlo
Depretis en su pulcra edición de dicha correspondencia[4].
Así pues, como inicio,
el retrato de la poetisa vista por el mencionado Cansinos: En los
viernes de Concha Espina[5] conozco
a algunas escritoras más bien deleitantes
—como se dice ahora— que hacen literatura por puro placer, al margen de todo profesionalismo[6], pues socialmente son grandes señoras. / Una de ellas es Pilar de Valderrama, una mujer que pasa de los treinta, casada y madre de familia, para continuar algo más adelante: Pilar (sic: de) Valderrama es una mujer morena, de tipo semítico, con grandes ojos pasionales y toda ella llena de un exceso de ardor que desfoga en el arte. Ha publicado ya dos libros…, marcando el final del retrato con una curiosa expresión de la novelista santanderina: —¡Todas tienen su librito!… comenta irónica y picada Concha Espina que no ve con mucha simpatía a estas opulentas rivales[7]. Alta burguesía; este es el dato concreto que la distingue y el más significativo para comprender la distancia que ella misma marca entre su persona y la del poeta, que explica con claridad diáfana su comportamiento, tanto en la correspondencia como en los encuentros en lejanos cafés o en recónditos parques; porque hay que señalar que Antonio Machado, a pesar de tener ella misma su día semanal de reuniones y un pequeño teatro que acogía a sus amistades en las temporales representaciones, y la respetada figura que suponía el poeta, nunca fue su invitado. ¿Les bastaba a ambos el continuado intercambio de cartas y los encuentros esporádicos? Es posible que así sea, y no existe motivo que descarte tal posibilidad; tampoco, naturalmente, lo contrario. También la aportación epistolar de Antonio Machado arroja algunas luces al respecto; escribe, por ejemplo, el 12 de Enero de 1929, apenas iniciada su relación: Mañana a las doce iré a nuestro café con la esperanza de verte, para añadir seguidamente: Pasé por el Parque. No vi a mi diosa. Estaban echadas las persianas de los balcones. Esto quiere decir —pensé— que mi reina no aparecerá, continuando al día siguiente, sábado: Vuelvo de nuestro café donde he estado esperándote hasta las dos…[8], citas que podrían espigarse en algunas más de estas cartas, pero supongo que con esta única muestra es más que suficiente para lo señalado.
—como se dice ahora— que hacen literatura por puro placer, al margen de todo profesionalismo[6], pues socialmente son grandes señoras. / Una de ellas es Pilar de Valderrama, una mujer que pasa de los treinta, casada y madre de familia, para continuar algo más adelante: Pilar (sic: de) Valderrama es una mujer morena, de tipo semítico, con grandes ojos pasionales y toda ella llena de un exceso de ardor que desfoga en el arte. Ha publicado ya dos libros…, marcando el final del retrato con una curiosa expresión de la novelista santanderina: —¡Todas tienen su librito!… comenta irónica y picada Concha Espina que no ve con mucha simpatía a estas opulentas rivales[7]. Alta burguesía; este es el dato concreto que la distingue y el más significativo para comprender la distancia que ella misma marca entre su persona y la del poeta, que explica con claridad diáfana su comportamiento, tanto en la correspondencia como en los encuentros en lejanos cafés o en recónditos parques; porque hay que señalar que Antonio Machado, a pesar de tener ella misma su día semanal de reuniones y un pequeño teatro que acogía a sus amistades en las temporales representaciones, y la respetada figura que suponía el poeta, nunca fue su invitado. ¿Les bastaba a ambos el continuado intercambio de cartas y los encuentros esporádicos? Es posible que así sea, y no existe motivo que descarte tal posibilidad; tampoco, naturalmente, lo contrario. También la aportación epistolar de Antonio Machado arroja algunas luces al respecto; escribe, por ejemplo, el 12 de Enero de 1929, apenas iniciada su relación: Mañana a las doce iré a nuestro café con la esperanza de verte, para añadir seguidamente: Pasé por el Parque. No vi a mi diosa. Estaban echadas las persianas de los balcones. Esto quiere decir —pensé— que mi reina no aparecerá, continuando al día siguiente, sábado: Vuelvo de nuestro café donde he estado esperándote hasta las dos…[8], citas que podrían espigarse en algunas más de estas cartas, pero supongo que con esta única muestra es más que suficiente para lo señalado.
En una palabra, toda
esta relación se desarrolló con el mayor secreto, siempre por parte de la
interesada en mantenerlo[9],
pues Antonio, ya viudo y con mayor edad, no tenía razón alguna para ocultarse.
¿El temido “qué dirán”? ¿Las convenciones sociales? Todo tiene cabida
sin encontrar una respuesta definitiva y razonablemente explicable. Queda por
añadir a todo lo anterior una nota negativa de la propia Pilar. Antonio Machado
se llevó con él el secreto, respetando así lo que la propia Pilar exigía, secreto
que alguno de sus hermanos, especialmente José, pudo intuir sin llegar a
aprehenderlo en su totalidad; dadas las circunstancias que rodearon aquellos
primeros años de la posguerra, Pilar, como muy acertadamente señala Pablo de A.
Cobos, si quería ser fiel a la memoria del enamorado, podía optar por tres
salidas: a) Conservar en la intimidad estas cartas salvadas de un holocausto de
fuego un tanto discutible, como homenaje al enamorado y a sí misma, al igual
que otras supieron hacer, dejando a la hora de su muerte instrucciones sobre el
destino de las mismas o el buen decidir de sus herederos; b) Integrarlas en un
todo autobiográfico, como formando parte de su propia existencia y homenaje al
poeta que la supo admirar; y c) Editándolas tal cual en una edición homenaje al
poeta, al tiempo que crítica y comentada, sin injerencias ajenas y menos
dándolas a conocer con formato de novelita rosa en la que la protagonista
oculta celosamente su identidad[10].
Como ninguna de tales opciones fue llevada a cabo, sino que dejó claramente
manifiesto su afán de pasar al recuerdo, no por sus propios valores —en cuyo
caso no hubiera necesitado recurrir a la opción tomada—, sino por los derivados
de persona que ya no podía protestar, ni por sí mismo ni por intervenciones
cercanas o familiares, el acto de la publicación de la correspondencia
conservada y la forma de llevar a cabo la misma, no solo desvalorizan la figura
de la poetisa sino que la desacreditan como ese amor sublime último
del poeta; lo único que pretendió ser para escalar esas alturas a las que por
sí sola nunca podría haber llegado.
Y como punto final, ya
incuestionable, la inexacta correlación entre el conocimiento entre ambos en el
escenario de Segovia, dadas las fechas del mismo y las de los trabajos
machadianos publicados años antes que significativamente señalan quien es en
realidad Guiomar y las motivaciones de su creación. Porque si él conoce a
Pilar, tal y como todos y ella misma señalan, en 1928, Antonio publica en 1926,
y en la prestigiosa revista de Ortega Revista de Occidente la
primera entrega de su De un Cancionero apócrifo, finalizada con
un continuará que solo tuvo lugar algunos años después, y es
en estos escritos donde Abel Martín, su apócrifo más relevante, expone, de una
forma un tanto confusa —la ideología de Abel Martín es, a veces, obscura, lo
inevitable en una metafísica de poeta, donde no se definen previamente los
términos empleados[11]—
el camino que le ha señalado el descubrimiento filosófico del Otro, esa entidad
un tanto fantasmal, que desde el principio de los tiempos nos ha acompañado en
todo momento y que es actualmente una de las grandes cuestiones filosóficas, en
nombres tan representativos como Heidegger o, en menor escala, Sartre[12];
búsqueda que desemboca en el hallazgo de Guiomar. Por otra parte, y de acuerdo
con lo postulado por Pablo del Barco en su trabajo: Guiomar, el
apócrifo femenino de AM[13],
en el que, tras muchas aportaciones de peso en torno a la diferenciación entre
una y otra, concluye de forma tajante, reafirmando la distancia entre la
poetisa y las últimas composiciones de las Canciones a Guiomar,
únicos borradores que por el momento han llegado a conocimiento general: Estos
poemas —se refiere a los correspondientes a la segunda entrega—, en
el folio 200 vuelto del cuaderno manuscrito (según una numeración que no es de
AM), están en la página que antecede (folio 201 según la misma numeración) a
una serie de estrofas de “Proverbios y cantares”, —(numerados XIX, XIX tachado
y superpuesto XX, XX otra vez, XXI, XXII, XXII tachado y XXII tachado)—,
escritos entre 1917 y 1918, incluidos en la edición de Nuevas Canciones (y
aquí hay una nota, la 42, que remite a una numeración equivocada, nota 43, en a
que hace alusión a los mencionados Proverbios y cantares correspondientes
a su última obra poética mencionada). En este caso la presencia de
Guiomar antecedería en 10-11 años al encuentro primero entre
PV y AM[14].
Con lo antedicho queda
claramente puesto de manifiesto, por un lado el error cronológico en el que cae
Pilar de Valderrama, al tiempo que señala la escasa, por no decir nula,
atención que presta en todo momento a su poeta, al que, no obstante, tiende a llevar
a su propio campo, sin apercibirse de las ideas personales, éticas y políticas,
de Antonio Machado. Y aquí podría introducirse una pregunta, muy posiblemente
tendenciosa pero justificada; sabemos que Pilar de Valderrama pertenece a la
alta burguesía madrileña y que como algo normal en ella, es católica
practicante y con mucha posibilidad de ser también creyente; lo que no queda
tan claro, y ella no clarifica en sus apuntes memorísticos, es lo concerniente
a su formación intelectual, pues Ortega le resulta vano y presumido, tirando un
tanto a espeso y con toda posibilidad autores como Unamuno,
Baroja, Joyce o Proust quedasen totalmente alejados de su mundo circundante. De
ser así (y no existen pruebas en contra que lo rebatan; tampoco, hay que
confesarlo, favorables a lo afirmado) ¿cómo iba a comprender las sutilezas
políticas, filosóficas o éticas —no confundir en ningún momento con las morales
de su conducta— que respiraba en todo momento Antonio Machado, al que hay que
reconocerle el esfuerzo de acomodar su forma de ser a la de Pilar, restándole
importancia a sus personales actuaciones —y fácilmente podía ella haberlo
deducido de sus lecturas— o incluso a los panfletos revisteriles de la derecha
más fascista que ella le prestaba ¿quizá para convencerlo de lo equivocado de
su posición política?; sería conveniente remitir a algunos de sus juicios en
las cartas dirigidas a ella, como cuando le escribe en respuesta al préstamo
que Pilar le hace de una revistilla nueva de la extrema derecha y que debía
gozar de una determinada aceptación entre el grupo social en el que se
mueve: Leí por tu consejo, “La Conquista del Estado”. Es un
periodiquillo sin importancia, escrito por unos cuantos jóvenes que no saben lo
que quieren ni lo que dicen. Por un lado simpatizan con Mussolini y el fascio
italiano, por otro con la Revolución rusa. Eso no es nada ni tiene la menor
trascendencia. Si vas a Francia algún día, verás allí cientos de publicaciones
mucho más atrevidas que esa, aunque no tan estúpidas y que no
logran inquietar a nadie[15], seguido
de puntos suspensivos entre corchetes, que según el transcriptor señalan la
correspondiente parte mutilada y perdida[16].
O sea, a medida que se
avanza en esta recopilación de hechos y motivos se va perfilando una Pilar más
en contradicción con él, causa y motivo, de la difícil interpretación de
relación y correspondencia entre ambos. Que ésta es algo innegable y por ello
absurdo el negarlo, es a todas luces manifiesto, y que forma parte de las
biografías de los dos, so pena de caer en el absurdo no puede rechazarse. Lo
que sí es rechazable y, por lo mismo y hasta ahora tan polémico como
problemático, es esa adjudicación que la poetisa lleva a cabo con la
publicación del libro de Concha Espina[17],
aunque lo rechace más adelante tal y como deja bien claro en sus, como ella
misma reconoce, mal pergeñadas memorias[18]: Concha,
no me dio a leer el libro mientras lo preparaba y cuando ya impreso lo tuve
entre mis manos, quedé defraudada. Pero no la comuniqué mi decepción. Ya ¿para
qué?[19] El
párrafo asombra, pues cualquier lector más o menos avezado en busca y rebusca
de datos se da de inmediato cuenta del engaño o de la mentira; la propia Concha
Espina manifiesta en su trabajo que ella no fue dueña, en ningún momento, de la
correspondencia que inserta e incluso transcribe en formato facsimilar en el
apéndice, dato confirmado por su hija en la biografía que la dedica[20].
A favor de nuestra tesis hay que contar con la figura de Don César, personaje
un tanto enigmático y guía tutelar, como ella misma afirma, del camino a seguir
en su novelita, y clarísima representación —así lo deja entrever— de la oculta
maniobrera Pilar de Valderrama.
Pero las
confirmaciones frente a la falsedad sostenida por Pilar de Valderrama no se
reducen tan solo a estos datos externos; hay más, naturalmente, en la prosa y
la poesía de Antonio Machado que contradicen la afirmación de la poetisa como
Guiomar y pretendida última musa del poeta o amor sublime de última hora.
Siguiendo a Pilar en su memorial, esta afirma rotunda y con certeza que no
admite discusión que Antonio en esos últimos años en los que la guerra los
distanció —otra falsedad, pues fue ella la que marcó la distancia al “rogarle”
que no volviesen a verse a partir de 1933 o 1934, dada la inseguridad que se
vivía en Madrid—, él continuó “adorándola” y componiéndole canciones y poemas
inolvidables, todo lo cual guardó él como un tesoro en el famoso maletín que
como único equipaje tuvo que abandonar en su último y lamentable éxodo: Yo
tengo la certeza de que Antonio llevaba en sus escritos últimos
algún recuerdo mío
—cartas, versos, fotografías, ¿qué fotografías?— ¿A dónde fue a parar todo ello? ¿No resulta excesivo ese tengo la certeza, si se está hablando de un escaso equipaje, dadas las circunstancias de la salida de Madrid y el número de familiares que lo acompañaron?
—cartas, versos, fotografías, ¿qué fotografías?— ¿A dónde fue a parar todo ello? ¿No resulta excesivo ese tengo la certeza, si se está hablando de un escaso equipaje, dadas las circunstancias de la salida de Madrid y el número de familiares que lo acompañaron?
De lo anterior debería
poder afirmarse con certeza —si ello fuese posible— que ese
escaso equipaje fue perdiéndose a lo largo de los tres años de guerra, quedando
reducido, por la parte que corresponde a Antonio, a un pequeño maletín donde
habría tratado de conservar algunos recuerdos personales; ¿cuáles? Eso, de
momento, nadie puede hacerse responsable de una afirmación tan definitiva, dado
que hay que considerarlo lamentablemente por perdido —y ¡ojalá! en algún
momento alguien comunique que el mismo obra en su poder a través de quien lo
hubiese recogido del camino —si es que alguien lo hizo—, pues lo poquísimo que
se sabe es lo recogido testificalmente por los pocos acompañantes en su último
viaje, y del cual ella —¡y solo ella!— tiene referencia cierta de su contenido,
aun habiendo recibido la noticia de esa salida de España tan diferente a la
suya, con un retraso de fechas, a través de testimonios presenciales o
artículos recordatorios de aquel ir hacia la nada más absoluta; nada
equiparable, bajo cualquier punto de vista que se adopte, a la temprana “fuga”
de la familia Martínez Romarate hacia Portugal con amplio equipaje en el que
figuraban las joyas familiares y alguna que otra vestimenta poco apropiada,
dadas las circunstancias en que se realizó dicho viaje a Portugal.
Lo cuenta la propia Pilar, añadiéndole matices negativos, quizá para equilibrar
su fuga, ya que se llevó a cabo meses antes —Abril— del fallido
intento de golpe de Estado, exagerando a todas luces las tintas negativas del
viaje: Hicimos el viaje en el Lusitania Express. (Tren de lujo
muy similar al famoso Orient Express.) No puedo silenciar el mal efecto
que nos produjo la llegada a la frontera donde los aduaneros españoles nos
hicieron un registro vergonzoso, casi desnudándonos las matronas, abriendo los
termos y cuanto llevábamos. A mi madre política, que se peinaba con un gran
moño se lo deshicieron. A pesar de todo, yo logré sacar mis joyas
escondidas entre las cremas de tocador ¿no registraron estas?;
no las quise dejar en el Banco, afortunadamente, ya que luego tuve que vender
algunas para poder sobrevivir[21]. ¿Qué
pretende Pilar al contar lo anterior y equipararlo, líneas o páginas más
adelante, con lo vivido por Antonio Machado?; si se tiene en cuenta que los
agentes de aduana actuaron siguiendo la ordenanza que regía en esas fechas y no
existía motivación anormal que acentuase su celo profesional; que en el
equipaje —y ella misma lo cuenta— figuraba entre otras ropas un esmoquin que
estrenó su hijo en Año Viejo en el Club de Estoril, que muy posiblemente esa
venta de joyas no llegó a ser necesaria dado que lo más racional para ellos era
haber transferido antes del viaje todo o parte del capital, como hizo la
mayoría de los que viajaron al extranjero con antelación al golpe militar, como
fue su caso, y que la descripción anterior y las referencias a las miserias que
pasaron no tiene parangón con lo ocurrido a Antonio Machado, dado que su marido
fue prontamente captado por Radio Club Portuguesa como traductor y posible
comentarista de las noticias procedentes de España; por todo lo anterior poco
queda por añadir, salvo la muy cuestionable actitud de la poetisa respecto a su
“fiel” enamorado, al que sigue sin comprender a lo largo de años en los que
tuvo tiempo más que sobrado para leer de forma demorada y atenta toda su obra,
demostrando su permanente mínimo interés por él y lo que
escribió: El 13 de Julio escribí a Antonio recordándole en su santo e
insistiéndole para que saliera de Madrid[22],
de donde nos venían noticias cada vez más alarmantes (lo que no
impidió que su hijo permaneciese allí hasta una o dos semanas ante del
estallido de la guerra, por razones de estudios y exámenes, uniéndose a la
familia sin inconvenientes llamativos por su parte en fecha algo anterior al 18
de Julio[23]). Le
rogaba que me contestara para colmar mi ansiedad a la lista de Correos de
Estoril o de Lisboa, pero pasé varias veces por ellas y jamás encontré
respuesta. (Aquí la propia Pilar amplía en una nota (1) sus particulares
inquietudes: Segura estoy de que escuchó mi ruego y que influí
mucho en su partida de Madrid en Noviembre del 36, instalándose con su
familia en Valencia, en una finca en Rocafort —acaso para recordarme mejor
cerca del mar pues allí compuso el bello soneto De mar a mar, entre
los dos la guerra— y donde permaneció hasta el año 38 (en el que partió para
Barcelona, saliendo de ésta hacia Collioure en febrero del 39 poco antes de
terminar la contienda). Y sigue, tras la nota, la propia Pilar: Costándome
creer que no me hubiera escrito, pensé que la censura de mi país la habría
retenido, con lo que mi desaliento fue aún mayor. Me pareció como si en aquel
momento un gran abismo se abría, interponiéndose, entre los dos[24].
¿Para qué seguir?, pues cuando estas aparentes memorias se escriben han pasado
ya bastantes años desde el final de la guerra, por lo que resulta difícil de
admitir su manera de narrar su viajar a Portugal, con recargo en los aspectos
negativos y la comparación con el plácido viaje de Antonio hacia Francia,
contado casi como un viaje de recreo; alejada de los momentos que detalla,
manteniendo ese formato de “buenos y malos”, algo que a medida que
transcurren los años los propios intervinientes —en uno y otro bando— han
tratado de aminorar, limando su original virulencia literaria. ¿No es, por lo
contrario, mucho afirmar lo que en estas líneas la propia Pilar expone; o es
que su ego desmesurado por lo que respecta al poeta, le hace seguir pensando
que él continuaba en ese mundo de sueños que ambos habían levantado, y que su
éxodo, a todas luces lamentable fue un viaje normal al extranjero, como el de
tantos otros pertenecientes a esa burguesía y aristocracia que puso sus bienes
a buen recaudo, en detrimento del propio sistema de Gobierno? La verdad es que,
tal y como señala Ángel González en su libro dedicado al poeta, aunque caiga en
el bache en el que todos caen, de continuar adjudicando el nombre de Guiomar a
la poetisa: Guiomar hace mutis definitivo de la vida
de Antonio Machado en Junio (equivocando aquí la fecha del viaje, a no
ser que tenga en cuenta esa última y un tanto fantasmal carta de Pilar con
motivo de la onomástica) de 1936[25].
A todo esto conviene
añadir que su exilio no alcanzó el año de duración, ya
que liberada Palencia del poder “rojo” toda la familia
se regresó a España quedándose en la capital donde ocuparon la casa familiar,
alternándola con estancias en la finca cercana de El Carrascal[26].
Pero hay más; y si uno
se empeña en ahondar en orientaciones que ella misma proporciona en
determinados momentos, es fácil que se encuentre con la sorpresa de una
despedida poética en una de sus cartas en la que la alusión a Guiomar es
directa. Y no deja de causar asombro que sea esta la única que la poetisa no
utiliza en ningún momento como prueba a su favor. Se encuentra en la carta
numerada como 32 por Depretis[27];
también en las transcripciones que como apéndice incluye en su memorial, figura
como 13ª[28],
en esa ordenación aleatoria que no responde en ningún momento a la recepción de
las mismas, lo que no deja de llamar la atención
—y pido disculpas por la insistencia— en persona tan “aparentemente preocupada” por el poeta. La alusión señalada dice así:
—y pido disculpas por la insistencia— en persona tan “aparentemente preocupada” por el poeta. La alusión señalada dice así:
Adiós Guiomar, tu poeta
piensa en ti. La Lejanía
es de limón y violeta,
verde el campo todavía…
piensa en ti. La Lejanía
es de limón y violeta,
verde el campo todavía…
Alusión directa, que
no presenta, al menos aparentemente, resquicio alguno para la duda. Pero como
ya se ha señalado, la propia poetisa hace caso omiso de ella, dando por no existente
tal despedida. Y es que por una vez tiene ella razón. La estrofa, sin ese Adiós Guiomar que
lo engarza a la correspondencia y la posible adjudicación del nombre, es un
añadido —caprichoso, diría yo— de poema más largo perteneciente a la primera
entrega de las Canciones, esa que corresponde al estro de Abel
Martín; y esa primera entrega se publica en la conocida Revista de
Occidente en 1929[29],
o sea, un año después del encuentro. Las fechas de publicación no aportan nada
o muy poco, pues es bien sabido que cualquier escrito se lleva a cabo siempre
en fechas anteriores —a veces, incluso, años—, por lo que nada cuenta la de la
primera publicación, transcurrido un año del conocimiento de ambos, y más, si
tenemos en cuenta lo afirmado por Pablo del Barco.[30]
Volviendo a esa
primera entrega, no encontramos en el poema III de la misma ese Adiós
Guiomar que abre la despedida en la carta, al igual que en las
inclusiones para las Antologías de Gerardo Diego de 1932 y 1934[31] que
incluyen los tres poemas de la primera entrega tampoco figura[32],
así como en las siguientes publicaciones de sus Poesías Completas[33].
¿Quiere esto decir algo? ¿Es una señal clara de que la destinataria de tales
poemas es Pilar de Valderrama o, por el contrario, que solo ha sido un escape
lírico por parte del poeta en una de las últimas cartas que se conservan, sin
apenas trascendencia? Tanto en uno como en otro caso, la inclusión no añade ni
quita nada a la intención de Antonio, puesto que dichos poemas están escritos
años antes del encuentro, y hay que suponer que como colofón poético al camino
seguido por Abel Martín[34] en
su exposición de la captura de un otro (esta vez sí con minúscula) que es en
realidad algo más cercano al deseo del poeta; un tú cercano
que corre el peligro de irse borrando poco a poco por el paso del tiempo, y
contra lo que tanto el propio Antonio como su alter ego representativo,
Abel Martín, tratan de frenar por los medios a su alcance. Y como posible
último dato, tampoco aparece ese Adiós Guiomar, en la última
edición de su Poesía Completa revisada por él; la correspondiente a 1936, en la
que se supone que se sitúa el punto final del proceso especulativo conducente a
la apócrifa Guiomar.
Ahora el lector tiene
a su alcance una exposición completa de los aspectos externos que demuestran o
al menos eso intentan, como puede desprenderse del final del trabajo, una clara
muestra de la imposibilidad de que Guiomar pase a formar parte del universo de
Pilar de Valderrama; pero dichas pruebas hay que documentarlas, no ya como se
ha realizado hasta aquí, con razones cronológicas y de publicación, sino
también a través de la propia obra de Antonio Machado, que en un determinado
momento deja de ser poeta, o abandona en parte tal ejercicio sin renunciar de
forma total, para buscar otros caminos hasta entonces privativos de un grupo
selectivo denominado “filósofos”.
Es éste, camino
complicado y un tanto entreverada
de oscurecimientos y confusionismos en su desarrollo
—confirmación transcrita en la página 3 del presente trabajo—, lo que hace dificultosa la lectura, que está reclamando un atento estudio más centrado en el propio Cancionero[35], aun contando con el inicial e importante de Sánchez Barbudo[36]
—pionero en este tipo de trabajos— y el más completo sobre la obra total, de Pedro Cerezo Galán[37].
de oscurecimientos y confusionismos en su desarrollo
—confirmación transcrita en la página 3 del presente trabajo—, lo que hace dificultosa la lectura, que está reclamando un atento estudio más centrado en el propio Cancionero[35], aun contando con el inicial e importante de Sánchez Barbudo[36]
—pionero en este tipo de trabajos— y el más completo sobre la obra total, de Pedro Cerezo Galán[37].
Es camino trillado ya
por nombres que tuvieron su peso en el mundo intelectual posterior al libro de
Concha Espina, como Ricardo Gullón o Pablo de A. Cobos, que ventearon, sin
disponer de más medios que los aportados por la novelista santanderina, la
impostura y el incógnito nombre de su verdadera promotora. Otros nombres hubo,
especialmente al otro lado del Atlántico, por lo general críticos con la
publicación y las cartas en sí, como en cierto modo, y sin mencionar la posible
nota negativa de dichos autores, señala la propia poetisa: En América
el libro fue acogido con mucho más interés y Concha recibió cartas de allí
hablándole de él y haciéndole numerosas preguntas a las que, realmente,
ella no podía contestar[38]. Como en tantas otras ocasiones, la afirmación de Pilar de Valderrama
es rotunda y pone, de nuevo, de manifiesto, y actuando en su contra, la
dependencia de la autora del libro respecto a su instigadora, detalle que no
dejaría de llamar la atención a los autores americanos que a ella se dirigían,
pues se daba por supuesto —y es algo que concierne a todo investigador— que
quien escribe un trabajo sobre alguien, sea del tipo que sea, deberá tener
pleno conocimiento, tanto de la orientación del mismo como de los documentos
que expone, de su procedencia y el porqué de su utilización, de lo que se
deriva, si se da el caso contrario de que no puede contestar a
lo que se le solicita, que responde tan solo de la labor escrituraria y no del
fondo documental que utiliza o le es facilitado por la real inspiradora
del trabajo. Pero esos detalles debían carecer de importancia para la autora
del infundio, a la que la ceguera de Concha Espina no supuso obstáculo para su
utilización como amanuense[39] de
su proyecto y no de autora en sí, lo que no habla precisamente en favor del
sentido ético de la poetisa; y no tiene nada de extraño que el libro no le
gustase una vez publicado, pues la autora-amanuense supo vengarse de forma muy
sutil en una serie de avisos, que yo califiqué en su momento, tras estudiarlos
detalladamente, como claves que fue dejando sembradas aquí y
allá en la obra que firma.
Por lo que respecta al
camino a seguir amparándose en lo que el propio Antonio Machado escribió y
concibió, siendo como es una incursión en su obra no solo interesantísima sino
también de suma importancia, es algo que en este trabajo debe soslayarse dado
que se ha expuesto con todo lujo de detallas en obra anterior mía, y
principalmente en sus partes primera y tercera, que culmina con la
interpretación del soneto V de los que escribió en Valencia durante su estancia
en Rocafort y en fecha muy concreta, repetido hasta la saciedad como la prueba
inconfundible de la persistencia de su amor por la poetisa[40].
La novelista, esto es,
Concha Espina, ya desde el comienzo de su redacción marca distancias, como se
ha indicado, entre esa mano conductora y la suya propia. Lo expone de forma
decidida en la primera de esas claves que he señalado, ya en
el capítulo segundo, cuando decide que ella es la que bautiza realmente al
personaje de su novelita rosa: Y le puse nombre a la enamorada: la llamé
Guiomar, puesto que Machado la llama así en vehementes y numerosos poemas[41],
algo que de puro diáfano pone en entredicho la afirmación de la poetisa
respecto al apelativo que usurpa sin rubor alguno.
Por todo lo antedicho
y no alargarme por senderos ya expuestos con anterioridad, no pretendo ni
intento exponer doctrina y seguimientos del propio Antonio, aunque estos los
haga valiéndose de su apócrifo Abel Martín, ni a detenerme en el proceso de
creación del mismo; tan solo, y como apunte final al tema, transcribir lo que
Juan de Mairena comenta sobre el valor que su maestro Abel Martín concedía al
olvido, como tal y su recreación, apoyándose en algunos de los cortos poemas de
la segunda entrega de las Canciones, sin entrar a cuestionar en
estos momentos quien es el autor real de las mismas: Mi maestro
exaltaba el valor poético del olvido[42] , fiel a su metafísica. En ella —conviene
recordarlo— era el olvido uno de los “siete reversos, aspectos de la nada o
formas del gran Cero”. Merced al olvido puede el poeta —pensaba mi maestro— arrancar
las raíces de su espíritu, enterradas en el suelo de lo anecdótico y trivial,
para amarrarlas, más hondas, en el subsuelo o roca viva del sentimiento, el
cual no es ya evocador, sino —en apariencia al menos— alumbrador de formas
nuevas. Porque solo la creación apasionada triunfa del olvido.
… Guiomar, Guiomar,
mírame en ti castigado:
reo de haberte creado,
ya no te puedo olvidar.
mírame en ti castigado:
reo de haberte creado,
ya no te puedo olvidar.
Aquí la creación aparece todavía en la forma obsesionante
del recuerdo. A última hora el poeta pretende licenciar a la memoria, y piensa
que todo ha sido imaginado por el sentir.
Todo amor es fantasía:
él inventa el año, el día,
la hora y su melodía,
inventa el amante, y, más,
la amada. No prueba nada
contra el amor que la amada
No haya existido jamás…[43]
él inventa el año, el día,
la hora y su melodía,
inventa el amante, y, más,
la amada. No prueba nada
contra el amor que la amada
No haya existido jamás…[43]
Antonio Machado dixit.
A pesar de lo cual ha
habido algunos comentaristas que han interpretado a su gusto unos versos que en
sí mismos son concluyentes, tanto por la contundencia que manifiestan como por
los intereses —convincentes o no— que las diversas inclinaciones puedan
transmitir. Podría, naturalmente, mencionar como en párrafos anteriores se ha
venido haciendo, algunos nombres, —daré solo dos, por resultar los más cercanos
a mí: José Luis Cano y Justina Ruiz de Conde, con artículos y cortos trabajos
recopilados posteriormente en libros de conjunto: José Luis Cano[44] o
monográficos sobre el tema: Justina Ruiz de Conde[45],
pero es preferible, dado que al parecer la polémica parece, o eso pretende,
tocar a su fin, mantener el resto[46] en
ese anonimato que posiblemente acabe por envolver apreciaciones, convincentes o
envueltas en una vaguedad neutra, interesadas, con buena o mala fe llevadas a
cabo, siendo, no obstante, conveniente añadir que es uno de sus fragmentos más
polémico este último poemilla en el que Antonio Machado deja de manifiesto, de
forma rotunda, su afirmación de que la amada puede no haber existido sin que
ello suponga detrimento en el valor de la misma como búsqueda, así como en el
conjunto que lo contiene, queda plenamente confirmado que tales poemas, y los
correspondientes a la primera entrega, no están dirigidos a nadie en concreto,
y sí a esa sombra que el poeta quiere arrebatar al olvido y que anidando en lo
más profundo de su corazón, responde en todo momento al nombre de Leonor.
Queda, como
interrogante final que dé conclusión y cierre a la totalidad de lo que se ha
cuestionado a lo largo del trabajo, la pregunta clave, que pocos se han hecho y
que se presenta como ineludible. ¿Qué quiere decir el nombre de Guiomar? ¿Qué
indicación da el poeta, o pretende, con él? Porque, a fin de cuentas Guiomar es
la conclusión que cierra el largo proceso que se inicia en ese año crucial de
1912, cuando Antonio Machado experimenta en sí mismo el alcance doloroso de esa
soledad envolvente que parece ahogarlo y de la que anhela desprenderse. Y
Guiomar, ese nombre un tanto emblemático y, desde luego, eufónico, que tiene
para Antonio Machado remembranzas de uno de sus poetas favoritos, guarda en él
la clave que, de una vez por todas, aclara la simbología que le permite al
poeta alcanzar el final de lo pretendido. Todo esto y mucho más queda expuesto
en un anterior trabajo mío: una conferencia en Soria, en donde por vez primera
expuse el
por qué la elección del nombre, y que ahora transcribo como apoyo y confirmación de todo lo anterior: Hasta las Canciones a Guiomar no surge la que Rubén Darío denomina musa de carne y hueso. Resulta una novedad que a punto de finalizar su producción poética, emerja Guiomar de forma repentina e inesperada; se trata de una figura material, palpable. / Paradójicamente, el personaje de Guiomar obedece a razones más ideales que físicas. / Como si la presencia de Guiomar le cogiese por sorpresa, Antonio Machado parece, no arrepentirse, pero sí deplorar esa intrusión:
por qué la elección del nombre, y que ahora transcribo como apoyo y confirmación de todo lo anterior: Hasta las Canciones a Guiomar no surge la que Rubén Darío denomina musa de carne y hueso. Resulta una novedad que a punto de finalizar su producción poética, emerja Guiomar de forma repentina e inesperada; se trata de una figura material, palpable. / Paradójicamente, el personaje de Guiomar obedece a razones más ideales que físicas. / Como si la presencia de Guiomar le cogiese por sorpresa, Antonio Machado parece, no arrepentirse, pero sí deplorar esa intrusión:
Mírame en ti, castigado,
reo de haberte creado,
ya no te puedo olvidar.
reo de haberte creado,
ya no te puedo olvidar.
¿Por qué reo…? La palabra resulta ambigua ya que cuenta con dos
acepciones que, en el fondo, son cercanas: culpable e inculpado. Machado puede
ser culpable de la creación de Guiomar e inculpado de ello, porque no se trata
de una culpa directa; tan cómplice es de la creación de Guiomar como de
cualquier otro de sus apócrifos. Castigado…
¿Por qué? ¿Considera a Guiomar un trasunto de Leonor y se siente culpado de traicionar su memoria por no brindarle el nombre que tuvo en vida?/ Podemos establecer un símil entre el nombre de Leonor y Guiomar desde un punto de vista simbólico. Y esto es factible si suponemos en Machado la aceptación de la idea manriqueña, la palabra MAR simboliza la Muerte —ríos que van a dar a la mar/ que es el morir— y hay un hecho ineludible: Leonor ha muerto. GUIO se corresponde con el verbo guiar: yo guio. —Guio al mar— hacia la irreversible muerte o paisaje al otro lado. Guiomar es el camino que conduce a Leonor. / Una lectura simbólica resulta más verosímil que asociar Guiomar con Pilar de Valderrama la cual basándose en las cartas que le escribió el poeta se autoproclamó Guiomar y esta impostura, a pesar de prevalecer, no resiste un análisis serio. Hasta aquí la transcripción de una parte de la conferencia, la que en realidad nos importa[47].
¿Por qué? ¿Considera a Guiomar un trasunto de Leonor y se siente culpado de traicionar su memoria por no brindarle el nombre que tuvo en vida?/ Podemos establecer un símil entre el nombre de Leonor y Guiomar desde un punto de vista simbólico. Y esto es factible si suponemos en Machado la aceptación de la idea manriqueña, la palabra MAR simboliza la Muerte —ríos que van a dar a la mar/ que es el morir— y hay un hecho ineludible: Leonor ha muerto. GUIO se corresponde con el verbo guiar: yo guio. —Guio al mar— hacia la irreversible muerte o paisaje al otro lado. Guiomar es el camino que conduce a Leonor. / Una lectura simbólica resulta más verosímil que asociar Guiomar con Pilar de Valderrama la cual basándose en las cartas que le escribió el poeta se autoproclamó Guiomar y esta impostura, a pesar de prevalecer, no resiste un análisis serio. Hasta aquí la transcripción de una parte de la conferencia, la que en realidad nos importa[47].
Con todo lo expuesto,
se llega al punto final del problema que queda, como siempre entre el sí y el
no, hasta que la parte contraria reconozca la impostura o aporte una
documentación o documento fiable que de forma fehaciente confirme de una vez
por todas que en un momento de debilidad, Antonio Machado bautizó a Pilar de
Valderrama con el por ahora conflictivo nombre de Guiomar, traicionándose, en
cierto modo, a sí mismo, algo que resulta bastante difícil de digerir.
Miguel Ángel Baamonde,
en Sabero (León) a 15 de Diciembre de 2017.
ADDENDA PERSONAL
A título simplemente
anecdótico, yo leí por vez primera el libro de Concha Espina cuando comenzaba
mis adentramientos en la obra y el pensamiento de Antonio Machado, allá por los
años primeros de los sesenta; o sea, libre de influencias de ningún tipo,
adentrándome en terreno totalmente virgen, pero al leerlas en esa primerizo
acercamiento, y sin saber su porqué, algo de todo aquello me
sonaba a falso, a falto de espontaneidad, llegando a pensar que tales cartas
podían formar parte de lo que Abel Martín señalaba en su Cancionero,
aunque entonces tuviese de él una idea muy superficial. Desde entonces acá ha
ido creciendo en mí la mencionada sensación hasta alcanzar su forma total,
perfectamente documentada y asumida, que expuse en mí ya mencionada obra; Guiomar,
asedio a un fantasma.
[1] Todos los subrayados que figuran en el trabajo son del autor y
tratan, tan solo, de resaltar palabras o frases que importa sobremanera el
tener en cuenta.
[2] De intento utilizo en este caso la voz “poetisa” en la segunda
acepción que le da el DRAE: Mujer que hace versos, totalmente
contraria a la primera que especifica más detalladamente: Mujer que
compone obras poéticas y está dotada de las facultades necesarias para
componerlas. Edición vigésimo primera, 1992; pág. 1156.
[3] En este sentido la utiliza AM en uno de sus tempranos poemas,
publicado en la revista Helios en 1903, definiendo de esta
forma el ocaso sobre el río Guadalquivir: … y en el fondo del
agua ensombrecida….Ver en OC-/ pág. 752,
[4] Cartas a Pilar; Anaya & Mario Muchnik, Madrid 1994.
[5] CE en las notas, a partir de ahora, al igual que PV y AM para los
nombres más repetidos. Cansinos se refiere a la costumbre de celebrar reuniones
un día a la semana por parte de determinadas figuras de las letras, muy útiles
para quien pretendía presentar un libro nuevo o simplemente poder acercarse a
un editor difícil., reuniones que normalmente se celebraban en la casa de la
figura anfitriona.
[6] No debe interpretarse con tono peyorativo, al que puede inclinar la
palabra, dado que no hace falta ser escritor profesional para escribir grandes
obras o todo lo contrario. Ejemplos extremos en el ámbito poético español, y
por no recurrir a AM, PV y cualquiera de las poetas del Grupo del 27.
[7] Memorias de un literato; Alianza Tres. Alianza Editorial,
Madrid 1995, tomo III; págs. 292-293.
[8] Depretis: Ob. cit.; págs. 65-66.
[9] Algo que muy posiblemente, dado el carácter que le da a esta relación
la propia PV, podría haberse paliado con alguna, sino todas, invitación semanal
a sus reuniones. ¿O es que la figura del poeta resultaba poco al entorno social
de las mismas?
[10] Humorismo de M en sus apócrifos; ANCOS Editor, Madrid 1970;
pág. 107.
[11] OC-I; pág. 687.
[12] Una exposición entre histórico-filosófica la lleva a cabo Laín
Entralgo en su obra Teoría y realidad del otro; Ed. Revista de
Occidente, Selecta de…; Madrid 1968, dos tomos. Por otra parte, quien quiera
ahondar en este tema, tan machadianamente controvertido, no puede dejar de
consultar la obra básica de Heidegger Ser y Tiempo, traducción de
Juan Eduardo Rivera (más asequible al lector medio que la inicial de José
Gaos); Editorial Trotta, Madrid 2003, y la secuela de la misma, de J. P.
Sartre: El ser y la nada; Ediciones Altaya, Barcelona 1992, en
traducción de Juan Valmar. Aunque en la actualidad pueda aparecer un tanto
lejana o desvaída, su problemática continúa cuestionando muchos de los
planteamientos expuestos especialmente por Heidegger, mientras que la
derivación sartriana sí parece haberse desvaído con el paso del tiempo.
[13] En AM en Castilla y León; Actas del Congreso
Internacional celebrado entre Soria y Segovia los días 7-8 de Mayo en Soria y
10-11 del mismo en Segovia en el año 2007; págs. 531-546. Edición patrocinada
por la Junta de Castilla y León en dicho año; Valladolid 2008. Difícil aceptar
la antigüedad señalada por del Barco, quizá por excesiva, pero sí coincidir en
que dichas composiciones son bastante anteriores a su publicación, incluso a la
del Cancionero apócrifo, ya que ellas son la conclusión, por el
camino de la poesía, de toda la exposición filosófica que el dicho Cancionero desarrolla.
[14] Art. Cit.; pág. 545 de la edición mencionada en la nota anterior.
[15] Miércoles, 15 de Abril de 1931; Depretis, págs. 251-252.
[16] Depretis, págs. 61 correspondiente a la lista de signos
convencionales.
[17] De AM a su grande y secreto amor; Lifesa, Madrid 1950.
[18] Sí, soy Guiomar; Plaza & Janés, S. A., Barcelona 1981;
pág. 88, título que responde, en el fondo, a un ego muy afianzado que ya se ha
manifestado en las pocas intervenciones públicas en las que intervino,
iniciadas siempre por un Yo, Guiomar, de tono mayestático y que de
inmediato trae a la memoria determinada novela muy popular de aquellos años
debida a la novelista Carmen de Icaza, Yo, la Reina.
[19] Ibd.; pág. 79.
[20] Josefina de la Maza: Vida de mi madre Concha Espina;
Colección Novelas y Cuentos, segunda época; Madrid 1969; págs.197-198. Por su
parte Pablo de A. Cobos, ya mencionado, corrobora esta afirmación de que la
colaboración de CE en el desaguisado se reduce a la de amanuense; ver Humor
y pensamiento de AM en sus apócrifos; 2ª edición, Insula, Madrid 1972, pág.
105, en la que refrenda en diversos apartados sus conclusiones; a saber: El
malhadado uso está: a) En la mentira de la justificación. Sabemos ahora que
Guiomar (todavía persiste, dadas las fechas, la adscripción del
personaje a la poetisa) vivía entonces y vive todavía; b) Esta
presencia nos obliga a suponer que fue la interesada quien facilitó las cartas
a CE y quien le impuso la condición del “amor blanco”; c) Que esta premura
publicitaria no puede tener otra intención que el sueño
desmedido e ilegítimo de encarnación de la Laura o Beatriz de nuestro poeta
gigante; d) Que la pasión amorosa se desorbita; las cartas significan mucho
menos de lo que se pretende: 1.- Porque hay en ellas la retórica que es
habitual en las cartas de amor. ¿Quién no miente a los labios que besa? Todos
os amadores hacen diosa a la mujer que galantean. 2.- Porque lo muy probable es
que don Antonio encontrara tanto gusto en este juego de amor como como en el de
hacer bienhumorada filosofía.
[21] Sí, soy Guiomar, pág.57.
[22] ¡A él; a Antonio Machado al que costó trabajo ser evacuado por sus
propios correligionarios! Lo afirmado por PV es no conocer ¡ni por los forros!
El carácter, el pensamiento y la obra de quien más o menos tontamente se
enamoró de ella como un colegial adolescente.
[23] Ver nota 21 y misma página.
[24] Ibd. No deja de llamar la atención el tono narrativo que emplea al
comentar uno y otro viaje, pues mientras el de ella, que fue en realidad un
viaje hacia Portugal algunos meses antes de estallar el conflicto, realizado de
forma cómoda en Primera Clase de un tren internacional y una estancia que no
llegó al año en un extranjero más que cercano, está contado abusando de los
tintes dramáticos —ese paso por la frontera— así como su posterior estancia
plena de inseguridades y miserias materiales; mientras que el de su “amado”
Antonio, que fue un éxodo en toda regla, regido por etapas que iban acortando
horizontes y con remotas, por no decir nulas, posibilidades de retorno se
redacta de una forma sencilla, apenas sin apuntar datos de la índole que sean,
como si en realidad fuese un viaje más del poeta. Hasta en esta forma de narrar
se nota el ego de la poetisa, que se antepone a cualquier circunstancia y
relación.
[25] Ángel González: AM; Editorial Alfaguara, Madrid 1999;
pág. 83.
[26] Memorias; pág.60.
[27] Ob. cit.; jueves, 26 de MAYO de 1932; pág. 256.
[28] Sí, soy Guiomar; pág. 219.
[29] RO-XXV, CLXXIII; págs. 288-291; entrada en OC-I, núm. 66; pág. 264.
También en Bibliografía machadiana (Bibliografía para un
centenario); Biblioteca Nacional, Madrid 1976; pág. 150.
[30] Un buen resumen de las fechas de dichas publicaciones puede leerse en
la mencionada edición de José María Valverde para Castalia, en nota
introductoria al Cancionero; ver págs. 185-186.
[31] Ambas publicadas por la Editorial SIGNO de Madrid.
[32] Ver pág. 170 en la edición conjunta de ambas: Poesía Española
contemporánea; Taurus ediciones, Madrid 1962.
[33] Y solo hago recuento de las publicadas en vida de Antonio, siendo la
última que pudo revisar (y corregir lo que podría haber sido un despiste del
poeta si tenemos en cuenta ese gran amor inolvidable y con
características de eterno por parte de ella) la correspondiente a ese 1936 en
el que comenzó su lento alejamiento de España Pero hay que convenir que en
relación con las cartas, estaba más preocupada por resaltar las
correspondientes a su intervención en La Lola o en la
inusitada crítica que su enamorado hizo al último libro, por entonces, de la
poetisa, el titulado Esencias, que por una despedida más de las
muchas que se repetían.
[34] Lo que nos da una cercanía de fechas con el Cancionero,
que pueden ser cercanas o ligeramente distantes, ya que suponen la conclusión,
poética, de lo que expone en términos de filosofía.
[35] Este estudio critico figura en mi cartera de proyectos como de
próxima redacción.
[36] El pensamiento de AM en relación con su poesía; Ediciones
Guadarrama, Madrid 1959; págs. 199-326.
[37] Palabra en el tiempo. Poesía y filosofía en AM; Biblioteca
Románico-Hispánica, Editorial Gredos, Madrid 1976.
[38] Ob.cit.; pág. 79. Una lista bibliográfica de todos los que de PV nos
hemos ocupado, puede encontrarse en Epistolario (Editorial
Octaedro, Barcelona 2009), edición única de la totalidad (hasta esa fecha de
publicación) de la correspondencia machadiana, llevada a cabo por Jordi
Domenech, que en sus pág. 241 y en nota 3 al texto, iniciada en la pág.
anterior, hace un recuento exhaustivo de todos esos nombres y correspondientes
trabajos, de ambos signos, que se han llevado a cabo, arrojando un total de 21
nombres, entre los que incluye a la propia Valderrama, remitiendo a la
Bibliografía final los títulos correspondientes.
[39] Persona que se dedica a escribir lo que otras, por ejemplo las que
no saben escribir, le dicta o encargan. Consultar en el María
Moliner, Editorial Gredos, Madrid 1981, entrada correspondiente en la pág.
157 de su tomo I.
[40] Guiomar, asedio a un fantasma; Alupa editorial, Valencia 2009.
Por lo que respecta al soneto indicado, pueden consultar las págs. 623-701 de
dicho trabajo.
[41] PV. Ob. cit.; pág. 13. Conviene fijarse en el adjetivo numerosos
respecto a los poemas, ya que no fueron más que tres en la primera entrega y
siete en la segunda, algo que deja bastante disminuida la cantidad de
inspiración
—siempre ateniéndonos a las posiciones de PV— que le producía la enamorada.
—siempre ateniéndonos a las posiciones de PV— que le producía la enamorada.
[42] Término que señala el punto de partida de la metafísica machadiana y
que, como ya se ha dicho, no se toca en este trabajo, por estar ampliamente
desarrollado con anterioridad, pero que conviene no desechar sin más, incluso
en lo que se refiere a la poetisa, por ser un concepto que nos lleva a un
pasado en el que ésta no se había dado a conocer todavía. Otro dato más que
obra en su contra, al tener en cuenta la fecha en que dicho apunte se
publica: Diario de Madrid; 3-I-1935, cuando ella ya ha marcado
distancias a causa de la inseguridad de las calles de Madrid,
y que los mencionados poemillas y versos, de acuerdo con o mantenido por Pablo
del Barco, son bastante anteriores al conocimiento, como ya se ha adelantado,
entre ambos.
[43] OC-I; págs. 1942-1943.
[44] Poesía Española del siglo XX; Ediciones Guadarrama,
Madrid 1960; págs. 109-130.
[45] AM y Guiomar; “Insula”, Madrid 1964.
[46] Se trata, salvo alguna excepción puntual, de artículos periodísticos
más divulgativos que otra cosa, sin llegar a ahondar en ningún momento en el
problema como tal.* Personalmente, los atribuyo a in conformismo documental sin
ningún afán de investigación o, quizá los menos, a simple pereza aceptando lo
que se le ha dado gratuito.
[47] Conferencia que forma parte del Homenaje a Inés Tudela, en la propia
Soria, el día 4 de Julio de 2007; acto que fue recogido por el diario
soriano Heraldo de Soria al día siguiente de su celebración.