Exposición: Los Machado y su Tiempo
Sevilla, Soria, Baeza, Segovia, Madrid,
Valencia, Barcelona, Collioure
1987
por Antonio y Carlos Murciano
MÁGICO ABUELO
por Félix Grande
Sevilla, Soria, Baeza, Segovia, Madrid,
Valencia, Barcelona, Collioure
1987
POEMAS, MANUSCRITSO Y OBRAS PLÁSTICAS DEDICADA A LOS MACHADO
UNAS PALABRAS QUE VUELVEN A LA IMPRENTA
En el
número XXXV, febrero de1959, de mi revista Papeles de Son Armadana, publiqué el breve artículo que copio a renglón seguido.
HACE
POR ESTAS FECHAS VEINTE AÑOS ....
(RECUERDO
DE ANTONIO MACHADO)
por CAMILO
JOSÉ CELA
Hace
por estas fechas veinte años que don Antonio, el Bueno. medio desnudo casi,
como
los hijos de la mar.
Se nos
murió. Su clara voz, su noble y delicada y honda voz profética enmudeció de
golpe, hace por estas fechas veinte años e igual que el canto de un pájaro
sabio y entristecido, en un rincón del mundo y escoltado por la desgracia y el
dolor.
Al cabo
de su último camino
(He
andado muchos caminos.
he
abierto muchas veredas;
he
navegado cien mares.
y he
atracado en cien riberas).
hace
por estas fechas veinte años que don Antonio, el Bueno, peón de la desordenada
y atónita caravana de tristeza, se nos murió –dicen que de gastroenteritis- de
amargura. :
Españolito
que vienes
al
mundo, te guarde Dios.
Una
de las dos Españas
ha
de helarte el corazón.
En
Conllioure.
por
donde acaba España y sigue el mar, a orillas de la mar de Ulises, ¡que ironía!,
y arropado del pavor de España, a don Antonio, el Bueno, hace por estas fechas
veinte años que se le paró el inmenso, el generoso corazón.
¡Qué
lejos, el padrecito Duero: terso y mudo;
los
campos
(ya
habrá cigüeñas al sol
mirando
la tarde roja)
entre
el Moncayo y Urbión: ¡Qué atrás, la varonil Castilla: bravía, adusta tierra
gentil, visionaria y soñolienta; el viejo amigo Guadarrama; la árida, fría
Soria, guerrera y mística, con sus montes azules, sus yermos de violeta! ¡Qué
pérdida Granada, con sus montes de sol y piedra; Ubeda, en su agria melancolía;
los campos de Córdoba la llana, que dieron su caballo al romancero; la Mancha
-prados, viñedos y molinos-, donde tuvo su cuna Dulcinea! ¡Qué olvido sobre los
cerros de Baeza, los montes de Cazorla, los olivares grises, los borriquillos
de ramón cargados! ¡Qué inútil la florida vega
por
donde se va,
entre
naranjos de oro.
Guadalquivir
a la mar!
Sobre
las conciencias cayó, plúmbeo y aparatoso, un silencio de muerte. Don Antonio,
el Bueno, nos había contado que un golpe de ataúd en tierra es algo
perfectamente serio.
La
mojada tierra de Collioure rompiéndose, clemente, sobre el ataúd de don
Antonio, el
Bueno,
hace por estas fechas veinte años, retumbó con un fragor horrísono dentro de
las cabezas españolas. Los símbolos, al quebrarse, crujen como los montes que
se derrumban, con un clamor que tan sólo apaga el paso de los siglos.
Han
pasado veinte años breves y veloces, veinte lentos y anchos años sobre el
revuelto calendario del mundo. Don Antonio, el Bueno,
Hace
por estas fechas veinte años que
Definitivamente
Duerme
un sueño tranquilo y verdadero.
Su alma
y su poesía, su voz y el eco de su voz, su ejemplo, aún vive entre nosotros:
alto y airoso, limppio y bien dibujado, claro espejo en el que cada mañana nos
miramos. Porque fueron muchos los aprendizajes que nos legó y uno, el de su
franciscana humildad, el que nos empecinamos en no querer entender.
Poeta
el más español de nuestros poetas, don Antonio, el Bueno, no pudo quedarse en
la tierra que lo vio nacer. A los españoles, que no supimos guardarlo, sólo nos
resta llorar.
Ahora
no han pasado veinte años, sino cuarenta, desde la muerte de don Antonio, el
Bueno. No cambio ni una sola tilde de lo que entonces pensaba.
HOMENAJE
A MACHADO
por Enrique
Tierno Galván
Alcalde de Madrid
La
persona se expresa, quiéralo o no, en lo que dice, particularmente si lo dice
en esa forma ineludible de la sinceridad que es la poesía. Machado definía la
poesía como la voz de lo esencial, y siendo lo esencial también lo verdadero,
hay que preguntarse de cada poeta de qué modo trasmite a los demás la verdad
esencial que busca y a veces, pocas veces, halla.
El
modo de transmitir la verdad que nace del fundamento es en Machado la bondad.
De toda la poesía de Don Antonio fluye la verdad de su bondad personal que le
llevó al hallazgo inmediato, como un don de la conciencia, de la que él decía
la voz esencial.
No
hay lector que no se percate de ello y que no se sienta cogido por el flujo de
la bondad, que nace de los árboles, de las llanuras de Soria, de las aulas, de
las propias tribulaciones del poeta. El pueblo, particularmente el pueblo,
reconoce sin esfuerzo la bondad de la poesía, lee a Machado y se educa, también
sin esfuerzo, leyéndole.
Los
niños repiten la poesía de Machado, incluso la que convencionalmente llamamos
lírica, sin captar mucho más que el hálito de bondad y universal respeto que se
desprende de la imagen y la palabra.
Estas
razones, más que la formalidad del cuarentenario de su muerte, han llevado al
grupo de amigos que concurre con su esfuerzo a estos actos de admiración y
recuerdo, a intentar hacer algo que reconduzca la poesía bondad de D. Antonio a
la fuente de donde salió, el pueblo. El pueblo es el cauce natural de lo
esencial y de lo bueno. Así lo entendió D. Antonio y justo es que el pueblo,
quien mejor lo entienda lo pueda tener cerca sin sacrificarse. De este homenaje
saldrán la flor y el fruto de un libro que todo el mundo pueda adquirir. Que no
quede en palabras la cultura para el pueblo, que la bondad y el pueblo no deben
separarse, pues su destino es la unión y su vehículo la poesía.
El
error
(Homenaje
a Machado)
por Carlos
Bousoño
Tiene
que haber un error en la cuenta,
un
roto en el calcetín, una trampa en el juego;
a
nuestras espaldas Alguien se bebe todo el alcohol
de
la dicha, y se emborracha hasta caerse.
Alguien
se hace a escondidas con el trigo de la
cosecha
y la dulzura de las significaciones.
Buscad
en el sótano o en el cuarto de los muñecos
la
razón de la encrucijada pues ha de ocultarse
un acontecer poderoso tras el hecho de
un acontecer poderoso tras el hecho de
merendar
ahora en el cenador, bajo el
emparrado,
o a la sombra de los cerezos.
Forzosamente
habrá un significado detrás de cada
vil
instrumento, una matemática del parecer en
que
cada latigazo es un número.
He
aquí la felicida del encuadre de los sistemas
excluyentes,
la coexistencia de las dos verdades,
la
cuadratura de la imposibilidad.
Ante
nosotros se ofrece el encaje soberbio del
horror
y la música, el engendro de la cifra
entusiasta,
la melodía del nacer y el morir.
Se
vislumbra por algún sitio la hermosura del agua
derramada
en el suelo, en encanto incesante de
la
gotera que nos hace reír.
Ved
cómo todos danzamos alrededor del fuego,
pones
los pies sobre los tizones con
naturalidad,
nos aproximamos a la llama con
alegría,
nos familiarizamos con la payesa.
Henos
danzantes, gozos, en torno de la
ceremonia
y del rito, en el ritmo que nos
congrega
en el instante de la cremación.
Henos
aquí sin miedo, como si alguien tal vez,
distraidamente
tal vez, o jugando de nuevo; nos
fuese
hacer mágicamente surgir, palomas
sorprendentes
en el sombrero o el bolsillo del
hábil
prestidigitador, por el otro lado incipiente
del
caduco horizonte.
A ANTONIO MACHADO
Gabriel Celaya
Gabriel Celaya
En
Segovia, y en Febrero
y
en tu cara simple y rara,
Don
Antonio, me avergüenzo.
No
sé bien lo que me pasa.
Hoy
he abierto tu ventana,
y
son los campos, tus campos,
que
ahí están como si nada.
Don
Antonio, yo me aguanto
mas
mil llantos me traspasan.
Fui
estudiante de la FUE
y
español con esperanza,
muchacho
con una antorcha
que
las lágrimas no apagan.
Machado
y Ruiz, tú, ¡qué santo!
y
yo a lo vasco, Celaya,
que
así vine, que así duro
en
todo lo que tú salvas.
He
penado ante tu cama
vacía,
y negra, y dorada,
donde
el muerto presupuesto
estaba
pero no estaba.
Me
he mirado en el espejo
donde
a veces te afeitabas.
Me
he lavado en tu jofaina
bien
plantada en sus tres patas
mas
no he logrado limpiarme
de
mi antigua pena amarga.
Porque
pasó… ¿Qué pasó?
Don
Antonio, luz en salvas
di tus poemas, di aquello
en
que a todos anonadas,
pues
piensen lo que ellos piensen
en
tu luz grande se salvan
Segovia,
Febrero 1959
(prohibido
por la Censura)
Homero en Soria
Gerardo Diego
Soria sucedida, 1921-1976. En Poemas menores, Alianza
Editorial, 1980.
La
estufa de la sala
de
profesores con su tubería
de
obtusa oblicuidad
y
su puchero de agua casi hirviendo.
Alma
mater, materno claustro cálido
-sí,
tiempos benignos,
no
como los de Antonio
cuando
disolvía los claustros a escobazos
la
hembra del Director-
No;
nosotros el asueto, el rumor, el cigarrillo.
Y
el coro de libros absorbiéndolo todo.
Buenos
compañeros; nombrarlos uno a uno
sería
prosaizar
desigualar
homérico catálogo.
Una
excepción fugaz:
veinticuatro
horas de traslado a permuta.
Fui
un solo día colega sorianísimo
de
Ayuso, el candidato,
el
federal y helénico
amigo
de Machado.
Me
oyó tocar Beethoven y “cómo se conoce
que
este chico sabe griego.”
Don Antonio Machado va al destierro
por Leopoldo Luis
Don
Antonio Machado va en un camión de guerra
por campos
bombardeados y trágicos paisajes.
Lleva
sobre sus hombres ceniza de otros viajes,
polvo de
otros caminos y barro de otra tierra.
La
caravana en manos del dolor se destierra
entre
soldados lívidos de derrota y vendajes.
Don
Antonio camina con otros equipajes,
otros
muertos oscuros en su alma desentierra.
El
invierno deshiela los pies bajo febrero.
la vida es
como un pájaro cansado en el alero
de la
memoria, un ave perdida en la distancia.
Don
Antonio se palpa en el pecho una espina,
ve el
paisaje de España en la última colina
y va a
morir de pena a la costa de Francia.
(Febrero
1979)
HOMENAJE A ANTONIO MACHADO
(Soria, 1.975)
Autora: Angelina Gatell
…Una de las dos Españas
ha
de helarte el corazón
A. Machado
Al pie del olmo seco te convoco
fría de Soria y fría de tristeza.
Tocan mis dedos fríos la corteza
y es tu voz, fría y pura, lo que toco.
Suenas bajo mi piel… Escalofrío
de tu sentencia antigua y recobrada
aquí donde la brisa es una espada
buscándome la herida con su frío.
Desde tu ausencia el hielo ha edificado
su cadena de furias y montañas
porque no se desmande tu canción…
Al pie del olmo seco, acorralado,
por la más fría de las dos Españas,
se me muere de frío el corazón.
Frente
al Paraná de las Palmas
(Antonio Machado)
(Antonio Machado)
Rafael
Alberti
Madrid,
Febrero 1979
Con
cuánta melancolía
pienso
en ti. Tú hubieras visto
Lo
que yo miro esta tarde.
Cosas
naturales, cosas
tan
buenas, puras y santas,
que pueden mirarse
con
lágrimas en los ojos.
Un
río que no se mueve,
pero
que nos da la mano,
susurrando
nuestro nombre.
Un
caballo que levanta,
al
vernos pasar, la frente,
queriéndonos
decir algo.
Un
perro fiel que nos prueba
su
amor y su mansedumbre,
durmiéndose
a nuestras plantas.
Un
árbol que nos ofrece
su
sombra como el amigo
que
nos entrega su casa.
Y
una pradera encendida
que
llega hasta el horizonte,
tendiendo
pastos tranquilos
en
el cielo.
Elegía
y Homenaje a un poeta
por Rafael
Montesinos
Elegía
Con
su melancolía,
a
la sombra nativa del olivo,
poñó
el poeta, un día,
los
álamos que el triste Duero baña
¡Buen
don Antonio, solo y pensativo!
En
la muerte, al final, se dormiría
sin
la tierra y los árboles de España.
Homenaje
Cuando
ya no tengo nada
que decir, diré tu nombre.
Se
hará la tarde más clara.
Aplicación
personal y otras glosas de un soneto de Don Antonio Machado
por Jorge Urrutia
por Jorge Urrutia
Esta
luz de Sevilla la bebí de su mano cuando el
agua
era fría.
Vuelvo
a encontrarla ahora en esta hermosa plaza,
rectángulo
infinito en sus cuatro fachadas.
De
su mano tomé los dedos del poeta y emprendí
los
viajes hasta el rumor de fuente.
En
el rumor de gentes, junto al arroyo cálido,
junto
al río tranquilo y la palmera amable había
querido
estar.
Mi
padre en su despacho, el comedor, la finca, el
Cortijo
enlosado la propiedad inmensa por su
interior
fecundo, plaza abierta a la casa,
trenzaba
los poemas.
Yo
jugaba a sus pies.
Mi
madre en su costura compartía la lámpara.
De
luz un solo plato.
Las
aguas de la tierra eran tan frías que ni podían
beber
los animales.
Mi
padre, aún joven. Lee, escribe, hojea sus libros
y
medita.
Se
levanta, suspira, va hacia la puerta del pasillo.
Desea.
A
veces llora solo, a veces…
Esta
luz de Sevilla…
Su
voz en el teléfono me mira y en su mano los
versos
calentaron el agua hasta mi boca.
Carmen
Conde
A
Don Antonio Machado
Hasta
el día que me llame como a ti
la
buena voz querida desde un sueño,
vengo
y voy esperándola serena.
Recuerdo
de Valencia una mañana
última
del tiempo que vivíamos
en
acoso de metralla y de cascotes.
Hablábamos
los dos con un amigo,
zumbaban
aviones extranjeros…
Santullano
era él y mi memoria
os
mantiene leal con mi respeto.
Sentado
y pensativo, una mano
posada
en tu bastón eras. Poeta,
testigo
de dolor por toda España.
Hablaba
Santullano, en su decir
ni
mínima latía la esperanza.
Iba
el pensamiento hasta encontrar
el
camino de Ubeda a Baeza,
tristísimo
sin nubes que vistieran
de
rosa incandescente su andadura.
No
cantaban las aves ni aireaban
con
su vuelo reposado los olivos…
La
hora se detuvo en tantos seres
llenando
lo barrancos con sus cuerpos..!
Si,
mi Don Antonio, todo es luego,
es
ayer, es aquí, aunque mañana…
mañana
brotará de nuevo umbral
la
voz que me convoca para un sueño.
Madrid, Febrero
1979
NIÑO EN SORIA
CON ANTONIO MACHADO
por José García Nieto
Un niño en Soria
está probando el frío
cada vez que un
crepúsculo termina,
y aprende a ver la
cárdena colina
y el oro de los
chopo junto al río.
Aprendía
palabras, aprendía
a poner la
garganta en cada cosa.
La rosa con su
nombre era más rosa.
Sí; pero el niño
aún no lo sabía.
Un hombre, triste
y silencioso, andaba
por tierras del
Urbión y se paraba
a guardar aquel
olmo en su cartera.
Todo el amor en
una línea cabe.
Yo estuve allí.
¿Contigo? ¿Quién lo sabe?
Pero ya estaba en
mi tu primavera.
Febrero - 1979
La palabra más tuya
por José Caballero Bonald
Con una
mano escribo
Y con la otra abro
las páginas de un libro.
Aquí está
la palabra que busqué tantos años.
Merezco repetirla
impunemente ahora
mientras leo tu nombre siempre vivo
en el piadoso mármol.
Abel Martín, Juan de Mairena.
Conmigo estáis oyendo la apócrifa verdad
peregrinando
por las abiertas páginas de un libro.
Lejos ya
de los muros hostiles
que circundan
las letras de la fe.
Latino más liberto de Cotlliure.
Piedra sonora entre las impasibles
violetas sepulcrales.
Aquí dejo caer,
sobre la tierra,
calladamente,
la palabra más tuya.
Y con la otra abro
las páginas de un libro.
Aquí está
la palabra que busqué tantos años.
Merezco repetirla
impunemente ahora
mientras leo tu nombre siempre vivo
en el piadoso mármol.
Abel Martín, Juan de Mairena.
Conmigo estáis oyendo la apócrifa verdad
peregrinando
por las abiertas páginas de un libro.
Lejos ya
de los muros hostiles
que circundan
las letras de la fe.
Latino más liberto de Cotlliure.
Piedra sonora entre las impasibles
violetas sepulcrales.
Aquí dejo caer,
sobre la tierra,
calladamente,
la palabra más tuya.
Soneto
para Antonio y Manuel
por Antonio y Carlos Murciano
Antonio el bueno,
el serio, el castellano,
y Manuel, el
cantor de Andalucía.
Dos vidas, una
pena, una alegría
y una infancia de
patio sevillano.
Dos hermanos,
mejor, un solo hermano,
un solo corazón
hecho poesía
y dos guitarras
de melancolía
pulsadas por la
misma sola mano.
De negro por
Antonio los alberos.
Por Manuel, las
flamencas, los toreros.
Azahares de luto
y clavellinas.
¡Caballeros de
olivo y caracola!
Juan de Mañara y
Julianillo y Lola
os lloran a los
dos por las esquinas.
por Félix Grande
Alta y misericordiosa,
dolorosa y pensativa,
por entre los lentos años
su cara vieja y magnífica
es como una lenta yedra
amparando a mi ruina.
Cuánas veces me ha vendado
mis más secretas heridas,
en cuánta amargura ha puesto
pomada de compañía,
cuánto ha refrescado el
infierno de mi desdicha.
Como un viento de silencio,
lleno de amor y de enigma,
se acerca a mi puerta oscura
y universalmente silba
un rumor universal
que me calma y me reanima.
Es como un milagro. Entra
paciente por las rendijas
del dolor, y distribuye
su cordial sabiduría
allí donde el corazón
está perdiendo la vista.
Y empiezo a ver. Y veo cosas
que sirven para la vida:
veo compasión y paciencia,
memoria, bondad, sonrisa,
profundidad y honradez:
sus estandartes de artista.
Qué provisión de coraje
en su humildad me aproxima,
qué provisión de humildad
me entrega desde las cimas
de su saber. Qué de grano
lleva su callada espiga.
Hato de fuerza, él me sacia
el hambre de esta fatiga;
tartera de ser, mi angustia
y mi soledad mitiga;
voz de buen fuego, él calienta
la conciencia que se enfría.
Don Antonio, don Antonio,
el que naciera en Sevilla,
el que sufriera en España,
el que muriera a su orilla,
junto a una madre que era
las vez su madre y su hija.
Misterioso y silencioso
cruzó la frontera. Iba
enfermo de muerte y pena
y derrota y despedida.
Tal vez llevaba en la ropa
su legendaria ceniza.
Desde entonces - yo era un niño
de dos años aquel día - fuiste llegando a mi casa,
mágico abuelo. Una silla
hay en ella para ti.
La mejor.
La más vacía.
Nenía por Antonio Machado
por Celso Emilio Ferreiro
La tarde era en Coulliure
un ave azul de lenta singladura,
Antonio compañero,
herido por la lluvia y por el hierro.
Allá quedó la Némesis nocturna,
pero la ubicua muerte vigilaba
los oscuros senderos del calvario
para cubrir de sombras errabundas
los ojos que marchaban al destierro.
Mi canto es como un viento del camino,
difuminado en niebla por el tiempo,
inmóvil sobre un río de amapolas,
Antonio verdadero.
Te diré un llanto antiguo con alondras
de pueblo s humillados y ofendidos,
sin voz apenas para la esperanza,
sin lumbre apenas para las antorchas.
Un llanto labrador
para que tus palabras sementeras
fructifiquen fecundas
y nunca vuelvan a quedarse solos
tu corazón y el mar,
Antonio verdadero compañero.
Madrid, 1.977